martes, 3 de mayo de 2011

TODO BIEN




1. 

Sexto Empírico había escrito que a los escépticos les había tocado solucionar el problema de la felicidad, precisamente mediante una renuncia al conocimiento de la verdad. A este respecto recordaba el conocido apólogo del pintor Apeles. Éste, que no lograba pintar de manera satisfactoria la espuma que salía de la boca de un caballo, arrojó con rabia una esponja sucia de colores contra la pintura, y la esponja dejó allí una señal que parecía una espuma. Así como Apeles a través de un renuncia consiguió su propósito, el mismo modo los escépticos, renunciando a encontrar la verdad, esto es, suspendiendo el juicio, hallaron la tranquilidad.
La solución que adopta Montaigne se inspira en ésta, pero es mucho más rica en matices, más sofisticada y más articulada, y también incluye sugerencias epicúreas y estoicas. ¿Es el hombre un ser miserable? Pues bien, captemos el sentido de esa miseria. ¿Es limitado? Captemos el sentido de tal limitación. ¿Es mediocre? Captemos el sentido de dicha mediocridad. Ahora bien, si comprendemos esto, comprenderemos que la grandeza del hombre reside precisamente en su mediocridad. Este elocuente pasaje ilustra algunas de estas nociones básicas:
Los otros forman al hombre; yo lo describo, y presento un ejemplar suyo bastante mal formado, de manera que si tuviese que volver a modelarlo lo haría de veras muy diferente de lo que es. Empero, ya está hecho. Los símbolos de mi pintura, aunque cambien y varíen, son siempre fieles. El mundo no es más que un perpetuo columpio. Todas las cosas oscilan sin pausa... La constancia misma no es más que un movimiento más débil. No puedo dar fijeza a mi objeto. Éste avanza de forma incierta y vacilante, con una natural embriaguez. Yo lo tomo en este punto, tal como es, en el instante en que me intereso por él. No describo el ser. Describo el pasaje: no el pasaje desde una época hasta otra o, como dice el pueblo, de siete años en siete años, sino de día en día, de minuto en minuto. Es preciso que adapte mi descripción al momento. Podré cambiar de un momento a otro no sólo por azar, sino también intencionadamente. Se trata de registrar acontecimientos diversos y mudables, ideas inciertas y a veces contrarias: ya sea porque yo mismo sea diferente, o porque capte los objetos de acuerdo con otros aspectos y consideraciones. Hasta el punto de que quizá me contradiga, pero la verdad... jamás la contradigo. Si mi alma pudiese estabilizarse, no haría ensayos, encontraría soluciones: ella siempre está en precario, a prueba. Llevo una vida humilde y sin esplendor, pero es lo mismo. En su totalidad, la filosofía moral se aplica a la perfección de una vida común y privada, así como a una vida más rica en substancia: cada hombre lleva en sí mismo la forma completa de la condición humana.
Se aprecia con claridad, entonces, que el "conócete a ti mismo" no podrá llegar a una respuesta por la esencia del hombre, sino únicamente sobre las características del hombre individual, respuesta que se obtiene viviendo y observando cómo viven los demás, tratando de reconocerse a uno mismo reflejado en la experiencia de los otros. Los hombres son notablemente distintos entre sí, y ya que no es posible establecer las mismas normas para todos, cada uno debe construirse una sabiduría a la medida. Cada uno sólo puede ser un sabio con su propia sabiduría. No obstante, en esta búsqueda de una sabiduría a la medida del individuo, Montaigne dispone de una regla general, muy apreciada por las filosofías helenísticas: decir que sí a la vida, en cualquier circunstancia.

Giovanni Reale y Dario Antiseri, Historia del pensamiento filosófico y científico (tomo II)




2.

La anécdota sobre Apeles no sólo nos hace acordar de los procedimientos utilizados por corrientes del arte contemporáneo (la evocación de Francis Bacon en el post anterior, pero sobre todo del action painting), sino que también, y sobre todo, nos suena tan parecida a las historias del Chan y del Zen, en las que aparecen monjes o practicantes laicos muy comprometidos con la búsqueda del despertar que, tras algún desengaño, terminan comprendiendo que el camino, paradójicamente, es la renuncia a la persecución de ese (y cualquier) fin. En alguna parte Taisen Deshimaru dice: no hay que buscar el satori ni querer cortar las ilusiones. Y recuerda, precisamente una de esas historias:
"Un leñador cortaba madera en el bosque. Había oído hablar de un animal fabuloso, el animal satori. Su deseo de poseerlo era muy grande. Un día, el animal satori se presentó ante él. El leñador corrió detrás y cuál no fue su sorpresa al oír una voz que le decía: "No me poseerás porque deseas tenerme". El leñador volvió a su trabajo; ya había olvidado completamente el suceso cuando un día el animal satori se le presentó en el momento en que, concentrado en su trabajo, derribaba un árbol. El animal cayó aplastado".




3. 

De F. Jullien, de su Nutrir la vida (Más allá de la felicidad), hago una transcripción muy fragmentaria del largo argumento que apunta a la superación de la felicidad como fin:

"Toda persecución de un objetivo y búsqueda de una finalidad, aunque sea el Fin de la felicidad, conllevan un gasto de vitalidad".

"El pensamiento de la felicidad forma parte de un fenómeno de fijación (en el sentido analítico: nos hemos detenido en él y no nos despegamos más), implica una concepción, si no disyuntiva al menos adversativa (felicidad contra infelicidad), supone una ruptura, en todo caso una disociación (entre búsqueda y satisfacción), y, sobre todo, se inserta definitivamente en un pensamiento de la finalidad (la felicidad, se dice desde siempre, es el fin supremo), cuya coagulación vemos disolverse en el pensamiento chino, al punto de que se halla dispensado de él. E incluso tal vez también, confieso, en el propio espíritu, cuanto más se lo ha frecuentado. "Nutrir la propia vida" abre otra posibilidad además de la felicidad, porque nutrir corresponde a una lógica de afinación-transformación que se desarrolla más allá de la búsqueda y la captación".

"Cuando familiarmente se dice "todo bien", sin nada más para agregar, o más bien sin tener necesidad de decir algo más, se comparte implícitamente una lógica del pasaje o de lo "vivible/viable" que no es necesario subrayar, ya que se sabe que la connivencia de entrada es compartida".

"Fin y felicidad: el vínculo está anclado en el pensamiento europeo y ha generado interminablemente una tradición, ha hecho de ella su suelo, su base, forma un pliegue sobre él. Sobre ella se abre y se cierra la Ética Nicomaquea de Aristóteles (libro I y X), haciendo su articulación anhipotética, más allá de la cual, por consiguiente, no imagina remontar, no piensa cuestionar. Sin embargo, en ese aspecto Freud le pisa los talones a Aristóteles (...). Uno concibe la felicidad según la función propia del hombre y, por ende, en relación con su capacidad más elevada, la razón (de allí que la felicidad es contemplación); el otro, en cambio, y reactivamente, según el programa del principio del placer".

"Por otra parte, me parece extraño que el pensamiento europeo haya podido despegare de la finalidad a mayor escala y como a distancia, por ejemplo liberando el pensamiento de la naturaleza (en el Renacimiento, permitió de ese modo el auge de la física mecanicista); o, más recientemente, el pensamiento de la Historia (que puso término así a la espera del paraíso, en la tierra como en el Cielo, y a las reconciliaciones extáticas), pero no en el análisis de lo más íntimo y fundamental, donde esa vocación de finalidad sigue estando incrustada y sirve interminablemente como engranaje de la explicación psicológica".

"Lo que caracteriza a un proceso y vuelve decisivo su pensamiento, al punto de que verdaderamente establece un corte en la historia de la filosofía, es que escapa al pensamiento de la finalidad: un proceso no apunta a nada, no tiende hacia un fin que conduce su desarrollo (por lo que se distingue cabalmente del ser en potencia de Aristóteles), sino que por su regulación se mantiene, prosigue -el proceso continúa".

"Un proceso no conduce a, sino que llega a, y se mide por su resultado. Por ello, conviene pensar la vida en función de esa categoría, das Leben als Prozess [la vida como proceso], decía Hegel. Por ello también, cuando reintroducen la finalidad (cuando son ellos los que promueven el pensamiento del proceso, y esto es válido tanto para Freud como para Hegel), me parece que los pensadores europeos se reinstalan en esquemas metafísicos, arquitectónicos y legitimadores que los hacen desviar de lo que, sin embargo, lograban analizar de la Historia o de la vida psíquica".

"El éxito es del orden, no de la finalidad, sino del resultado, como el fruto maduro que está listo para caer".

"A la preocupación griega del telos y la finalidad, el pensamiento chino opone el pensamiento de lo que yo llamaba el ser en fase, solución lograda sobre todo porque no sólo no es objeto de finalidad, sino que también se deja olvidar. "Hacer olvidar el pie es la adecuación del calzado [...] Procurar que haya adecuación y que ya no haya no adecuación es la adecuación que hace olvidar la adecuación" (cap.19:662)."

"De la reabsorción de la finalidad en una lógica de la consecuencia ha resultado la reducción de la idea de la felicidad."