domingo, 27 de noviembre de 2011

COSA EXTENSA, COSA PENSANTE



1.
El cuerpo es material. Es denso. Es impenetrable. Si se lo penetra, se lo disloca, se lo agujerea, se lo desgarra.

2.
El cuerpo es material. Es aparte. Distinto de los otros cuerpos. Un cuerpo empieza y termina contra otro cuerpo. Incluso el vacío es una especie muy sutil de cuerpo.




3.
Un cuerpo no está vacío. Está lleno de otros cuerpos, pedazos, órganos, piezas, tejidos, rótulas, anillos, tubos, palancas y fuelles. También está lleno de sí mismo: es todo lo que es.

4.
Un cuerpo es largo, ancho, alto y profundo: todo eso en más o menos gran tamaño. Un cuerpo es extenso. Toca de cada lado a otros cuerpos. Un cuerpo es corpulento, incluso cuando es flaco.

5.
Un cuerpo es inmaterial. Es un dibujo, es un contorno, es una idea.





6.
El alma es la forma de un cuerpo organizado, dice Aristóteles. Pero el cuerpo es precisamente lo que dibuja esta forma. Es la forma de la forma, la forma del alma.

7.
El alma está extendida por todas partes a través del cuerpo, dice Descartes, está enteramente en todas partes a lo largo de él, en él mismo, insinuada en él, escurrida, infiltrada, impregnante, tentacular, insuflante, modelante, omnipresente.

8.
El alma es material, de una materia completamente distinta, una materia que no tiene lugar, ni tamaño ni peso. Pero ella es material, muy sutilmente. Por eso escapa a la vista.



10.
El cuerpo es también una prisión para el alma. Allí purga una pena cuya naturaleza no es fácil discernir, pero que fue muy grave. Por eso el cuerpo es tan pesado y tan penoso para el alma. Necesita digerir, dormir, excretar, sudar, ensuciarse, lastimarse, caer enfermo.

11.
Los dientes son los barrotes del tragaluz de la prisión. El alma se escapa por la boca en palabras. Pero las palabras son todavía efluvios del cuerpo, emanaciones, pliegues ligeros del aire salido de los pulmones y calentado por el cuerpo.

Jean-Luc Nancy, de 58 indicios sobre el cuerpo


(imágenes del artista coreano Myung Keun Koh)

domingo, 20 de noviembre de 2011

LAS RANAS (en concierto)

Dejo acá la invitación (clic para agrandar) a la presentación del número 7 de Las ranas, revista dedicada a las artes, el ensayo y la traducción. Después de la presentación de este número, en la cual van a participar Martín Bauer, Mariano Etkin, Federico Monjeau y Guillermo Saavedra, va a haber un concierto en el que se va a estrenar en la Argentina la obra Piano & string quartet (que cuelgo a continuación en versión del Kronos quartet y el pianista japonés Aki Takahashi), de Morton Feldman.



viernes, 18 de noviembre de 2011

LA VERDAD DE LAS GRULLAS






La verdad de las grullas (Silver Sorgo, 2001)


Si le pido al mundo que pare y me lleve, 
tomo un sonido del aire y lo dejo caer. 
Y si la esperanza se agota al fin, 

cuando vuelva el río con sus manos nos reunirá. 


Por eso todos nos estamos mirando
en un instante, por decirlo así.


Tengo una razón para pensar en Dios y en mí,
sin embargo el cielo se cruza y no se deja saber. 
Algo que se fue sin totalmente desaparecer,
algo que es un destello que nos viene a llevar. 


Por eso todos nos estamos buscando,
es imposible sólo con la sed. 
Por eso todos nos estamos buscando, 

es imposible sólo con la sed.
 
Te espero así, en la más fuerte luz,
entre las hojas o en el aire. 
En la laguna, sin que aparezca el rey.
Ya no están aquí, como ayer, 

las cosas que perdimos,
todo quedó atrás al despertar. 


Bosque azul de la oscuridad, 
nada es imposible sin tu amor. 

Es la organización de la selva incrustada 
entre las ciudades que avanzan hasta morir. 
Por eso todos nos estamos alejando, 
en un momento por decirlo así. 

Te espero así, en la más fuerte luz,
entre las hojas, o en el aire. 

En la laguna, sin que aparezca el rey. 


Tu desilusión nació una noche de verano 
y todo esto se rompe, a la vez, al despertar. 


Bosque azul de la oscuridad, 
nada es imposible sin tu amor. 


Queda una verdad que dicen las grullas: 

no te aventures más allá del valle mortal,
dicen que se juntan allí seres humanos 

para capturarse y hacerse todo tipo de mal. 


Por eso todos nos estamos mirando
en un momento, por decirlo así. 
Por eso todos nos estamos mirando,

es imposible sólo con la sed.



sábado, 12 de noviembre de 2011

EL MAESTRO




En el tono de una conversación reciente con un amigo y en referencia a lo que alude Alberto Silva cuando dice que "zen es tu maestro", copio un fragmento de De magistro ("El maestro o sobre el lenguaje"), un texto de Agustín de Hipona en el que, en diálogo con su hijo, nos ofrece una manera de entender el aprendizaje como una tarea de la cual es responsable, en última instancia, sólo aquél que quiere aprender y no quien, según Agustín, es mal llamado maestro. ¿Quién es tan estúpido para querer aprender lo que el maestro piensa?, se pregunta Agustín. Las palabras que el aprendiz recibe no resultan sino una especie de estímulo para que éste aprenda, en definitiva, por sí mismo. Sólo haciendo por cuenta propia la experiencia del conocimiento ("experiencia de sentido", dice Jean-Luc Nancy; "experiencia de verdad", Gianni Vattimo) se puede aprender. Eso sí, la referencia a lo que Agustín llama "maestro exterior" (un paisaje, una persona, unas palabras) no es accesoria, más bien se vuelve indispensable para ayudar a prender la lamparita.

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Cuando las palabras son recibidas en el oído de quien las conocía, puede este saber que quien habla ha pensado sobre las cosas que aquéllas significaban. Cabe, sin embargo, preguntarse si con eso mismo aprende también si dijo la verdad, que es lo que aquí se pregunta.
¿Tienen por profesión los maestros que sean percibidos y retenidos sus pensamientos, y no las mismas disciplinas que piensan transmitir hablando? En efecto, ¿quién es tan estúpidamente curioso que envíe a su hijo a la escuela para que aprenda lo que el maestro piensa?
Por el contrario, una vez que los maestros han explicado con palabras todas esas disciplinas que profesan enseñar, e incluso las relativas  la misma virtud y la sabiduría, aquellos que se llaman discípulos se preguntan a sí mismos si se les ha dicho la verdad; y lo hacen contemplando, en la medida de sus fuerzas, aquella verdad interior, pues es entonces cuando aprenden. Y, cuando han comprobado en su interior que lo dicho es verdadero, lo alaban, sin darse cuenta de que no alaban tanto a los que enseñan cuanto a los enseñados; y eso, suponiendo que aquéllos sepan lo que enseñan.
Se equivocan, en cambio, los hombres llamando maestros a los que no lo son, debido a que casi nunca media un intervalo entre el momento de la locución y el del conocimiento. Y, como aprenden en su interior inmediatamente después de la alocución del que diserta, juzgan que han aprendido de aquel que exteriormente les ha enseñado.

Agustín de Hipona, De magistro