miércoles, 26 de octubre de 2011

UNA CREADORA APROPIACIÓN




La pregunta por la relación con la tradición (propia o apropiada) me parece crucial, no sólo en lo que respecta a las implicaciones que podría tener una conducta cultural vinculante, como se dice, que se reconoce ligada a un pasado sin querer quedar sujeta a las formas anquilosadas que éste puede necesitar adoptar para volverse reconocible como tal. También la pregunta está referida, ineludiblemente, a una forma de estar en el mundo más inmediata o más íntima, una manera de reconocer la propia situación y poder asumirla con propiedad y creatividad sin quedar fijado a esa forma circunstancial de lo propio como algo ya dado. Asumir la tradición creativamente, como propone Heidegger en el fragmento de Ser y tiempo que copio a continuación, podría ser asumirla en su más abierta posibilidad. Es en ese sentido que el zen, probablemente, no invita a ninguna clase de evasión, al menos en lo que respecta a la propia tradición, sino que más bien propone hacerse cargo de ella "en el sentido de una creadora apropiación", en las palabras bien orientadas (y casi orientales, aunque tal vez mal traducidas) del alemán.

"La tradición, que así viene a imperar, hace inmediata y regularmente lo que "transmite" tan poco accesible que más bien lo encubre. Considera lo tradicional como comprensible de suyo y obstruye el acceso a las "fuentes" originales de que se bebieron, por modo genuino en parte, los conceptos y categorías transmitidos. La tradición llega a hacer olvidar totalmente tal origen. Desarrolla el sentimiento de que no se ha menester ni siquiera de comprender la necesidad de semejante regreso. La tradición arranca la historicidad del "ser ahí" tan de raíz, que sólo se mueve ya dentro del campo del interés por la multiformidad de los posibles tipos, direcciones, posiciones del filosofar en las más alejadas y extrañas culturas, y con este interés trata de embozar su peculiar falta de base. La consecuencia es que con todo su historiográfico interés y todo su celo por una exégesis filológicamente "positiva", el "ser ahí" ya no comprende las condiciones más elementales y únicas que hacen posible un regreso fecundo al pasado en el sentido de una creadora apropiación de él." 

Martin Heidegger, El ser y el tiempo



sábado, 22 de octubre de 2011

DECIR EL SOL SALE




“Y además, porque es agradable hablar como todo el mundo y decir el sol sale, cuando todos sabemos que es una manera de hablar. No llegar al punto de ya no decir yo, sino a ese punto en el que ya no tiene ninguna importancia decirlo o no decirlo.”
Gilles Deleuze, Félix Guattari; Rizoma

Creo que el zen no propone que seamos kamikazes del ego, como a veces se pretende. "No llegar al punto de ya no decir yo" me parece una manera orientada de expresarlo, si es que el camino no es la negación sino el reconocimiento y la aceptación de lo que ya se es y en ello radica la posibilidad de aclarar ese ya ser, aún en su dimensión de no ser aún, es decir, como posibilidad vacante. Esto que parece enredado es una manera de decir algo que Deleuze y Guattati ya aclararon ("el sol sale") pero que, precisamente, debe mantenerse como aún no aclarado, creo, para dar lugar a otras lecturas posibles.
"No llegar al punto de ya no decir yo" ni de ya no decir otro, llegar al punto en que decirlo o no decirlo es admitir, en cualquier caso, su mutua contaminación al dejar ver su respectivo condicionamiento, su carácter condicional, su "como si", su condición. 
No es difícil ver una zeta de "zen" en "Rhizome", al estilo de Diego de la Vega, cuando sale la luna, que es como decir cuando sale el sol.

sábado, 15 de octubre de 2011

¿UN CUERPO IMPROPIO?

El Buda de ratán que acompaña este fragmento de Jean-Luc Nancy ("Extensión del alma") pertenece al artista camboyano Sopheap Pich.


Esto, precisamente, no es un saber: es una evidencia oscura cuya oscuridad constituye la certeza. No se trata aquí de pensar un "cuerpo propio", que de hecho no sería más que una figura del alma sola conociéndose propiamente a través de una figura extensa. Es lo contrario: el alma inextensa está entregada a la extensión que le es impropia y es su unión a esta impropiedad lo que ella concibe sin concebir y lo que ella concibe inconcebible.
Cuando peno o resoplo, cuando digiero o sufro, me caigo o salto, duermo o canto, me conozco ser únicamente eso que pena o que canta, que gesticula o que se rasca: eso, y no aquél, o al menos no como un ego distinto de cualquier otra cosa. Eso, pues, a manera de aquél, o aquél que no es más que eso.
Así, eso que conoce no es otra cosa que eso que es conocido, pero lo que así es conocido es que son justamente dos cosas distintas en una sola indistinción. Cuanto más efectiva es esa identidad, más indistinta es y hay menos propiamente que conocer. Por consiguiente, también, hay menos conocimiento de un "cuerpo propio", ya que la instancia de propiedad se desvanece. No puedo introducir esta instancia -un "yo" ["moi"] capaz de decir "mi cuerpo" o "yo soy mi cuerpo"- sin mantener el cuerpo a distancia, distinto y desunido. Y debilito así el saber evidente de la unión.

Jean-Luc Nancy, Extensión del alma

sábado, 8 de octubre de 2011

POBREZA DE EXPERENCIA / EXPERIENCIA DE POBREZA



Una pobreza del todo nueva ha caído sobre el hombre al tiempo que ese enorme desarrollo de la técnica. Y el reverso de esa pobreza es la sofocante riqueza de ideas que se dio entre la gente. O mas bien que se les vino encima al reanimarse la astrología y la sabiduría yoga, la Christian Science y la quiromancia, el vegetarianismo y la gnosis, la escolástica y el espiritismo. Porque además no es un reanimarse auténtico, sino una galvanización lo que tuvo lugar. Se impone pensar en los magníficos cuadros de Ensor en los que los duendes llenan las calles de las grandes ciudades: horteras disfrazados de carnaval, máscaras desfiguradas, empolvadas de harina, con coronas de oropel sobre las frentes, deambulan imprevisibles a lo largo de las callejuelas. Quizás esos cuadros sean sobre todo una copia del renacimiento caótico y horripilante en el que tantos ponen sus esperanzas. Pero desde luego está clarísimo: la pobreza de nuestra experiencia no es sino una parte de la gran pobreza que ha cobrado rostro de nuevo y tan exacto y perfilado como el de los mendigos en la Edad Media. ¿Para qué valen los bienes de la educación si no nos une a ellos la experiencia? Y adónde conduce simularla o solaparla es algo que la espantosa malla híbrida de estilos y cosmovisiones en el siglo pasado nos ha mostrado con tanta claridad que debemos tener por honroso confesar nuestra pobreza. Sí, confesémoslo: la pobreza de nuestra experiencia no es sólo pobre en experiencias privadas, sino en las de la humanidad en general. Se trata de una especie de nueva barbarie.

Walter Benjamin, Experiencia y pobreza (1933)


Esta vez me dispenso de comentar. Sólo subrayo la pregunta que leo: ¿puede la pobreza de la experiencia superarse si no es a través de la experiencia de la pobreza?

miércoles, 5 de octubre de 2011

TE CANTA LA ZAMBA





"Cuando encuentro una idea personal y quiero publicarla la atribuyo a algún otro y declaro: 'Fue fulano quien lo dijo, no yo' y, para que se me crea completamente, de todas mis opiniones digo: 'Las inventó fulano, no yo'. Para evitar el inconveniente de que se piense que yo, ignorante, extraje de mi propio fondo mis ideas, hago de suerte que se las crea extraídas de mis estudios árabes. (...) De  manera que no defiendo mi causa, sino que defiendo la causa de los árabes."

Esta confesión de Adelardo de Bath, filósofo y traductor del siglo XII, no se refiere sólo al delicado gesto de ceder el lugar para atribuir a otro un pensamiento que se estima propio, sino que además (si aplicamos a sus palabras el procedimiento que ellas mismas sugieren) puede dar pie a una manera filosófica de leer la filosofía (que alcanza en buena forma a Gilles Deleuze, ente otros) no atendiendo tanto a lo que un texto o un autor quieren decir, es decir, a su intención, como al efecto que producen en el dispositivo experiencial del lector. Cuando éste, además, escribe, puede valerse de aquellos textos leídos como citas a las que acude su propio texto en vistas de amplificarse a sí mismo a través de ellos (y a ellos a través de sí). Preguntar a un texto qué tiene para decirnos es una manera abierta de leer, si se entiende como abierto lo posible, lo que "todavía no" (aunque ya sea), lo que no se preocupa por probar o refutar sino sólo por resonar para vivir en lo que pueda recibir esa resonancia.
"No defiendo mi causa, sino que defiendo la causa de los árabes", dice Adelardo. Más acá, mucho más acá, Zitarrosa diría: "yo no canto por vos, te canta la zamba".

Este es Fernando Cabrera, haciendo una versión preciosa de la canción de Zitarrosa (subir volumen):