martes, 25 de agosto de 2009

LEGALIDAD DEL HOMBRO

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La mayoría de nosotros somos unos maleducados. Podemos tener buenos modales y cumplir los requisitos sociales siguiendo un conjunto de leyes tácitas, pero aún sigue habiendo un aspecto de nosotros en el que no sabemos comportarnos bien. Estoy pensando en el cuerpo. Fuimos sometidos, en nuestra infancia, a una supuesta educación física, en la mayoría de los casos peligrosamente defectuosa. Afortunadamente, si queremos educar a nuestro cuerpo, estamos, la mayoría de nosotros, en una situación privilegiada porque, a diferencia de lo que ocurriría si quisiéramos emprender la tarea de (re)educar nuestra mente (sin parámetros contrastables), en este caso contamos con leyes rigurosas a las que atenernos: las leyes de la biomecánica.
Si algo aportó la tradición occidental al sistema tradicional indio que es el yoga, eso es un compendio preceptivo construido en base a estudios sólidos en anatomía, que permite adaptar el tercer miembro del ashtanga yoga (yoga de los ocho miembros), las asanas (posturas), a las leyes de la biomecánica, para ejercer de esta manera la primera yama (precepto moral), ahimsa (no violencia, no agresión) en el propio cuerpo que, en tanto continente mundano de nuestra existencia, es el primer elemento a dominar. Ajustando las asanas a las leyes de la biomecánica y adaptándolas a la condición de cada practicante, la sadhana (práctica) será más consistente y el control del cuerpo más efectivo.
Estamos hablando de practicantes de yoga, pero cualquier persona que practique algún deporte o que lleve una vida no del todo sedentaria puede, observando el cumplimiento de las leyes de la biomecánica, contribuir a la armonización de su ser con la afinación particular de una de sus partes. Y, por decirlo de manera más grosera, puede ahorrarse dolores y enfermedades que vienen como consecuencia de un cuerpo mal educado.
En el yoga, vyadhi (enfermedad o desequilibrio físico) es el primer obstáculo a superar. Iyengar compara el cuerpo con un vehículo y dice que “si el vehículo se estropea, el viajero no puede seguir adelante”. Agrega: “la salud física es importante para el desarrollo mental, pues normalmente la mente funciona a través del sistema nervioso. Cuando el cuerpo se halla enfermo o el sistema nervioso afectado, la mente se torna inquieta o permanece embotada e inactiva, y la concentración o la meditación resultan imposibles”.
En esta ocasión vamos a atender una función de la cintura escapular (el hombro). Una de sus articulaciones, la escapulohumeral, realiza, entre otros, el movimiento de flexión. En la siguiente imagen vemos a qué nos referimos cuando hablamos de una flexión a nivel de la articulación escapulohumeral.

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Esta flexión puede realizarse cómodamente hasta los 90°. Pero la articulación del hombro permite una flexión de 180°. ¿Qué sucede entre los 90° y los 180° de la flexión? Para responder esta pregunta, prestemos atención a un músculo, el supraespinoso, que se encuentra en la fosa supraespinosa de la escápula llegando, a través de un tendón, hasta la cabeza del húmero, como podemos ver en la siguiente imagen.

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El músculo supraespinoso es abductor y elevador del brazo y, víctima de sus propios actos, puede ser lastimado con mucha facilidad. Ahora vamos a ver cómo una mala práctica de asanas, pero sobre todo un mal hábito en nuestros movimientos cotidianos, pueden llevarnos a una inflamación de este músculo (tendinitis del supraespinoso), produciendo dolor en los hombros.
Como decíamos más arriba, la flexión en el hombro no presenta dificultades hasta los 90° aproximadamente. Pero, desde ahí hasta el final de la flexión, a los 180°, si la flexión no observa las leyes de la biomecánica, el movimiento puede hacerse sobre la lesión del músculo supraespinoso. Lo que sucede es que, de la manera en que solemos hacer la flexión, el supraespinoso se comprime entre el húmero y el acromion. Este rozamiento lleva, tarde o temprano, a la inflamación del músculo y, con ella, al dolor de hombro.
Dijimos que el movimiento de flexión a nivel de la articulación ecapulohumeral (imagen 1) puede lesionar el músculo supraespinoso después de los 90° si la flexión está mal hecha. ¿Cómo efectuar, entonces, una buena flexión, evitando la lesión y previniendo el dolor? Muy simple: cuando la flexión supera los 90°, el resto del trayecto (hasta los 180°) debe hacerse con rotación externa del húmero. De esta manera evitamos que se pince el tendón del supraespinoso entre la cabeza del húmero y el acromion.
Ahora bien, los movimientos de pronación y supinación del antebrazo (en los que el radio y el cúbito se cruzan formando una X, dejando la palma de la mano hacia abajo en el primer caso y hacia arriba en el segundo) se realizan a nivel de la articulación radiocubital del codo y son independientes del movimiento del húmero. Así es que podemos elevar los brazos con las palmas juntas o incluso con las palmas hacia abajo manteniendo la rotación externa necesaria en el húmero a partir de los 90° de flexión. Cabe aclarar que todo lo dicho con respecto a la flexión se aplica también a la abducción.
http://www.iqb.es/diccio/p/movies/pronacion.htm
Siguiendo este link podemos ver una animación muy elemental que muestra cómo el movimiento de pronación y supinación se realiza dejando el húmero fijo.
Volvamos al yoga. Es muy común, en la realización de posturas como Virabhadrasana I (El Guerrero I) que implican, a nivel de los hombros, una flexión que supera los 90°, encontrar este descuido del músculo supraespinoso. Estos Guerreros alzan con sus brazos una espada que, al no construirse desde la rotación externa del húmero, termina usando su filo contra ellos mismos.


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Cierro el post con una cita de un artículo que apareció en la revista Yoga Journal, en el que se analizan los Yamas en relación a una clase de Hatha yoga. Con respecto a la primera yama, ahimsa, Aadil Palkhivala dice:
Ahimsa tradicionalmente significaba "no matar o herir personas." Esto se puede extrapolar para significar que no deberíamos ser violentos en sentimientos, pensamientos, palabras o acciones. En su raíz, ahimsa significa mantener la compasión hacia uno mismo y hacia los demás. Significa ser amable y tratar a todos los seres con cuidado.

En clase, a menudo vemos estudiantes siendo violentos hacia sí mismos –yendo hacia adelante cuando deberían ir hacia atrás, luchando cuando deberían rendirse, forzando sus cuerpos a hacer lo que no están preparados para hacer. Cuando vemos este tipo de comportamiento, es un momento oportuno de traer a colación el tópico de ahimsa y explicar que ser violento con el cuerpo significa dejar de escucharlo. La violencia y la conciencia no pueden coexistir. Cuando estamos forzando, no estamos sintiendo. Y al revés, cuando estamos sintiendo, no podemos forzar. Uno de los mayores propósitos del yoga es cultivar el sentimiento y la conciencia en el cuerpo, y la violencia solo consigue el resultado opuesto.



lunes, 17 de agosto de 2009

DEL PENSAR BREVE

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Del filósofo (también se le conocen otras profesiones: poeta, músico, guionista) Manlio Sgalambro (1924, Sicilia), inédito en español, traduzco fragmentos de su libro fragmentario Del pensare breve (Adelphi edizioni, 1991).









--> -->Pudor de pensar. ¿Dónde está hoy aquél secreto esconderse requerido una vez por el pudor de pensar? Ni siquiera el rostro dejaba entrever las señas por temor de que lo traicionaran. Momento dulcísimo en la vida de un pensador, era custodiado como el secreto de un alma confidente. Sorprendido por el hecho de que él se sonrojaba y un balbuceo confuso reemplazaba aquélla límpida cascada de gemas... Mientras la reserva guíe los modos y las maneras, como el aire ligero guía a la hoja y a la lluvia delicadamente sobre la tierra acogedora, siempre esto será pensar...





Antiagustinismo. La verdad sobreviene al individuo como un incidente, desde afuera.







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«Intellectum vero valde ama». El abajamiento general de la inteligencia, por lo que respecta a la tendencia que expresa, es una mortificación voluntaria. La inteligencia, en cuyo fuego ardemos, es la sede y la fuente de la insidia en la que estamos caídos. Ella es la rueda de Ixión, el suplicio que se sacude desde lo profundo y que emerge en la brea del dolor más tenebroso. La voluntad de por sí es estúpida. Reconocemos el gran error de reponer en ella el tormento. Incautos seguimos seducciones peores que el mal que reprochamos. Pero la voluntad, la tonta voluntad, no era culpable. Yo ya practico el pensamiento sin amarlo. Disgustado de su sutil corrupción. ‘Intelectual’ me parece más indigno que ‘sensual’. En suma, las tentaciones del intelecto me parecen obscenos dibujos, fantasías lúbricas. Querría decirlo: en ellas siento la presencia del pecado original. Invoco la estupidez.




-->¡Silencio teólogos! Si robás, te arrestan; si afirmás que existe Dios es sólo una opinión. Eso siempre me ha maravillado.









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Conocimiento común. Si alguna vez pienso en el fin de una sociedad emancipada ­–pocas veces, porque detesto el mismo concepto de sociedad­– lo pongo en el logro de un conocimiento común, en el cual sea posible a todos aquello que ha sido posible para mí. Este conocimiento sería completo y dado todo de una vez. En el fondo un estado de ánimo, en el cual no habría nada más. Quedarse mirando, mecer la cabeza siguiendo un ritmo lejano y dejar que se apague lentamente el pensamiento.




Neoplatonismo. La idea de lo visible encanta, no aquello que se ve.








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La impotencia del pensamiento. Cuando el pensamiento se retrae, exhausto, queda sólo la rabia de que aquello que se pensó sea solamente pensamiento y no rayo, trueno, juicio de Dios, dies irae. Que el curso de las cosas continúe igual y el canalla no esté muerto fulminado. Pero luego, cuando el pensamiento vuelve, se lo acoge con acentos conmovidos. Y precisamente de este pensamiento inane se hace el elogio y de su impotencia. La impotencia del pensamiento es la barrera puesta a él para impedirle un delito.




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Pedimos vanamente. ¿Qué locura pide que una acción no sólo sea, sino que además sea buena? Qué misterio.

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Breve teoría del perdón. Se perdonan aquellos que nos han ofendido porque así la cuenta da: una ofensa cada uno. Pero esta última es mortal.

A los teólogos de lo Totalmente Otro: Dios es lo Totalmente Esto.

Escisión de la mente. Por lo que a mí respecta, no creeré nunca que la escisión del átomo pueda producir tantas destrucciones como las que produce la escisión de la mente.




Cuadros de Franco Battiato


jueves, 13 de agosto de 2009

TAO



El pensamiento chino (...) no construyó un mundo en forma de ideales, como arquetipos o esencias puras, separado de la realidad y que pueda dar cuenta de ella:todo lo real se le presenta como un proceso, regular y continuo, que surge de la pura interacción de los factores en juego (a la vez opuestos y complementarios: los famosos ying y yang. En consecuencia, en él el orden no proviene de un modelo, en el cual se pueda fijar la mirada y que se aplique a las cosas, sino que está contenido por completo en el curso de lo real, al que conduce de un modo inmanente y cuya viabilidad asegura (de ahí el tema, omnipresente en el pensamiento chino, del “camino”, el tao). Proponiéndose iluminar la evolución de las cosas, elucidando su coherencia interna y con el fin de adecuar a ella su conducta, el sabio chino no concibió una actividad contemplativa que fuera un puro conocimiento (theorein), tuviera su fin en sí mismo, es decir, constituyera el fin supremo (la felicidad) y pudiera ser desinteresado.

(...)





El tiempo de los procesos, tal como se lo concibe en China, no es ni propiamente objeto de conocimiento ni tampoco un objetivo de la acción (cf. Aristóteles, el telos de la acción es relativo al kairos):no es un tiempo cuya medida nos conformamos con contemplar, desde un punto de vista desinteresado, ni tampoco un tiempo en el cual se desee intervenir por la fuerza, por la irrupción de la voluntad, esperando sacar partido de su desorden. Más bien es un desarrollo al cual buscamos adecuarnos constantemente y a cuyos estados nos amoldamos: tanto coincidiendo, por indagación, con el inicio de los procesos como conformándolos, por su comportamiento, con la lógica de su evolución.

(...)




Una imagen atraviesa el pensamiento de la China antigua- a la vez irrigándolo y uniéndolo-, la del agua. Ella es- dice Lao Tsé-lo que se acerca más al “camino”, el tao.El agua no es el camino porque es una realidad particular, y por eso exclusiva, mientras que el camino abarca todo lo real en su plenitud y en ella se reabsorben las incompatibilidades: el agua ya forma parte de las realidades “actualizadas”, mientras que el camino nos hace volver al fondo/caudal indiferenciado de las cosas. Sin embargo porque es infinitamente flexible, fluida, porque no tiene forma ni aristas y corre sin cesar sin agotarse jamás, el agua nos pone en el camino del Camino, nos hace remontar hacia lo indiferenciado. Lo que no podríamos ver (aisladamente) ni nombrar (separadamente): aquello de donde procede todo, a donde todo vuelve sin cesar. De todas las realidades actualizadas, el agua lo sería menos: no se detiene en ningún aspecto determinado, no se inmoviliza en ningún lugar particular. Es lo mínimo entre las cosas, la más viva, la más alerta.

(...)





Lo que caracteriza a la verdadera fuerza, en definitiva, es que ella no (se) fuerza. El pensamiento chino no se cansa de volver sobre ese motivo: está en la naturaleza del agua fluir hacia abajo, si puede arrastrar hasta las piedras a su paso, lo logra contentándose con seguir la pendiente tal como se le ofrece. El agua es la imagen de lo que busca constantemente una salida para seguir su camino, pero sin violentar su inclinación, siguiendo su propensión.

(...)





"La forma del agua 'no está en el agua', sino que ella proviene del relieve". De igual manera, "el potencial no está en mí”(Du Mu), sino que proviene de mi adversario. O más bien, si no está en mí (me agotaría), tampoco está exactamente en él, sino que lo saco de él. El potencial, dicho de otra manera, no es una cuestión de fuerzas, uno enfrentándose al otro y cada uno de nosotros en posesión de la suya; sino que es el potencial de la situación: por donde logra, a lo largo de su desarrollo, y sin esfuerzo, reforzarse continuamente. Se apoya en la posibilidad que esta abre, como el relieve deja pasar al agua, sabiendo deslizarse en ella.



François Jullien, Tratado de la eficacia. La inteligencia de hacer posible lo que parece inalcanzable.



miércoles, 12 de agosto de 2009

EL CAMPO Y LA CIUDAD






La puerta de un establo. Colgando de un gancho, una cabrita que el abuelo carnea y eviscera, desplegando su navaja con gran delicadeza, como si fuera una aguja. Junto a él, la abuela que sujeta los intestinos para que su marido pueda separar el estómago sin perforarlo. A unos metros, sentado en el piso, ajeno por un momento a la tarea de sus abuelos, el nieto de cuatro años, que juega con el gato, restregando la nariz contra el hocico del animal. La visceralidad es una categoría cotidiana, familiar para el campesino desde su más temprana edad.






El horror urbano a lo visceral, en cambio, surge del desconocimiento y guarda relación con las actitudes urbanas hacia la muerte y el nacimiento. Ambos momentos han pasado a ser ajenos, secretos. En ambos es imposible negar la primacía de los procesos internos, invisibles.

La superficie urbana ideal es brillante (el cromo, por ejemplo), refleja lo que se le opone y parece negar que hay algo visible tras de sí. Su antítesis es el flanco de un cuerpo que sube y baja durante la respiración. La experiencia urbana se concentra en reconocer las cosas por su exterior, midiéndolas, probándolas y tratándolas. Cuando es necesario explicar el interior (no me refiero a la biología molecular sino a la vida cotidiana), se lo explica como mecanismo, y, sin embargo, las unidades de medida aplicadas al mecanismo pertenecen siempre al exterior. El afuera, el exterior, se celebra con la continua reproducción visual (duplicación) y se justifica mediante el empirismo.





Para el campesino, lo empírico es ingenuo. El campesino opera con lo que nunca puede predecirse totalmente, lo emergente. Lo visible es, por lo general, un signo del estado de lo invisible. El campesino toca las superficies para imaginar lo que hay detrás con más propiedad. Por sobre todo, es conciente de procesos que se continúan y se modifican, ajenos a su poder o al de cualquiera para ponerse en marcha o detenerse: siempre tiene conciencia de estar dentro de un proceso.






Una línea de montaje en una fábrica produce una serie de productos idénticos. Pero no existen dos campos, ni dos ovejas, ni dos árboles idénticos. (Las catástrofes de la revolución verde, cuando la producción agrícola se planifica desde las ciudades, resultan, por lo general, de hacer caso omiso a las condiciones locales específicas, o de desafiar las leyes de la heterogeneidad natural). La computadora se ha convertido en el depósito, la "memoria" de la información urbana moderna: en las culturas rurales el depósito equivalente es la tradición oral que se traspasa de generación en generación; y, sin embargo, la verdadera diferencia entre ambas es la siguiente: la computadora proporciona diligentemente la respuesta exacta a una pregunta compleja; la tradición oral ofrece una respuesta ambigua -a veces en forma de acertijo- a una pregunta práctica. La verdad como una certeza. La verdad como una incertidumbre.

A los campesinos se los considera tradicionalistas cuando se los ubica en el tiempo histórico; pero están mucho más habituados a vivir con el cambio en el tiempo cíclico.





Una proximidad con lo impredecible, lo invisible, lo incontrolable y lo cíclico predispone a la mente a una interpretación religiosa del mundo. El campesino no cree que el Progreso aleje las fronteras de lo desconocido porque no acepta el diagrama estratégico implícito en esa afirmación. En su experiencia, lo desconocido es constante y central: el conocimiento lo rodea pero nunca lo elimina. Es imposible llegar a una generalización acerca del papel de la religión para el campesino, pero se podría afirmar que articula otra experiencia profunda: la experiencia de la producción mediante el trabajo.

jOHN BERGER, CADA VEZ QUE DECIMOS ADIÓS




Fotos de Paul Strand


Podemos pensar, superando el clisé, en las categorías de campesino y hombre urbano como polos de nosotros mismos hacia los que tendemos alternativamente. Una propuesta: convertirnos en campesinos urbanos.