martes, 30 de octubre de 2012

LA SIESTA DEL DOMINGO




Entreabierto a las miradas, el pulcro panteón donde reposan, unos frente a otros, los miembros de una familia.
El sol que cae casi a plomo, penetra sin embargo en el inmóvil grupo. Aquí, a la izquierda y por poco en el suelo, el padre. Sobre esa oscura encina, la madre. En el tercer estante, el más joven de los hijos, muerto joven. A la derecha, las muchachas, muertas de muchos años. En lo que es el piso, si se levantara de su argolla la losa, se vería reposar, en el fervor de la penumbra, con los amigos que más tarde fueron sus cuñados, los restantes hijos varones repitiendo el prolijo conjunto de arriba.
Pero hay una repetición más densa en la muerte: los hermanos mayores vivieron, aún solteros, apartados de la casa por un enorme patio, hermoso como un bosque. En esas habitaciones recibían amigos, tenían una guitarra.
Ahora, entre ellos mismos en severo desnivel, y debajo de los padres, de las buenas hermanas, de su hermano más joven, descansan. Se diría que allá abajo, ocultos por la pesada losa como antes por el bosque, siguen conspirando hermosuras, siguen fuertes en la cacería nocturna, ajenos a la severidad paterna, a la inocencia pacífica, al candor de los blanquísimos paños bordados.
Hay una repetición en la muerte. También la casa, cuando todos ellos estaban en la tierra, permanecía abierta, y con los días festivos hasta el humo de la chimenea despachaba limpieza. Ahora que la muerte recata la puerta y la entreabre sólo, todos duermen la siesta campesina.

(Arnaldo Calveyra, Iguana iguana, 1985)


domingo, 28 de octubre de 2012

EL OCASO DE LA LUNA




IL TRAMONTO DELLA LUNA  (Canto XXXIII) -Giacomo Leopardi-

Como en noche callada,
sobre el campo argentado y la laguna,
donde aletea el céfiro
y mil aspectos vagos
y objetos engañosos
fingen lejanas sombras
en las ondas tranquilas,
en setos, lomas, villas y ramajes,
junto al confín del cielo,
tras de los Alpes o del Apenino
o del Tirreno en lo hondo,
cae la luna, y el mundo palidece;
las sombras huyen, y una
oscuridad envuelve monte y valle;
ciega la noche queda,
y, cantando con triste melodía,
la última luz del fugitivo astro
que fue su guía hasta ahora
saluda el carretero en su camino,

así también se aleja
y la vida abandona
la juventud. En fuga
van sombras y ficciones
de agradables engaños; se disipa
la lejana esperanza
en que mortal Natura se sustenta.
Abandonada, oscura
queda la vida. En ella la mirada
pone en vano el confuso caminante,
en busca de un sendero que le lleve
a una meta; y comprende
que en la mansión humana
en un extraño ya se ha convertido.

Harto alegre y dichosa
nuestra mísera suerte
pareciera, si el juvenil estado,
en donde un goce es fruto de mil penas.
durase todo el curso de la vida.
Dulcísimo decreto
el que a todo animal condena a muerte,
si en medio del camino
no surgiesen dolores
aun más terribles que la muerte misma.
De mentes inmortales
hallazgo digno, extremo
de todo mal, fue para los eternos
la vejez, donde se halla
intacta el ansia, la esperanza extinta,
secas las fuentes del placer, las penas
So mayores siempre, sin hallar ventura.

Llanuras y colinas,
caído el esplendor que al occidente
el velo de la noche plateaba,
huérfanas largo tiempo
no quedaréis, que por el otro lado
pronto veréis el cielo
de nuevo clarear, surgir la aurora,
y el sol apareciendo detrás de ella
y fulgurando en torno
con poderosos rayos,
de lúcidos torrentes
os bañará, ya los etéreos campos.
Mas la vida mortal, cuando se extingue
la hermosa juventud, no se ilumina
jamás con otras luces ni otra aurora.
Viuda será hasta el fin; oscura noche
que a las otras edades
marcan los dioses como sepulturas.

(Trad: Diego Navarro)


miércoles, 24 de octubre de 2012

ADIÓS



(Ana Prada, 2009)

lunes, 8 de octubre de 2012

NUBES IV





Esta vez las nubes pertenecen a la serie Equivalent (1925-1931) del fotógrafo estadounidense Alfred Stiegliz. Y la canción que se cuela entre ellas es Nuvole bianche, del italiano Juri Camisasca, un músico  único en su género, no tanto por su música (un pop bastante convencional) sino por el estilo de vida que lleva. Después de participar durante los primeros años setentas de la vanguardia musical italiana (junto a Franco Battiato y Lino "Capra" Vaccina, entre otros), Camisasca decidió retirarse a un convento benedictino en el que vive dedicando sus horas a la oración, el estudio, el trabajo y la pintura de íconos al estilo bizantino. Desde entonces, la aparición de unos pocos discos de "musica leggera" (con muchos años de distancia entre sí) convive con la vida monástica. El tema sigue pertenece a su tercer disco, Il carmelo di Echt.









Nuvole bianche (Juri Camisasca, Il carmelo di Echt, 1991)

Nubes blancas veloces en el viento
atraviesan los mares de la relatividad,
las asociaciones habituales de la mente,
las exigencias heredadas de la antigüedad,
los clamores cotidianos de las metrópolis
que anulan los sentidos.
Nubes blancas atraviesan constelaciones de cemento.









Viajan en las alturas encima del magistral,
más allá de los horizontes de la vanidad.
Entendieron que las artes marciales
no liberan el éter del corazón
y de la falsedad de los placeres clandestinos
de un Occidente en el imperio del olvido.
Nubes blancas viven en las antípodas
del dios de la ciudad del yo.

Nubes se desarrollan y después se dispersan,
nubes, viven en el mundo pero no son del mundo.










Desde las llanuras suben al templo
y arriban en un instante a la totalidad.
Temporales y novilunios en filigrana
observan y contemplan desde la unidad.
Indicadores de paz anónimos de nuestro hemisferio.
Nubes blancas sin raíces en la vertiente del silencio.
Nubes se desarrollan y después se dispersan,
nubes, viven en el mundo pero no son del mundo.












jueves, 4 de octubre de 2012

NUBES III

(fragmentos subrayados del capítulo "Las nubes" del libro "El aire y los sueños" de Gaston Bachelard)


 (Hiro Yamagata)




Las nubes son los objetos de un onirismo en pleno día.
Ningún soñador le atribuye a las nubes el grave significado de los otros "signos" del cielo. El ensueño de las nubes es un ensueño sin responsabilidad.





(Ferdinand Hodler)



Se las sueña como una leve guata que se trabaja ella misma.
El soñador tiene siempre una nube que transformar. La nube nos ayuda a soñar la transformación.
El soñador es el profeta del minuto. Nuestro deseo imaginario se aferra a una forma imaginaria henchida de una materia imaginaria.
El sueño "pone manos a la obra". J. Supervielle tiene el don de acariciar las nubes:
     Las manos dieron su nombre al sol, al hermoso día,
     llamaron "temblor" a esa ligera duda
     que les venía desde el corazón humano al otro extremo de las venas cálidas.

La mano no es necesariamente terrestre, no está necesariamente ligada a la geometría del objeto tangible, próximo, resistente. 

Georg Sand, La hiladera de nube: llegar a tejer tan finamente como las nubes que suavizan y tamizan la luz del cielo.

La hilandera de Paul Valéry: Un tallo donde el viento vagabundo reposa

Eluard: "Vemos con frecuencia nubes sobre la mesa".

La primera tarea del poeta consiste en desanclar en nosotros una materia que quiere soñar.





(Odilon Redon)




La nube, movimiento lento y redondo, movimiento blanco, movimiento que se derrumba sin ruido, conmueve en nosotros una vida de imaginación blanda, redonda, pálida, silenciosa, en copos...

A la larga, nada puede resistir a la invitación al viaje de las nubes que, pacientemente, pasan y pasan muy alto en el cielo azul.





(María Antonia Dans Boado)




Le parece al soñador que la nube puede arrastrarlo todo: el dolor, el metal y el grito. El olor de la "fresa de los bosques", pregunta Supervielle: 
     ¿Cómo llevárselo cuando sólo se es una nube
     con los bolsillos rotos?





(Miró Mainou)




Una nube tenebrosa basta para hacer pesar la desgracia sobre todo el universo. La nube pesada es sentida como un mal del cielo.





(Jules Dupré)




En su aspecto imaginario positivo, la función de la imaginación de las nubes es una invitación a subir. William Blake: la nubecilla le dice a la Virgen: "Cuando desaparezco es para entrar en una vida doble, en paz y santos éxtasis".
El alma que sueña ante la nube ligera recibe a la vez la imagen material de una efusión y la imagen dinámica de una ascensión. Es verdaderamente la imagen de la sublimación absoluta. Es el viaje supremo.





(František Kupka)




La contemplación de las nubes nos pone delante de un mundo donde hay tantas formas como movimientos; los movimientos le dan formas, las formas están en movimiento y el movimiento las deforma siempre. Es un universo de formas en continua transformación.

Baudelaire: "ante esas magias líquidas o aéreas, no se me ocurre quejarme una sola vez de la ausencia del hombre".






 (William Turner)




Una literatura que concediera primacía a las imágenes, y no a las ideas, nos procuraría un tiempo para vivir tan grandes metamorfosis. El deseo de filosofar, de manejar los símbolos intelectualizados, no deja al poeta el ocio que necesita para vivir oníricamente sus imágenes. Nos escamotea las impulsiones iniciales de su ensoñación. Sin embargo, el momento en que el sueño nos desancla de la realidad es el más provechoso.