jueves, 13 de agosto de 2009

TAO



El pensamiento chino (...) no construyó un mundo en forma de ideales, como arquetipos o esencias puras, separado de la realidad y que pueda dar cuenta de ella:todo lo real se le presenta como un proceso, regular y continuo, que surge de la pura interacción de los factores en juego (a la vez opuestos y complementarios: los famosos ying y yang. En consecuencia, en él el orden no proviene de un modelo, en el cual se pueda fijar la mirada y que se aplique a las cosas, sino que está contenido por completo en el curso de lo real, al que conduce de un modo inmanente y cuya viabilidad asegura (de ahí el tema, omnipresente en el pensamiento chino, del “camino”, el tao). Proponiéndose iluminar la evolución de las cosas, elucidando su coherencia interna y con el fin de adecuar a ella su conducta, el sabio chino no concibió una actividad contemplativa que fuera un puro conocimiento (theorein), tuviera su fin en sí mismo, es decir, constituyera el fin supremo (la felicidad) y pudiera ser desinteresado.

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El tiempo de los procesos, tal como se lo concibe en China, no es ni propiamente objeto de conocimiento ni tampoco un objetivo de la acción (cf. Aristóteles, el telos de la acción es relativo al kairos):no es un tiempo cuya medida nos conformamos con contemplar, desde un punto de vista desinteresado, ni tampoco un tiempo en el cual se desee intervenir por la fuerza, por la irrupción de la voluntad, esperando sacar partido de su desorden. Más bien es un desarrollo al cual buscamos adecuarnos constantemente y a cuyos estados nos amoldamos: tanto coincidiendo, por indagación, con el inicio de los procesos como conformándolos, por su comportamiento, con la lógica de su evolución.

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Una imagen atraviesa el pensamiento de la China antigua- a la vez irrigándolo y uniéndolo-, la del agua. Ella es- dice Lao Tsé-lo que se acerca más al “camino”, el tao.El agua no es el camino porque es una realidad particular, y por eso exclusiva, mientras que el camino abarca todo lo real en su plenitud y en ella se reabsorben las incompatibilidades: el agua ya forma parte de las realidades “actualizadas”, mientras que el camino nos hace volver al fondo/caudal indiferenciado de las cosas. Sin embargo porque es infinitamente flexible, fluida, porque no tiene forma ni aristas y corre sin cesar sin agotarse jamás, el agua nos pone en el camino del Camino, nos hace remontar hacia lo indiferenciado. Lo que no podríamos ver (aisladamente) ni nombrar (separadamente): aquello de donde procede todo, a donde todo vuelve sin cesar. De todas las realidades actualizadas, el agua lo sería menos: no se detiene en ningún aspecto determinado, no se inmoviliza en ningún lugar particular. Es lo mínimo entre las cosas, la más viva, la más alerta.

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Lo que caracteriza a la verdadera fuerza, en definitiva, es que ella no (se) fuerza. El pensamiento chino no se cansa de volver sobre ese motivo: está en la naturaleza del agua fluir hacia abajo, si puede arrastrar hasta las piedras a su paso, lo logra contentándose con seguir la pendiente tal como se le ofrece. El agua es la imagen de lo que busca constantemente una salida para seguir su camino, pero sin violentar su inclinación, siguiendo su propensión.

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"La forma del agua 'no está en el agua', sino que ella proviene del relieve". De igual manera, "el potencial no está en mí”(Du Mu), sino que proviene de mi adversario. O más bien, si no está en mí (me agotaría), tampoco está exactamente en él, sino que lo saco de él. El potencial, dicho de otra manera, no es una cuestión de fuerzas, uno enfrentándose al otro y cada uno de nosotros en posesión de la suya; sino que es el potencial de la situación: por donde logra, a lo largo de su desarrollo, y sin esfuerzo, reforzarse continuamente. Se apoya en la posibilidad que esta abre, como el relieve deja pasar al agua, sabiendo deslizarse en ella.



François Jullien, Tratado de la eficacia. La inteligencia de hacer posible lo que parece inalcanzable.