domingo, 24 de julio de 2011

LOS CHINOS DE LEIBNIZ




El primer largo capítulo con el que Fernando Tola y Carmen Dragonetti inician su Filosofía de la India está dedicado, en buena medida, a detectar los malentendidos que Hegel de alguna manera canonizó en la relación de la filosofía occidental con el pensamiento del subcontinente. Otro tanto hace Lourdes Rensoli Laliga en su traducción anotada y comentada del Discurso sobre la teología natural de los chinos de Leibniz con respecto a China. Seguramente podría rastrearse toda una tradición del malentendido en el acercamiento que hizo la filosofía occidental a oriente. Tal vez esa tarea no tendría sólo el sentido negativo de un obvio (y necesario) mea culpa, sino que podría resultar reveladora en el trabajo de autoconocimiento, si es que el malentendido termina diciendo más de uno mismo que de aquello que no se llegó a comprender. En definitiva, la historia de la filosofía podría llegar a pensarse como una historia del malentendido, y esa podría ser su feliz condición de posibilidad. O no.




Lo que sigue está citado del Discours. Es notable el esfuerzo de Leibniz por entender la no-separación de materia y espíritu.

Se puede dudar de entrada si los chinos reconocen o han reconocido las sustancias espirituales, pero después de reflexionar mucho creo que sí, aunque quizás no hayan reconocido esas sustancias como separadas y completamente independientes de la materia. Nada habría de malo en eso en cuanto a los espíritus creados, pues yo mismo tiendo a creer que los Ángeles tienen cuerpos, lo cual ha sido también el criterio de muchos antiguos Padres de la Iglesia. Soy también de la opinión de que el alma razonable jamás está despojada enteramente de todo cuerpo. Pero en cuanto a Dios, es posible que la opinión de muchos chinos haya sido otorgarle también un cuerpo, considerar a Dios como el Alma del mundo y vincularlo con la materia, como lo han hecho los antiguos filósofos de Grecia y de Asia. Haciendo ver sin embargo que los más antiguos autores de China atribuyen a Li o el primer principio la producción incluso de Ki o de la materia, no hay necesidad alguna de criticarlos, es suficiente explicarlos. Se podría persuadir más fácilmente a los discípulos de estos de que Dios es INtelligentia supramundana y por encima de la materia. Así, para juzgar que los Chinos reconocen las sustancias espirituales, se debe ante todo considerar su Li o regla, que es el primer Motor y la razón de las restantes cosas, y que yo creo que corresponde a nuestra Divinidad. Entonces, es imposible entender esto de una cosa puramente pasiva, bruya e indiferente a todo y por consiguiente sin orden, como lo es la materia. El orden, por ejemplo, no viene de la Cera, sino de aquello que la forma. También los Espíritus que ellos atribuyen a Elementos, a los ríos, a las montañas, son, o bien el poder de Dios, el cual se manifiesta en ellos, o tal vez, según el parecer de algunos, sustancias espirituales particulares, dotadas de la fuerza de actuar y de algún conocimiento, así como les atribuyen cuerpos sutiles y aéreos, como los antiguos filósofos y los Padres los atribuían a los Genios o a los Ángeles. Es por esto que los Chinos se parecen a esos Cristianos que creen que ciertos Ángeles gobiernan los Elementos y los otros grandes cuerpos. Esto sería probablemente un error, pero en nada quebrantaría el Cristianismo. Durante el predominio de los Escolásticos no se condenó a aquellos que creían, con Aristóteles, que ciertas inteligencias gobernaban las esferas celestes. Y aquellos que entre los chinos creen que sus antepasados y sus grandes hombres están entre esos Espíritus, se acercan mucho a la expresión de Nuestro Señor, que insinúa que los bienaventurados deben ser semejantes a los ángeles de Dios. Es bueno, entonces, considerar que aquellos que otorgan cuerpos a los Genios o Ángeles no niegan por esto las sustancias espirituales creadas, pues conceden almas razonables a estos Genios dotados de cuerpos, como las tienen los hombres, pero almas más perfectas, como sus cuerpos son también más perfectos. Así, el Padre Longobardi y el P. Sabattini, citado por el primero, no deben concluir, del hecho de que parece que los Chinos atribuyen cuerpos a sus Espíritus, que no reconocen las sustancias espirituales. 





miércoles, 20 de julio de 2011

LOS MANUSCRITOS DE LEIBNIZ





"A veces se me ocurren tantos pensamientos cuando todavía estoy en el lecho, que necesito emplear toda la mañana y a veces todo el día, y aún más, para ponerlos por escrito de un modo preciso". G. W. Leibniz




"La concurrencia de todos estos factores tan diversos hizo que la ora de Leibniz se fuera convirtiendo en una oceanía de papeles en su cuarto de trabajo. Tan intrincado era el desorden que a veces Leibniz prefería redactar nuevamente un trabajo científico antes que ponerse a buscarlo en lo que él llamaba orgullosamente "la mole". (...) En efecto, editar a Leibniz fue, en buena medida, penetrar en "la mole" y descifrar los manuscritos, especialmente del francés y del latín, sus dos lenguas habituales. Allí aguardaban nuevas dificultades. Es precio tener cierta familiaridad con esa letra para entenderla. Engañosamente rubricada y elegante en las versiones finales de su correspondencia, muestra en los manuscritos científico-filosóficos y particularmente en los borradores de trabajo, el grafismo diminuto del miope, complicado con la tensión del exceso de ideas. (...) Redactados en tinta hoy ya amarillenta y en ocasiones muy desleída, ofrecen a primera vista el intrincado espectáculo de una batalla inmóvil. Ninguna aspiración al primor literario suscitaba esas enmiendas volcánicas que a veces se entrelazan en un caos de tachaduras: sólo el afán de precisión, el placer de añadir joyas de luz a cláusulas generalmente demasiado concisas. La letra suele serpear por los márgenes y en ocasiones hasta llega a cubrir circularmente los espacios libres, como si evocara el disco de una característica. Es preciso hacer girar esos papeles para seguir el laberinto que brota de la inspiración feliz y también de un robusto y nunca desmentido sentido del ahorro... (...) Después de un comienzo circunspecto la escritura se enreda, crecen las correcciones, el pensamiento pugna visiblemente por encontrar su camino, se multiplican los añadidos y se hinchan los márgenes con textos nuevos, a veces también corregidos y entre cuyas líneas se pueden discernir nuevos textos en una simulación del infinito actual contendido en cada mónada (...)"

Ezequiel de Olaso, G. W. Leibniz, Escritos filosóficos


domingo, 17 de julio de 2011

CAMINO DE LA SANGRE






Copio un fragmento del artículo Sangre: una visión desde el zen, de Alberto Silva. Puede leerse entero en su fuente original
Pero antes, la canción que da título a la entrada, Camino de la sangre, del muy valioso (y silencioso) Pablo Berardi (pianista, cantor, compositor).





Sangre vivida
Hacerse presente a la propia existencia, en carne y alma. Es la vía que Maurice Merleau-Ponty sugiere para vivir el cuerpo. Recurramos a lógicas distintas, reunidas por la confluencia que se produce cuando dos vocablos extranjeros se funden, al traducirlos, en sólo uno de la nueva lengua. Nuestra palabra sangre reúne connotaciones provenientes de términos latinos bien diferenciados. Cruor designa sangre que se escapa, marcando su derrame el final de una existencia. Sanguis nombra, en cambio, sangre preservada para mantener y desarrollar vida. Ante la bifurcación de los sentidos, el archivo cultural japonés abre opciones que permiten comprender otros modos posibles de vivir la sangre.


La sangre derramada es vector de una estética japonesa perenne, la samurái, aggiornada por el novelista Yukio Mishima, quien traspasó el telón de la representación e hizo de su fantasía una cruenta realidad, mediante seppuku o suicidio ritual. Es de los pocos nipones modernos que intentó rasgar el velo de mayacon su propio cuerpo, atravesando la pantalla de la representación. Colegas suyos cometieron suicidio: Osamu Dazai, Shusaku Endo, Yasunari Kawabata; pero sólo Mishima hizo de su muerte un trance digno de la conjunción cuerpo-mente. 


Desde su best-seller inicial de 1948, Confesiones de una máscara, Mishima introdujo en su obra el leit-motiv de la sangre. Esta constituía, para él, índice fehaciente de “seguir vivo”, a pesar de tenerse por “un ser inviable” (se veía enjuto y chaparrito; le avergonzaba su bisexualidad). Dudando hasta el final entre vivir y conocer, en 1970 Mishima tomó una decisión radical: regueros de sangre brotaron de su abdomen para cerciorarlo de que era, al fin y al cabo, "un ser viviente". Le llevó 22 años completar una experiencia que, como a menudo anticipara, compendiaba su modo de buscar una obra maestra.


El zazen, meditación sentada del zen japonés, señala otro camino, bien distinto, para relacionarse con la sangre. Es cierto que también considera al cuerpo como parte indispensable del ejercicio de conocer. Pero, en marcado contraste, a cotinuación hace del comprender una opción orientada a la vida, concibiendo la circunstancia cotidiana como materia prima plausible de su pensar. ¿Cómo fluye la sangre en el curso del zazen?


Durante la meditación, la atención incursiona por las tuberías de la mente. ¿Se trata de una operación lóbrega, aceitosa? Se trata por contra de un paseo liviano y juvenil. Nadie quita momentos de pasmo, escalofrío o vértigo. Pero el zazen crea una cámara obscura donde el atento fotógrafo revela las tomas de su angustia. Y cuando la angustia desvela su sentido, brota un gozo inesperado que la mente, ¡esa estrecha!, cree extravagante, extemporáneo. No es extraño: vivir plenamente en la materialidad del propio cuerpo, suele parecerle fuera de tiempo y de lugar a la razón razonante. Su drama es ése.


Me sirvo del prefacio de Georges Bataille a su Historia del ojo, texto de 1928, reescrito y madurado en décadas siguientes, aunque oriento sus palabras en una dirección distinta a la suya. Bataille exclama: “Dios, qué triste es la sangre del cuerpo en el fondo del sonido”. Dice algo muy cierto: cuando hasta el menor ruido se acalla, quedamos confrontados al sonido. Ahora bien: ¿cuál es ese sonido propio cuando hacemos en nosotros (como busca el zazen) un silencio profundo? No es otro que el flujo rítmico de la sangre o, si se quiere, el pulso de la vida, el latir del corazón. Entonces, ¿por qué tan suave vibración Bataille la considera triste y, como agrega, "merecedora de descarga"? Llegamos al nudo de la cuestión: Bataille concibe la liberación como excreción de sustancia propia tinta en sangre. Relaciona la descarga efusiva con el tránsito que intenta desde una experiencia interior, puramente mental, hasta un cuerpo convocado al derroche de sus facultades. Bataille vive la corporalidad como acreditación de su vida: ese tramo lo recorre con Mishima. Sin embargo, llegado a la encrucijada del dolor toma, como el extranjero de Albert Camus, una senda distinta a la podíamos estar esperando: no se sacrifica. 


Tal vez una experiencia interior sin derrame ("sin destrucción", dice el patriarca Dôgen) sea posible porque, como aclara el zen, el sonido primordial de la sangre es una pauta musical necesaria para enfocar la vida: Niezsche decía que, "sin música, la vida sería un error". O porque el latido de la sangre es gozoso, un vagido que anuncia al recién nacido. O porque es salutífero, ofreciendo abundante, gratuito y continuo recomienzo de la vida a cada pulsación. La sangre, así, constituye para el zen el camino. Un camino paradójico, como el de la vida. Plenamente invisible, la sangre se vuelve aguda conciencia del tenaz empeño por existir. Tan presente a nuestros actos que acabamos considerándola lo más preciado nuestro, a saber: alegría de volver a la vida con cada latido; diapasón de nuestros actos cotidianos; sabiduría de no desperdiciar ni una gota, ajena o propia; desprendimiento por saber que, al fin y al cabo, lo vivo nunca podemos poseerlo. La sangre sólo trasunta realidad cuando circula. Y nosotros en ella.



martes, 12 de julio de 2011

SÓLO SONIDO



Me alegra poder señalar esta vez un disco muy querido. Se trata del primer trabajo discográfico que hicieron juntos el británico Keith Rowe con su guitarra intervenida y el japonés Toshimaru Nakamura con su "no-input mixing board" o mezcladora sin entrada (una mezcladora sin fuentes externas en la que el out-put va conectado al in-put generando una retroalimentación continua). Este fue uno de mis primeros discos de música improvisada. Abrió camino en la escucha al descubrimiento de una música en la que la composición y la interpretación dejan de ser momentos separados, en la que hay músicos de todas partes del mundo que toman aviones para ir a encontrarse con otros músicos en sesiones de lo que también se llamó música "no idiomática", una música en la que, como dice Toshimaru Nakamura en la entrevista que cuelgo a continuación, lo primero no es un concepto o un sentimiento sino sólo sonido.


jueves, 7 de julio de 2011

UNO QUE SABE RECITAR (John de Leo)




Si lo extremado se vuelve centro, entonces, según la nueva lógica, en los márgenes de lo extremado está lo normal, lo que se adapta a la norma (no es que en lo extremado no haya norma, está claro, pero digamos que extraña la norma cuando no establece la suya propia). De John de Leo (ex Quintorigo) habrá que decir que se ubica en ese margen de lo extremado, zona compartida con Frank Zappa y con una tradición que alcanza a Mike Patton, aunque convenga especificar, como bien hace una crítica a Vago svanendo (2007) en un sitio italiano, que “De Leo è uno che sa recitare”, y esto, creo, es así, tanto con respecto a la primera acepción que tiene el verbo recitare, evocando los modos del recitativo lírico italiano (y la recitación poética en general), como también en el sentido dramático de “representar”. Para hacer justicia contra ciertos olvidos, acá podríamos recordar a Alfredo Cohen, otro que, a su manera, también supo recitar.
No vale la pena decir casi nada sobre la música, sólo una advertencia: que la velocidad con que hacemos casi todo no alcance la escucha. En otras palabras, lleguen al final del disco. Y si no, miren:



martes, 5 de julio de 2011

NO SE TRATA SÓLO DE NOTAS




En una clase de 1980 que Deleuze dedica a Leibniz, mientras introduce el pensamiento del "primer gran filósofo alemán", se permite hacer algunas digresiones acerca de qué es la filosofía y cuál es la ocupación del filósofo.


"¿Qué crea un filósofo? Un filósofo es, para mí, alguien que crea conceptos. Esto involucra muchas cosas: que el concepto sea algo por crear, que el concepto sea el término de una creación. 
(...) El concepto de creación ha sido mucho más vinculado al arte que a la ciencia o a la filosofía. ¿Qué es lo que crea un pintor? Crea líneas y colores. Ello implica que las líneas y los colores no están dados, son el término de una creación. Lo que está dado, al límite, podremos siempre llamarlo un flujo. Son los flujos los que están dados, y la creación consiste en desglosar, recortar, organizar, conectar los flujos, de tal manera que se diseñe o se realice una creación alrededor de algunas singularidades extraídas de los flujos. 
(...) ... imaginen el flujo de pensamiento universal como una especie de monólogo interior, el monólogo interior de todos aquellos que piensan. La filosofía surge con el acto que consiste en crear conceptos. Para mi hay tanta creación en la fabricación de un concepto como en la creación de un gran pintor o de un gran músico. Podemos también concebir un flujo acústico continuo (quizá no sea más que una idea, pero poco importa si esta idea está fundada) que atraviesa el mundo y que comprende el silencio como tal. Un músico, ¿es alguien que extrae de este flujo algo: las notas? ¿Los agregados de las notas? ¿No? ¿Qué se llamará el nuevo sonido de un músico? Ustedes sienten que no se trata simplemente del sistema de las notas. Es la misma cosa para la filosofía, simplemente que no se trata de crear sonidos sino conceptos. 
No es cuestión de definir la filosofía como una búsqueda cualquiera de la verdad; y por una razón muy simple: la verdad siempre está subordinada al sistema de conceptos del que dispone. (...)
Yo reconozco el nombre de Kant no por su vida, sino por un cierto tipo de conceptos que están firmados: Kant. Desde ese momento, ser discípulo de un filósofo puede ser muy bien concebido. Si ustedes están en la situación de decirse que tal filósofo ha firmado los conceptos de los que tenéis necesidad, en ese momento serán kantianos, leibnizianos o etcétera. 
Dos grandes filósofos no están forzosamente de acuerdo el uno con el otro, en la medida en que cada uno crea un sistema de conceptos que le sirve de referencia. Entonces no se puede juzgar con el mismo rasero. También se puede no ser más que discípulo localmente, sobre tal o tal otro punto, y la filosofía despega. Ustedes pueden ser discípulos de un filósofo en la medida en que consideren que tienen una necesidad personal de este tipo de conceptos. Los conceptos son firmas espirituales. Pero no quiere decir que eso esté en la cabeza, puesto que los conceptos son también modos de vida -y no es por elección o por reflexión, el filósofo no reflexiona más o mejor que el pintor o el músico- pues las actividades se definen por una actitud creadora y no por una dimensión reflexiva. 
Desde entonces, qué quiere decir: ¿tener necesidad de tal o tal otro concepto? De alguna manera, yo me digo que los conceptos son cosas completamente vivientes, son máquinas que verdaderamente tienen cuatro patas que se agitan. Es como con un color, como con un sonido. Los conceptos son completamente vivientes, tanto que están en una estrecha relación con lo que sin embargo parece como lo más lejano del concepto, a saber, el grito. 

(...) Decir que los filósofos se contradicen es una frase endeble, es como si ustedes dijeran que Velázquez no está de acuerdo con Giotto. No es ni siquiera verdadero, es un no-sentido.


domingo, 3 de julio de 2011

CARLOS CARLÉ



Mi abuelo, Carlos Carlé (1928), es un ceramista relativamente importante en la escena ceramística europea (y no sólo, sus obras llegan a museos de Japón, Estados Unidos, Latinoamérica). Hace unos días fue invitado a participar como expositor en la bienal de Venecia. Que ese sea un motivo para que dedique a él esta entrada. Lo que sigue son obras de él que encontré en internet.