lunes, 30 de mayo de 2011

GANAS DE CAMBIAR






Si la interpretación, en los mejores de los casos, es una expansión de la propia experiencia asistida por un dispositivo que la explicita o la aclara, no es extraño pensar que el Zen, en su operar, se valga de la hermenéutica.
Ahora bien, lo que resulta curioso del Zen es que esa operación hermenéutica que aprovecha en beneficio de su aclaración es aplicada a todo, incluso a sí mismo. El Zen necesita interpretar el Zen. Necesita actualizar la pregunta cada vez, acaso porque la respuesta que se da no consiste en encontrar una verdad (universal) sino en lo que Hans-Georg Gadamer llamó "experiencia de verdad", un evento (dice Gianni Vattimo) de "transformación-integración de lo nuevo con todo lo viejo que la conciencia ya era", y agrega Vattimo: experiencia de verdad es experiencia verdadera. La pregunta por la "venida de Bodhidharma" (que podremos traducir, llegado el momento, a la cuestión de la llegada del Zen a Occidente), vuelve a formularse una y otra vez, y la respuesta nunca va a ser la misma. Aigo Castro, en su estudio sobre Dogen, da pie a esta cuestión desde el prefacio: preguntarse quién es Dogen, dice, equivale a plantearse interrogantes como: ¿quién o qué soy yo?
En mi lenta, torpe y muy difusa interpretación del Zen encuentro que hay un asunto que, tal vez por un vicio de traducción que nos hace excedernos en el andamiaje cristiano que le damos a su recepción, o acaso porque llega él mismo ligado en exceso a su propio andamiaje budista, puede y suele ser equívoca. El Zen, y en general todas las prácticas espirituales de cuño oriental que se difunden en Occidente, llegan con un mensaje o una propuesta de cambio. Seguramente ahí esté uno de los principales enganches que volvieron a estas prácticas tan masivas. Se ofrece un cambio, un gran cambio. "Cambie su vida" es una oferta que suele verse asociada a la meditación, por ejemplo. Ese gran cambio tiene lugar, de algún modo, en los fundamentos de estas prácticas, pero creo que muy a menudo se lo interpreta de una manera confusa. 






Es cierto que estas prácticas, desde el Yoga hasta el Zen, son prácticas soteriológicas en algún sentido. Se habla de "salvación", se habla de "liberación". Pero es en este punto que me parece que aparece la confusión. Si atendemos a Mircéa Eliade vemos que "tanto las técnicas soteriológicas como las doctrinas metafísicas encuentran su razón de ser en el sufrimiento universal; pues no valen sino en la medida en que liberan al hombre del dolor". Hay algo cierto en esto: son las diferentes manifestaciones personales del sufrimiento que inhiere a la condición humana las que llevan a las personas a incorporar a sus vidas una práctica espiritual. Pero si hay un acuerdo en la causa (o sería mejor decir, en el motor) que lleva a la adopción de estas vías, la cosa no es tan clara en cuanto a la dirección o el sentido que se les imprime. Se busca una liberación y se ofrece un gran cambio. La ecuación parece cerrar, pero la cosa no es tan sencilla. Resulta que la persona se convierte, con mayor o menor facilidad, a un culto, a una preceptiva, a una práctica o estilo de vida, pero la conversión queda trunca. No termina de convertirse, no termina de realizar ese gran cambio que se le ofrecía como medio de liberación. El Gran Cambio (a esta altura, está claro que lleva mayúsculas) se vuelve un fin que nunca llega y hacia el que, en el mejor de los casos, se evade la imaginación en forma de esperanza. François Jullien se dedica a analizar con cuidado esta tendencia general, arraigada en la base de nuestro pensamiento, a establecer una finalidad. La teleología de Aristóteles, la escatología cristiana, y un largo camino que Jullien detecta, pasando por Hegel, hasta Freud, vuelven comprensible que la recepción de las prácticas espirituales de proveniencia oriental se dé bajo la perspectiva (apoyada por buena parte de las mismas tradiciones orientales) de la soteriología.






El Zen (volviendo al umbral de esta entrada) propone un cambio, un giro, un "desplazamiento de la conciencia"  (de nuevo, la lectura que hace Vattimo de Gadamer, de la cual nos apropiamos con afán traductorio). Pero ese cambio no es, al menos en el Zen Soto (habría que ver qué pasa en la rama Rinzai de la "iluminación súbita", de la "iluminación relámpago"), un advenimiento extático, un trance de unión mística, un cambio de una vez y para siempre, un Gran Cambio que libera definitivamente de la ilusión y del sufrimiento. Mucho más modestamente, el cambio efectivo que el Zen ofrece y realiza en la práctica, es un cambio que consiste en una aclaración progresiva, acaso sinuosa y también inestable, del cambio pequeño pero constante, de los breves cambios sucesivos. El sentido de la realización que el Zen tiene para ofrecer, en todo caso, sería más afín al de la palabra inglesa realization (como Alberto Silva sugirió en una ocasión), que mantiene su acepción performativa pero que quiere decir también "darse cuenta". El satori del Zen es ese darse cuenta. Darse cuenta, en este caso, de que lo único permanente es el cambio o, en palabras del poeta norteamericano Charles Olson, de que "lo que no cambia/ es el deseo de cambiar". Por supuesto que en el proceso vital de cada uno advienen grandes cambios (una muerte cercana, una mudanza) que son seguidos a su vez por cambios más pequeños, pero todos esos cambios, de diferentes formas y tamaños, no son más que, recurriendo a la imagen del cielo, como nubes que pasan, que toman distintas formas, que producen precipitaciones, tormentas, claridad, luz, en fin, cambios climáticos.
Seguro que es liberadora, en algún sentido, esa comprensión (o realización) progresiva que pone en marcha (o que realiza) y que acompaña el Zen, pero lo es en un sentido débil, no definitivo. La vida o la vía se presenta así como un camino sin fin. No hay una finalidad, sólo "ganas de cambiar".





sábado, 28 de mayo de 2011

LA MÚSICA EXTREMADA (E. Parker, S. Lacy, L. Coxhill)


Hay otro blog que viene funcionando mudamente. Como el dedo zen que apunta a la luna, voy a empezar a señalar las entradas (más esporádicas) del otro blog, como si fuera una sección de este. El otro, sonoro, lleva por nombre un verso de Fray Luis de León, de su célebre oda al organista Francisco de Salinas: la música extremada. La primeras estrofas del poema:

El aire se serena
y viste de hermosura y luz no usada,
Salinas, cuando suena
la música estremada,
por vuestra sabia mano gobernada.

A cuyo son divino
el alma, que en olvido está sumida,
torna a cobrar el tino
y memoria perdida
de su origen primera esclarecida.

Y como se conoce,
en suerte y pensamientos se mejora;
el oro desconoce,
que el vulgo vil adora,
la belleza caduca, engañadora.

Traspasa el aire todo
hasta llegar a la más alta esfera,
y oye allí otro modo
de no perecedera
música, que es la fuente y la primera.

(...)

Esta vez el otro blog ofrece un disco de tres grandes saxos sopranos de la música improvisada: Evan Parker, Lol Coxhil y Steve Lacy. Juntos, los tres, en sesiones en vivo. Por las dudas, acá va una muestra de lo que hacen esto "tres tipos":





martes, 24 de mayo de 2011

LA MONTAÑA SAGRADA




1. Un monje de Athos

Tengo buenos recuerdos de Monte Athos, adonde Roland Barthes nunca estuvo. Lamentablemente, para el tiempo de mi estadía en Athos (tres noches, cada una en un monasterio diferente) aún no había leído sobre el fantasma idiorrítmico del seminarista del "vivir juntos", así que no puedo contentarme con la idea de haber llevado, lectura mediante, algo de él a la Montaña Sagrada. Me gustaría hacerlo alguna vez, volver a Athos.
En Athos saqué pocas fotos. Había escuchado que las fotos molestaban a los monjes y quise retribuir con discreción la hospitalidad que recibía gratuitamente de ellos. Sólo saqué una foto de un monje, el último día. Aparece de espaldas: se va caminando por una estrecha calle de Karyes, la zona administrativa que apenas interrumpe la naturaleza hiperbólica de la península, como lo hace cada tanto y de manera breve aunque rotunda algún monasterio. El monje se aleja. De espaldas, el hábito negro, largo, vuelve imposible precisar de qué monje se trata, es sólo uno, un monje de Athos. El género de su vestido lo vuelve genérico. Se podría pensar que ese monje es todos los monjes, siendo así que en esta foto aparece el monje viejo al que acompañé a mirar la puesta del sol y que, en la penumbra, me decía en un inglés de tono ruso: "the breathing, is beautiful", el otro monje que me ofrecía café y me hablaba de Kant, los monjes que cantaban en griego durante las oscuras horas de la liturgia (entre las cuatro y las seis de la mañana) en el ambiente de velas e incienso de los recintos superpoblados de íconos de las iglesias antiguas, el monje que cortaba el pasto, el que cosechaba aceitunas y el que me dijo que mejor pernoctara ahí porque si seguía por el camino de montaña no iba a llegar al siguiente monasterio antes de que se hiciera de noche. Un monje que se aleja, seguido por un gato. Podría ser el último monje de Athos, lo cual es casi como decir el último monje del mundo. Está a punto de desaparecer de la vista. Va a quedar una calle vacía. Pero de pronto el observador cambia de posición y se descubre su presencia, la presencia del observador que avanza por esa calle vacía hacia su propia desaparición.







2. Una espiritualidad escindida

No es novedad la ausencia de monjas en Athos (para los que no están anoticiados, en Athos está prohibida la presencia de mujeres desde hace diez siglos, cuando a un monje se le apareció en sueños María pidiéndole que no hubiera otra mujer más que ella en la península, y la restricción es estricta). Pero al mismo tiempo no deja de ser notable para el visitante el hecho de que no sólo no haya mujeres visitantes o que no haya monjas que anden de acá para allá como los monjes ocupándose de los asuntos diarios (el ora et labora se cumple en Athos al pie de la letra) sino sobre todo cómo se siente esa carencia de lo femenino en la espiritualidad de la Montaña. Una espiritualidad escindida, aunque no por eso deje de ser sublime. Sin dudas es una carencia, sin dudas la incorporación de mujeres expandiría la situación espiritual de la ortodoxia macedónica, que en su pretendido retiro de lo mundano no llega a tomar en cuenta que, de hecho, las condiciones temporales alcanzan la península y que, si bien hace diez siglos pudo haber sido natural consagrar el suelo a la presencia divina de María, vale decir, a su presencia exclusiva (que excluye), hoy las condiciones están dadas para que María, en el caso de que vuelva a aparecer, pueda dar a entender, en sintonía con la historia, que el puerto de Daphne (así se llama, y cómo podría no tener nombre femenino un puerto?) está abierto para recibir a monjas y laicas que con su presencia no harían más que glorificar a la Madre de Dios.
Dicho esto, no puedo dejar de decir lo contrario. Athos es un reducto en el mundo, una minúscula península que desde hace una decena de siglos mantiene una vida cenobítica e incluso, aunque más reducida, una vida eremítica como en ninguna otra parte del mundo cristiano o del mundo a secas. Y me sale decir: déjenlos. Son anti históricos? Puede ser, así son ellos. Dejemos que hagan sus propias reglas, que hagan lo que quieran en esa porción del mundo, por qué no donarles esa porción del mundo sin pedir nada a cambio? Por otra parte, esa regulación en la que queremos intervenir (antes vayamos a revisar nuestra propia regla) se traduce en una vida tranquila, en contacto permanente y en mayor o menor armonía con la naturaleza silvestre, en oración, trabajo y contemplación. Veo cómo esta postura parece ser completamente reaccionaria, pero en todo caso no es una postura del todo estable, son pensamientos que surgen de una experiencia mínima y que ahí se quedan.
Como nota al pie del asunto del Avaton (este es el nombre de la prohibición), son interesantes las pocas anécdotas que incluyen mujeres en Athos. En el siglo XIV, la mujer del zar serbio, Helena de Bulgaria, fue llevada a la península para ser protegida de la plaga, pero durante su estadía no tocó el suelo: era llevada a upa. Fueron recibidas refugiadas durante la Guerra de Independencia de Grecia y refugiadas judías durante la segunda guerra mundial (Hitler había firmado una carta oficial en la que aseguraba no intervenir en la península). Y en 1929 Aliki Diplaraku, Miss Europa ese año, se disfrazó de hombre para colarse en Athos: su entrada fue discreta, su salida escandalosa.






3. El mar, el cielo, la montaña

Athos es una península, pero no está permitido llegar a ella por tierra. Hay que cruzar en un barco que sale a la madrugada del pueblo costero y mundano (es un centro vacacional) de Ouranopolis. Padre e hijo, Urano y Okeanos, a veces no llegan a diferenciarse en el horizonte más que por un trazo que parece de acuarela. Y la madre? La madre es la Montaña, Gea, rocosa, terrenal y sagrada.










5. Entrada sin puerta





miércoles, 11 de mayo de 2011

HAINO PROFANADO




Encontré en youtube algunos videos de un concierto que dio Keiji Haino el abril pasado en el Cafe OTO de Londres. Deben haber sido excelentes las dos presentaciones (solo, con Voltiguers y con Peter Brötzmann), de las que sólo nos llegan estos videos fragmentarios. Esta es nuestra situación: nos llegan muestras erráticas que dan cuenta más de la subjetividad de la mirada (el pulso asociado a la situación emotiva, la calidad de la imagen asociada a cierto nivel adquisitivo, los encuadres al punto de vista) de la persona que presenció el concierto que del concierto mismo (del cual no conocemos la estructura o la duración, por ejemplo). Evidentemente, hay un problema de formatos. Se puede salvar el problema del CD: es cierto que cambian las condiciones de escucha de un CD bajado en el contexto del fuera de contexto de Internet (ni hablar de la pobreza a la que uno se termina acostumbrando en cuanto a la calidad del audio), pero en definitiva se sigue conservando el mismo material (el disco, con sus temas) aunque cambie el soporte (en realidad, no creo que sea el mismo material, pero eso es otra historia). Ahora bien, el conflicto es mayor cuando tenemos que conformarnos con esos recortes-migaja que algún espectador generoso (al que agradecemos, por supuesto) decidió registrar y subir, con mayor o menor (en general menor y muy menor) cuidado por la calidad de su registro. Uno se puede preguntar cuál es el límite aceptable de semejante profanación (en otra entrada Giorgio Agamben va a aclarar este punto). Por otra parte, no es Internet un terreno propicio para este tipo de música que se dio en llamar free improvisation (otra discusión: Haino hace free improvisation?)? Al menos la palabra "free" abunda en los pagos virtuales. Acaso se trate de la buena y la mala cara de lo mismo: podemos bajar discos que de otra manera nos serían inaccesibles, podemos ver conciertos que tienen lugar muy lejos de nosotros, pero las condiciones de ese material que nos llega son siempre incompletas. Ahora bien, por más que uno haga y se haga preguntas, ¿quién va a dejar de hacerse de este material precioso, aún cuando de principio a fin haya una insatisfacción de fondo que momentáneamente el artista nos hace olvidar?







lunes, 9 de mayo de 2011

UNA SOLA ROSA




¿Cuál es el sonido del aplauso de una sola mano?

Lo que en esencia afirma el zen es que la explicación de la realidad verdadera resumida por el Buda en el sermón sobre las Cuatro Nobles Verdades es algo muy inferior al tesoro de la indescriptible iluminación. En consecuencia, el laborioso tránsito del Óctuple Camino, a la espera de que algún día llegue el despertar, no es tan importante como meditar desinteresadamente sobre hechos nimios o hechos esenciales, que en esencia son lo mismo. No ha de haber sido muy distinta la disposición que llevó a T. S. Eliot a escribir hace unas décadas en Inglaterra: 
...Le dije a mi alma: permanece tranquila y aguarda sin esperanza, pues la esperanza sería esperar en el extravío...

El Zen afirma que los elementos esenciales para el éxito de la meditación son una gran fe, una gran duda y una gran determinación. Estos tres pilares sostienen el kenshogodo: la posibilidad de mirar un geranio, por ejemplo, y descubrir que, aunque no haya más que eso, un geranio, en él está la condición entera de la realidad y la vida. Acaso no estemos separados de esta posibilidad por un trabajoso aprendizaje cultural. Acaso para nosotros, en esta lejana parte del mundo, se abran a veces intuiciones parecidas. No es improbable que la llave esté en la rosa de Rilke, o en lo infinito de un grano de arena cantado por William Blake, ese poeta romántico persuadido de que el cielo y el infierno eran aspectos de una misma cosa: la indescriptible fuerza de la vida.

Marcelo Cohen, Buda




Una sola rosa es todas las rosas
y es ésta; el irremplazable,
el perfecto, el dócil vocablo
que encuadra el texto de las cosas.

Cómo decir alguna vez sin ella
lo que fueron nuestras esperanzas,
y las tiernas intermitencias
en nuestro continuo viaje.

Rainer María Rilke

martes, 3 de mayo de 2011

TODO BIEN




1. 

Sexto Empírico había escrito que a los escépticos les había tocado solucionar el problema de la felicidad, precisamente mediante una renuncia al conocimiento de la verdad. A este respecto recordaba el conocido apólogo del pintor Apeles. Éste, que no lograba pintar de manera satisfactoria la espuma que salía de la boca de un caballo, arrojó con rabia una esponja sucia de colores contra la pintura, y la esponja dejó allí una señal que parecía una espuma. Así como Apeles a través de un renuncia consiguió su propósito, el mismo modo los escépticos, renunciando a encontrar la verdad, esto es, suspendiendo el juicio, hallaron la tranquilidad.
La solución que adopta Montaigne se inspira en ésta, pero es mucho más rica en matices, más sofisticada y más articulada, y también incluye sugerencias epicúreas y estoicas. ¿Es el hombre un ser miserable? Pues bien, captemos el sentido de esa miseria. ¿Es limitado? Captemos el sentido de tal limitación. ¿Es mediocre? Captemos el sentido de dicha mediocridad. Ahora bien, si comprendemos esto, comprenderemos que la grandeza del hombre reside precisamente en su mediocridad. Este elocuente pasaje ilustra algunas de estas nociones básicas:
Los otros forman al hombre; yo lo describo, y presento un ejemplar suyo bastante mal formado, de manera que si tuviese que volver a modelarlo lo haría de veras muy diferente de lo que es. Empero, ya está hecho. Los símbolos de mi pintura, aunque cambien y varíen, son siempre fieles. El mundo no es más que un perpetuo columpio. Todas las cosas oscilan sin pausa... La constancia misma no es más que un movimiento más débil. No puedo dar fijeza a mi objeto. Éste avanza de forma incierta y vacilante, con una natural embriaguez. Yo lo tomo en este punto, tal como es, en el instante en que me intereso por él. No describo el ser. Describo el pasaje: no el pasaje desde una época hasta otra o, como dice el pueblo, de siete años en siete años, sino de día en día, de minuto en minuto. Es preciso que adapte mi descripción al momento. Podré cambiar de un momento a otro no sólo por azar, sino también intencionadamente. Se trata de registrar acontecimientos diversos y mudables, ideas inciertas y a veces contrarias: ya sea porque yo mismo sea diferente, o porque capte los objetos de acuerdo con otros aspectos y consideraciones. Hasta el punto de que quizá me contradiga, pero la verdad... jamás la contradigo. Si mi alma pudiese estabilizarse, no haría ensayos, encontraría soluciones: ella siempre está en precario, a prueba. Llevo una vida humilde y sin esplendor, pero es lo mismo. En su totalidad, la filosofía moral se aplica a la perfección de una vida común y privada, así como a una vida más rica en substancia: cada hombre lleva en sí mismo la forma completa de la condición humana.
Se aprecia con claridad, entonces, que el "conócete a ti mismo" no podrá llegar a una respuesta por la esencia del hombre, sino únicamente sobre las características del hombre individual, respuesta que se obtiene viviendo y observando cómo viven los demás, tratando de reconocerse a uno mismo reflejado en la experiencia de los otros. Los hombres son notablemente distintos entre sí, y ya que no es posible establecer las mismas normas para todos, cada uno debe construirse una sabiduría a la medida. Cada uno sólo puede ser un sabio con su propia sabiduría. No obstante, en esta búsqueda de una sabiduría a la medida del individuo, Montaigne dispone de una regla general, muy apreciada por las filosofías helenísticas: decir que sí a la vida, en cualquier circunstancia.

Giovanni Reale y Dario Antiseri, Historia del pensamiento filosófico y científico (tomo II)




2.

La anécdota sobre Apeles no sólo nos hace acordar de los procedimientos utilizados por corrientes del arte contemporáneo (la evocación de Francis Bacon en el post anterior, pero sobre todo del action painting), sino que también, y sobre todo, nos suena tan parecida a las historias del Chan y del Zen, en las que aparecen monjes o practicantes laicos muy comprometidos con la búsqueda del despertar que, tras algún desengaño, terminan comprendiendo que el camino, paradójicamente, es la renuncia a la persecución de ese (y cualquier) fin. En alguna parte Taisen Deshimaru dice: no hay que buscar el satori ni querer cortar las ilusiones. Y recuerda, precisamente una de esas historias:
"Un leñador cortaba madera en el bosque. Había oído hablar de un animal fabuloso, el animal satori. Su deseo de poseerlo era muy grande. Un día, el animal satori se presentó ante él. El leñador corrió detrás y cuál no fue su sorpresa al oír una voz que le decía: "No me poseerás porque deseas tenerme". El leñador volvió a su trabajo; ya había olvidado completamente el suceso cuando un día el animal satori se le presentó en el momento en que, concentrado en su trabajo, derribaba un árbol. El animal cayó aplastado".




3. 

De F. Jullien, de su Nutrir la vida (Más allá de la felicidad), hago una transcripción muy fragmentaria del largo argumento que apunta a la superación de la felicidad como fin:

"Toda persecución de un objetivo y búsqueda de una finalidad, aunque sea el Fin de la felicidad, conllevan un gasto de vitalidad".

"El pensamiento de la felicidad forma parte de un fenómeno de fijación (en el sentido analítico: nos hemos detenido en él y no nos despegamos más), implica una concepción, si no disyuntiva al menos adversativa (felicidad contra infelicidad), supone una ruptura, en todo caso una disociación (entre búsqueda y satisfacción), y, sobre todo, se inserta definitivamente en un pensamiento de la finalidad (la felicidad, se dice desde siempre, es el fin supremo), cuya coagulación vemos disolverse en el pensamiento chino, al punto de que se halla dispensado de él. E incluso tal vez también, confieso, en el propio espíritu, cuanto más se lo ha frecuentado. "Nutrir la propia vida" abre otra posibilidad además de la felicidad, porque nutrir corresponde a una lógica de afinación-transformación que se desarrolla más allá de la búsqueda y la captación".

"Cuando familiarmente se dice "todo bien", sin nada más para agregar, o más bien sin tener necesidad de decir algo más, se comparte implícitamente una lógica del pasaje o de lo "vivible/viable" que no es necesario subrayar, ya que se sabe que la connivencia de entrada es compartida".

"Fin y felicidad: el vínculo está anclado en el pensamiento europeo y ha generado interminablemente una tradición, ha hecho de ella su suelo, su base, forma un pliegue sobre él. Sobre ella se abre y se cierra la Ética Nicomaquea de Aristóteles (libro I y X), haciendo su articulación anhipotética, más allá de la cual, por consiguiente, no imagina remontar, no piensa cuestionar. Sin embargo, en ese aspecto Freud le pisa los talones a Aristóteles (...). Uno concibe la felicidad según la función propia del hombre y, por ende, en relación con su capacidad más elevada, la razón (de allí que la felicidad es contemplación); el otro, en cambio, y reactivamente, según el programa del principio del placer".

"Por otra parte, me parece extraño que el pensamiento europeo haya podido despegare de la finalidad a mayor escala y como a distancia, por ejemplo liberando el pensamiento de la naturaleza (en el Renacimiento, permitió de ese modo el auge de la física mecanicista); o, más recientemente, el pensamiento de la Historia (que puso término así a la espera del paraíso, en la tierra como en el Cielo, y a las reconciliaciones extáticas), pero no en el análisis de lo más íntimo y fundamental, donde esa vocación de finalidad sigue estando incrustada y sirve interminablemente como engranaje de la explicación psicológica".

"Lo que caracteriza a un proceso y vuelve decisivo su pensamiento, al punto de que verdaderamente establece un corte en la historia de la filosofía, es que escapa al pensamiento de la finalidad: un proceso no apunta a nada, no tiende hacia un fin que conduce su desarrollo (por lo que se distingue cabalmente del ser en potencia de Aristóteles), sino que por su regulación se mantiene, prosigue -el proceso continúa".

"Un proceso no conduce a, sino que llega a, y se mide por su resultado. Por ello, conviene pensar la vida en función de esa categoría, das Leben als Prozess [la vida como proceso], decía Hegel. Por ello también, cuando reintroducen la finalidad (cuando son ellos los que promueven el pensamiento del proceso, y esto es válido tanto para Freud como para Hegel), me parece que los pensadores europeos se reinstalan en esquemas metafísicos, arquitectónicos y legitimadores que los hacen desviar de lo que, sin embargo, lograban analizar de la Historia o de la vida psíquica".

"El éxito es del orden, no de la finalidad, sino del resultado, como el fruto maduro que está listo para caer".

"A la preocupación griega del telos y la finalidad, el pensamiento chino opone el pensamiento de lo que yo llamaba el ser en fase, solución lograda sobre todo porque no sólo no es objeto de finalidad, sino que también se deja olvidar. "Hacer olvidar el pie es la adecuación del calzado [...] Procurar que haya adecuación y que ya no haya no adecuación es la adecuación que hace olvidar la adecuación" (cap.19:662)."

"De la reabsorción de la finalidad en una lógica de la consecuencia ha resultado la reducción de la idea de la felicidad."