martes, 5 de julio de 2011

NO SE TRATA SÓLO DE NOTAS




En una clase de 1980 que Deleuze dedica a Leibniz, mientras introduce el pensamiento del "primer gran filósofo alemán", se permite hacer algunas digresiones acerca de qué es la filosofía y cuál es la ocupación del filósofo.


"¿Qué crea un filósofo? Un filósofo es, para mí, alguien que crea conceptos. Esto involucra muchas cosas: que el concepto sea algo por crear, que el concepto sea el término de una creación. 
(...) El concepto de creación ha sido mucho más vinculado al arte que a la ciencia o a la filosofía. ¿Qué es lo que crea un pintor? Crea líneas y colores. Ello implica que las líneas y los colores no están dados, son el término de una creación. Lo que está dado, al límite, podremos siempre llamarlo un flujo. Son los flujos los que están dados, y la creación consiste en desglosar, recortar, organizar, conectar los flujos, de tal manera que se diseñe o se realice una creación alrededor de algunas singularidades extraídas de los flujos. 
(...) ... imaginen el flujo de pensamiento universal como una especie de monólogo interior, el monólogo interior de todos aquellos que piensan. La filosofía surge con el acto que consiste en crear conceptos. Para mi hay tanta creación en la fabricación de un concepto como en la creación de un gran pintor o de un gran músico. Podemos también concebir un flujo acústico continuo (quizá no sea más que una idea, pero poco importa si esta idea está fundada) que atraviesa el mundo y que comprende el silencio como tal. Un músico, ¿es alguien que extrae de este flujo algo: las notas? ¿Los agregados de las notas? ¿No? ¿Qué se llamará el nuevo sonido de un músico? Ustedes sienten que no se trata simplemente del sistema de las notas. Es la misma cosa para la filosofía, simplemente que no se trata de crear sonidos sino conceptos. 
No es cuestión de definir la filosofía como una búsqueda cualquiera de la verdad; y por una razón muy simple: la verdad siempre está subordinada al sistema de conceptos del que dispone. (...)
Yo reconozco el nombre de Kant no por su vida, sino por un cierto tipo de conceptos que están firmados: Kant. Desde ese momento, ser discípulo de un filósofo puede ser muy bien concebido. Si ustedes están en la situación de decirse que tal filósofo ha firmado los conceptos de los que tenéis necesidad, en ese momento serán kantianos, leibnizianos o etcétera. 
Dos grandes filósofos no están forzosamente de acuerdo el uno con el otro, en la medida en que cada uno crea un sistema de conceptos que le sirve de referencia. Entonces no se puede juzgar con el mismo rasero. También se puede no ser más que discípulo localmente, sobre tal o tal otro punto, y la filosofía despega. Ustedes pueden ser discípulos de un filósofo en la medida en que consideren que tienen una necesidad personal de este tipo de conceptos. Los conceptos son firmas espirituales. Pero no quiere decir que eso esté en la cabeza, puesto que los conceptos son también modos de vida -y no es por elección o por reflexión, el filósofo no reflexiona más o mejor que el pintor o el músico- pues las actividades se definen por una actitud creadora y no por una dimensión reflexiva. 
Desde entonces, qué quiere decir: ¿tener necesidad de tal o tal otro concepto? De alguna manera, yo me digo que los conceptos son cosas completamente vivientes, son máquinas que verdaderamente tienen cuatro patas que se agitan. Es como con un color, como con un sonido. Los conceptos son completamente vivientes, tanto que están en una estrecha relación con lo que sin embargo parece como lo más lejano del concepto, a saber, el grito. 

(...) Decir que los filósofos se contradicen es una frase endeble, es como si ustedes dijeran que Velázquez no está de acuerdo con Giotto. No es ni siquiera verdadero, es un no-sentido.