viernes, 23 de enero de 2009

VIVIR EL SUEÑO DEL VINO


















Li Po, China, s. VIII d.C. (Dinastía Tang). Murió ahogado en el río Yangtze al caer de su bote, en un intento definitivo de abrazar la luna en el agua. Tal vez el vino ya hubiera sido suficiente para él, será que, agotado ese cauce, entonces quisiera beber la luna en su aparición más henchida de materia (¿para confirmar la ilusión de su forma?). El vino no habría podido ya satisfacer la necesidad de la pura ilusión somatizada: no sólo el interior del cuerpo, también la piel debía recubrirse de esa ilusión que, en definitiva, es la cara más real de la poesía.
O tal vez sólo se tropezó, borracho, pasado, por querer caminar en su bote a oscuras. ¿Habrá reencarnado doce siglos más tarde en Tom Waits? Si así fuera, podemos quedarnos tranquilos, porque la torpeza de los zapatos de Tom Waits puede hacerlo caer, en el peor de los casos, en el reflejo que hace la luna en un charco apenas profundo, sobre el asfalto.
Cinco poemas de Li Po y uno que Tu Fu le dedicó a él.



























Pálida y vagorosa es la luz de la luna.
Al monótono ritmo de la pala,
que bate la colada con millares de golpes,
se mezclan los gemidos del viento de otoño.
!Qué acordado el concierto de esta triste armonía
con tristes pensamientos!
¿Cuándo, cuándo los bárbaros serán pacificados?
¿Cuándo vendrá el amado
de combatir en las tierras lejanas?


























Una jarra de vino entre las flores.
No hay ningún camarada para beber conmigo,
pero invito a la luna
y, contando a mi sombra, somos tres...
Mas la luna no bebe,
mi sombra se contenta con seguirme.
Tardaré poco en separarme de ella;
!la primavera es tiempo de alegría!






















¿Cuánto podrá durar para nosotros el disfrute del oro, la posesión del jade?
Cien años cuando más: éste es el término de la esperanza máxima.
Vivir y morir luego; he aquí la sola seguridad del hombre.
Escuchad, allá lejos, bajo los rayos de la luna, el mono, acurrucado y solo,
llorar sobre las tumbas.
Y ahora llenad mi copa: es el momento de vaciarla de un trago.























Me abandona el pasado, para siempre perdido,
y me punza la angustia del presente.
El otoño despide a los patos silvestres y aúlla el huracán.
Es bueno contemplarlo bebiendo desde la torre alta.
¿Dónde las grandes obras que aspiraban a la inmortalidad?
Y los grandes talentos de la época Kien-ngan, ¿qué se hicieron? ¿Y el ilustre poeta Sie, a quien este pabellón fue consagrado?
Espíritu de alto vuelo
que ambicionó subir al cielo y que miró a la luna muy de cerca.
Cortad con vuestra espada la corriente del río: el río seguirá corriendo;
sumergid en el vino la pena: será mayor la pesadumbre.
Mañana iremos a remar con el cabello al viento.


























El que vive es un viajero en tránsito,
el que muere es un hombre que torna a su morada.
Un trayecto muy breve entre el cielo y la tierra,
¡Ahimé!, y ya no somos más que el viejo polvo de los diez mil siglos.
El conejo en la lnua busca en vano el elixir de la vida.
Fu Sang, el árbol de la inmortalidad, se ha desmoronado en un montón de leña.
El hombre muere; sus blancos huesos enmudecen
cuando los verdes pinos sienten el retorno de la primavera.
Miro hacia atrás y suspiro; miro hacia adelante y suspiro.
¿Hay algo sólido en la vaporosa gloria de la vida?

























Ya tres noches seguidas he soñado contigo.
Estabas a mi puerta,
pasándote la mano por el blanco cabello,
como si una gran pena te acibarase el alma...
Al cabo de diez mil, cien mil otoños,
no tendrás otro premio que el inútil
de la inmortalidad

(De Tu Fu a Li Po)