martes, 28 de diciembre de 2010

FUEGOS ARTIFICIALES


Ocorrono troppe vite per farne una.
Se necesitan muchas vidas para hacer una.

Eugenio Montale, L'estate


Ryōgoku Hanabi, 1858
HIROSHIGE

martes, 21 de diciembre de 2010

AL CORRER


De qué hablo cuando hablo de correr. Ese es el título del libro de Murakami del cual extraje los fragmentos que copio a continuación. Es un libro con múltiples niveles de lectura, o con múltiples niveles de escritura, no sé. Digamos que no se trata de que el más visible de esos niveles sea simplemente una metáfora de alguna otra cosa que no se deja ver con facilidad. No. Más bien se trata de distintas dimensiones de nosotros mismos, diferentes maneras de configurar una experiencia, no sólo intelectual, no sólo física.





Había un corredor que decía que, ya desde que empezaba a correr, y luego durante toda la carrera, no hacía más que rumiar para sus adentros una frase que le había enseñado su hermano, que también era corredor: Pain is inevitable. Suffering is optional, el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional, depende de uno. Por ejemplo, cuando una persona que está corriendo piensa: «Uf, qué duro, no puedo más», lo de la dureza es un hecho inevitable, pero lo de poder o no poder más, eso queda ya al arbitrio del interesado.

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Creo que Ernest Hemingway también escribió algo parecido, del estilo «continuar es no romper el ritmo». Para los proyectos a largo plazo, eso es lo más importante. Una vez que ajustas tu ritmo, lo demás viene por sí solo. Lo que sucede es que, hasta que el volante de inercia empieza a girar a una velocidad constante, todo el interés que se ponga en continuar nunca es suficiente.

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Mientras corría ha llovido un poco, pero ha sido sólo una lluvia corta y agradable que ha refrescado mi cuerpo. Una densa nube se ha aproximado desde el mar y se ha situado sobre mí, ha descargado con prisas su fina lluvia, corta e intensa, como diciendo: «Tengo otros asuntos urgentes que atender», y, sin volver la vista atrás, se ha ido a alguna otra parte. Entonces ha vuelto el sol de siempre, ese que no hace distingos, y ha irradiado la tierra con ardor. Es un clima fácil de entender. No hay en él ni ambivalencias ni dificultades de comprensión, y tampoco contiene metáforas ni simbolismos. 




Sólo con correr una hora por la ribera del río Charles, todo lo que llevo puesto acaba tan empapado de sudor que se diría que me han echado un cubo de agua por encima. La piel me escuece por el sol. La mente se me nubla. No consigo pensar nada coherente. Pese a todo, si le echo ganas y consigo acabar la carrera, entonces brota de mi interior una intensa sensación de frescura y renovación, que tiene también algo de autoabandono, como si me hubiera conseguido exprimir por completo.

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En dos meses y medio bajé siete libras y la grasa que había empezado a acumularse ligeramente alrededor de mi estómago también se esfumó. Siete libras. Eso son unos tres kilos largos. Me gustaría que imaginaran que van a una carnicería, piden tres kilos de carne y luego vuelven a casa caminando con ellos en la mano; tal vez así puedan hacerse una idea de lo que significa cargar con ese peso. Cuando pienso que vivía con semejante peso adherido a mi cuerpo, experimento un sentimiento bastante complejo.

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Ciertamente, los días en que hace frío, pienso un poco en el frío. Los días en que hace calor, pienso un poco en el calor. Cuando estoy triste, pienso un poco en la tristeza. Cuando estoy alegre, pienso un poco en la alegría. Como ya he comentado, en ocasiones recuerdo de manera deslavazada sucesos que ocurrieron hace mucho. De vez en cuando (aunque esto no me ocurre más que muy de vez en cuando) me viene de pronto a la mente alguna idea, apenas un esbozo, para una novela. Pese a todo, realmente casi nunca pienso en nada serio.
Mientras corro, simplemente corro. Como norma, corro en medio del vacío. Dicho a la inversa, tal vez cabría afirmar que corro para lograr el vacío. Y también es en el vacío donde se sumergen esos pensamientos esporádicos. Es lógico. Porque en el interior de la mente humana es imposible lograr el vacío absoluto. El espíritu humano no es ni tan fuerte ni tan consistente como para poder albergar el vacío absoluto. Sin embargo, esos pensamientos (o esas ideas) que penetran en mi espíritu mientras corro no son, en definitiva, más que meros accesorios del vacío. No son contenido, son pensamientos generados en torno al eje de la vacuidad.
Los pensamientos que acuden a mi mente cuando corro se parecen a las nubes del cielo. Nubes de diversas formas y tamaños. Nubes que vienen y se van. Pero el cielo siempre es el cielo. Las nubes son sólo meras invitadas. Algo que pasa de largo y se dispersa. Y sólo queda el cielo. El cielo es algo que, al tiempo que existe, no existe. Algo material y, a la vez, inmaterial. Y a nosotros no nos queda sino aceptar la existencia de ese inmenso recipiente tal cual es e intentar ir asimilándola.






Cuando recibo una crítica infundada (o que, al menos, a mí me parece infundada) de alguien, o cuando alguien de quien esperaba que aceptara una mía no lo hace, corro un poco más de distancia que de costumbre. De este modo, me agoto un poco más, proporcionalmente a ese poco más de distancia que corro. Entonces vuelvo a cobrar conciencia de que soy una persona débil y con limitaciones. Me doy cuenta de ello de un modo físico y desde lo más hondo de mi ser. Y, desde el punto de vista del resultado, ese poco de distancia que he corrido de más, lo gano también en fortaleza física, aunque la ganancia sea sólo meramente simbólica. Cuando me enfado, oriento el enfado hacia mí. Cuando siento rabia, redirijo hacia mí esa rabia para intentar mejorar. Hasta ahora he vivido pensando así. Me esfuerzo por tragar todo eso en silencio, sin más, hasta el límite, para después intentar liberarlo (variando su forma todo lo posible) en esos recipientes que son mis novelas, como una parte más de una historia.

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Ya he dicho que tiendo a engordar poco a poco en cuanto me abandono. En contraste, mi mujer, coma lo que coma (tampoco es que coma mucho, pero le pirran los dulces), aunque no haga deporte, no engorda ni un solo gramo. Tampoco tiene grasa. Yo, al ver esto, solía pensar lo injusta que era la vida. Lo que algunos sólo consiguen esforzándose, otros lo logran sin el menor esfuerzo.
Bien pensado, quizás esa tendencia a engordar con facilidad sea, por el contrario, beneficiosa. Me refiero a que, en mi caso, para no aumentar de peso he tenido que hacer intenso ejercicio a diario, cuidar mi alimentación y moderarme. Es una vida dura. Pero, si realizas ese esfuerzo de manera continuada, entonces consigues mantener tu metabolismo en niveles altos y, como resultado, tu cuerpo gana en salud y resistencia. Y supongo que el envejecimiento también se ralentiza un poco. Sin embargo, los que, hagan lo que hagan, no engordan, no necesitan prestar especial atención ni al ejercicio ni a las comidas. Por lo demás, tampoco creo que haya muchas personas que, salvo en caso de necesidad, se animen a preocuparse por estas cosas, que, la verdad, dan bastante pereza. Por eso, con frecuencia, a medida que envejecen, su fuerza física va disminuyendo. Si uno no presta atención, va perdiendo músculo de modo natural y sus huesos también se van debilitando. Así pues, sólo a largo plazo se puede saber si tal o cual tendencia es justa o injusta. Tal vez, entre quienes estén leyendo esto, haya también personas que sufren porque, en cuanto se descuidan, aumentan de peso. No obstante, por las razones que ya he expuesto, quizá deberían mirar el aspecto positivo y entender que eso podría ser más bien un regalo del cielo: cuanto más fácil le resulte a uno ver su piloto rojo encendido avisando de avería, mejor. Aunque, seguramente, esos lectores no se lo tomarán así.





Por cierto, en el gimnasio de Tokio al que voy, hay un cartel que reza: «EL MÚSCULO SE ADQUIERE CON DIFICULTAD Y SE PIERDE CON FACILIDAD. LA GRASA SE ADQUIERE CON FACILIDAD Y SE PIERDE CON DIFICULTAD». Es una verdad desagradable, pero es la verdad.

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Después de la capacidad de concentración, es imprescindible la constancia. Aunque uno pueda escribir con concentración durante tres o cuatro horas al día, si no es capaz de mantener ese ritmo durante una semana porque acaba extenuado, nunca podrá escribir una obra larga. El novelista (al menos el que aspira a escribir una novela larga) debe ser capaz de mantener la concentración diaria durante un largo lapso de tiempo, sea medio año, uno, o dos. Comparémoslo con la respiración: si la concentración consistiera simplemente en contener profundamente la respiración, la constancia consistiría en aprender el truco para ser capaz de ir respirando, lenta y silenciosamente, al tiempo que se contiene la respiración. Si no hay equilibrio entre esos dos factores, inspiración y espiración, resulta muy difícil poder dedicarse profesionalmente a escribir novelas durante muchos años. Hay que ser capaz de seguir respirando mientras se contiene la respiración.

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A veces la gente me dice: «Llevando siempre una vida tan saludable como la suya, ¿no le parece que llegará un momento en el que ya no podrá seguir escribiendo novelas?».(...) Esta suerte de tópico está muy arraigada en la sociedad. Al parecer, con el paso de los años se ha ido forjando este esquema de «artista = insano (degenerado)». (...)
En líneas generales, estoy de acuerdo con la idea de que escribir novelas es una labor insana. Cuando nos planteamos escribir una novela, es decir, cuando mediante textos elaboramos una historia, liberamos, queramos o no, una especie de toxina que se halla en el origen de la existencia humana y que, de ese modo, aflora al exterior. Y todos los escritores, en mayor o menor medida, deben enfrentarse a esa toxina y, sabedores del peligro que entraña, ir asimilándola y capeándola con la mayor pericia posible. Porque sin la intervención de esa toxina no se puede llevar a cabo una auténtica labor creativa en el sentido verdadero del término (les pido perdón por la extraña metáfora que ahora emplearé, pero puede parecerse al hecho de que la parte más sabrosa del pez globo sea precisamente la más cercana al veneno). Y a eso, se mire por donde se mire, no se le puede llamar una actividad «saludable».

Dicho de otro modo, por su origen, los actos artísticos contienen en sí mismos agentes insanos y antisociales. Admito esto sin paliativos. Precisamente por ello, no son pocos los autores (y en general los artistas) que se degradan en relación a los estándares que marca la vida real o que se envuelven en el hábito de lo antisocial. También esto puedo comprenderlo. O, mejor dicho, son fenómenos innegables.
No obstante, creo que aquellos que aspiran a dedicarse a escribir novelas profesionalmente durante mucho tiempo tienen que ir desarrollando un sistema inmunitario propio que les permita hacer frente a esa peligrosa (a veces incluso letal) toxina que anida en su cuerpo. De esa manera podrá ir procesando, correcta y eficazmente, una toxina cada vez más potente. En otras palabras: podrá ir creando historias cada vez más poderosas. Pero, para poder generar y mantener a largo plazo ese sistema autoinmune, se necesita una cantidad de energía nada despreciable, energía que deberá obtener de alguna parte. ¿Y dónde se obtendrá esa energía, sino en la propia fuerza física de base?
No me gustaría que me malinterpretaran, pues tampoco pretendo decir que ésa sea la única vía correcta para un escritor. Del mismo modo que hay varios tipos de literatura, hay también varios tipos de escritores, cada uno con su propia visión del mundo. Abordan cosas distintas, como también lo son sus objetivos. De ahí que para los novelistas no exista nada calificable como la única manera correcta de hacer las cosas. (...)
Para tratar con cosas insanas, las personas tienen que estar lo más sanas posible. Ésa es mi teoría. Lo que es tanto como decir que los espíritus insanos necesitan también, por su parte, cuerpos sanos. Dicho así, puede sonar paradójico. Pero eso es algo que siento vivamente en mi propio cuerpo desde que me convertí en novelista. Y es que lo sano y lo insano no se hallan en polos opuestos. Tampoco se enfrentan entre sí. Se complementan mutuamente y, en algunos casos, pueden contenerse mutuamente de forma natural. A menudo, la gente que tiende a lo sano sólo piensa en lo sano, y la que tiende a lo insano sólo piensa en lo insano. Pero esas inclinaciones extremas impiden que la vida resulte de veras fructífera.





domingo, 19 de diciembre de 2010

TOCAR

 Las imágenes son del libro Photothèque Imaginaire de Shuji Terayama, les Gens de la Famille Chien Dieu (1975), de Shūji Terayama.

El texto es de Michitaro Tada, de su Gestualidad japonesa.




Es universalmente aceptado que el uso de herramientas permitió el progreso de la humanidad. La observación más sencilla nos indica que las herramientas son extensiones del cuerpo; las tijeras son extensiones de los dedos de la mano; los martillos lo son de los brazos; los automóviles, de las piernas y los pies. De la misma manera, el teléfono y la televisión son, por supuesto, extensiones de los sentidos de la vista y del oído. 




Es la marca del "progreso" humano que la civilización sea cada vez más compleja y gigantesca, como también más eficiente, gracias a la invención de instrumentos que permiten que los sentidos funcionen a gran distancia. Pero los sentidos que no pueden ser potenciados de esa manera fueron despreciados, por considerárselos inadecuados para el progreso.




Una de las razones por las que los occidentales sienten aversión al rozar el brazo o el hombro de otra persona es que consideran de suma importancia aislar al individuo de los demás. Para decirlo en otras palabras, es importante para el individuo, como entidad independiente, mantener un espacio suficiente de separación de las otras personas. Pero hay también otra razón: tácitamente consideran despreciable el sentido del tacto.




El acto de tocar a alguien significa involucrarse con el otro, es decir, compartir una emoción profunda. Es por eso que tocar se comprende como una expresión del amor. Sin embargo, esta comprensión no se limita al amor en el sentido más estrecho, sino que se considera al cuerpo de un ser humano como la materialización de su corazón. Por ende, tocar el cuerpo de otra persona es también tocar su corazón. 




Cuando una persona se enoja, se le enrojece la cara; es algo visible. Pero cuando una persona se exalta o se tensiona, no se puede ver que la temperatura de su vientre está subiendo. Es en este sentido que tocarla será la manera más segura de tocar su corazón. En japonés, usamos la expresión kokoro ni fureru (tocar el corazón de alguien), pero entendemos que en su aspecto físico significa en realidad "tocar el cuerpo".




Tocar el cuerpo sugiere algo sucio o indecente. Es así porque tocar el corazón se ha reducido al amor, y el amor, a su vez, se ha reducido al sexo. Ese efecto de minimización es obra -o crimen- de la civilización. Como la liberación sexual es el gran tópico del momento, no podemos dejar de considerarla. Se ha dicho que hoy en día la liberación sexual consiste en dar más importancia "al clítoris que a la vagina". Sin embargo, esto sólo es un avance hacia la compartimentación del sexo, no hacia su liberación. Antes, se debe comprender que el cuerpo entero es relevante para el sexo y el amor; sólo entonces los sentidos podrán liberarse. De otra forma, nuestra liberación no será la de un ser humano pleno. Es necesario elaborar un concepto de civilización diferente del que apremia para compartimentar los sentidos o industrializar el trabajo humano.





En el mundo contemporáneo sólo se otorga un alto valor cultural a las cosas que ocurren en el plano consciente y se pueden controlar. Es por eso que han florecido diversas artes a partir de los sentidos de la vista y del oído. Aunque sean valiosas, y lo son, es de todos modos necesario que reconsideremos lo que fue suprimido. El hecho de que nuestra cultura jamás haya creado un tabú respecto del tocar alude a esta área ignorada.




miércoles, 15 de diciembre de 2010

PERFORACIONES


Quiero subir algo del (creo que desconocido) autor español Alberto Cabrera Bernal, con cuyos cortos me topé por casualidad. Tal vez la rigidez que, muy a menudo, afecta a los artistas españoles contemporáneos (parece como si permanecieran en la endurecida capa externa de las cosas, en el terreno más explícito del lenguaje), retenga aún a Cabrera Bernal en el corset de una estética rupturista (la referencia es a George Maciunas, quizás también a Guy Debord) que ya fue, de algún modo, superada (aunque sea sólo por haber sido transitada).
Y como si una cosa fuera excusa de la otra, aprovecho para colgar también el comienzo de La société du spectacle de Debord.



PERFORACIONES
Vídeo (Súper 8 transferido a archivo digital)
2009


Perforaciones - Perforations from Alberto Cabrera Bernal on Vimeo.




CADA CUATRO FOTOGRAMAS
Super 8
2009


Cada cuatro fotogramas - Every Four Frames from Alberto Cabrera Bernal on Vimeo.




MATAR A HITCHCOCK (To Kill Hitchcock)
Vídeo (Súper 8 y 16 mm transferidos a archivo digital)
2008


Matar a Hitchcock - To Kill Hitchcock from Alberto Cabrera Bernal on Vimeo.


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miércoles, 8 de diciembre de 2010

ÉPOCAS

Andreas Gursky, May day IV (2000)


Hay otra cosa que me emociona y me hace sentir próximo a Martin Heidegger.
Comenzaba a leer a Michel Foucault (pero, como es sabido, cuando se lee a Foucault más que nada se inventa lo que se cree que quiso decir porque se entiende poco o nada); leo a Foulcault y pienso en las "épocas" de Theodor Adorno, en el hecho de que él habla a menudo de "constelaciones".
También Heidegger imagina la historia como relámpagos, Iluminaciones repentinas, acontecimientos. Dentro de estos relámpagos se articulan los tiempos. Épocas históricas. Pero la época es, en Heidegger, una suspensión del tiempo, una fractura instantánea.
El tiempo no es continuo. Como, de algún modo, es san Agustín: el tiempo se vincula a la existencia y a la existencia del hombre. Y el Ser se ilumina de modos distintos en épocas diversas, épocas que no guardan continuidad entre ellas. El Ser no es más que el iluminarse, según las circunstancias, de horizontes históricos determinados, sin continuidad visible entre una época y la otra. 
El cornista de la Ópera de Viena ve cómo se ilumina mi rostro, no sólo por los rayos del sol. Sigue contándome su vida y me sonríe con los ojos.

Gianni Vattimo, Piergiorgio Paterlini, No ser Dios (una autobiografía a cuatro manos)






viernes, 3 de diciembre de 2010

EL CAMINO

Foto de Abbas Kiarostami


Escribe Shiki:

Fue darme vuelta
y el hombre que cruzaba
se hizo niebla

Habla, es cierto, de otro caminante que va en sentido inverso. Pero, ¿cómo no entender que se refiere a la indeterminación que marca el registro de nuestra conciencia, al inacabamiento de todo contacto establecido con el mundo exterior, a la precariedad y hasta a la fragilidad de lo que pretendemos sea control ejercido por la mente sobre el mundo? El camino remite a lo provisorio, a algo que no reúne argumentos para considerarse permanente. Así, la mente es el camino y el camino es la mente: fluctuantes, transitivos, esquivos, incapaces de afincarse. Y el arte que "tematiza" este camino consiste en evocar el devenir (sin necesidad de llamarlo por su nombre), en tanto que ilustración o presencia del dinamismo profundo de la vida.



Roulette TV: JOE MCPHEE / TRIO X from Roulette Intermedium on Vimeo.



Vivir no es estar, no es quedarse. Vivir (dicen ellos), es irse, o continuar en el oficio del abandono. El haiku es "ejercitarse en el arte de despedirse (dice Paz) para, así, ya ligeros, aprender a recibir". Lo que tenemos, lo que vemos, lo que somos, es cosa de aquí y de ahora. Un auténtico caminante es aquel que disfruta a cada paso y luego "acepta" (dice Dôgen, maestro del zen) el hecho de que aquello ya ha pasado. El caminante (digo yo) ejercita en cada paso su desasimiento. Igual que la nave coreana del haiku, que "corre sin detenerse/ envuelta en la cerrazón", así el que marcha recorre, en medio de la niebla, un camino que renace a cada paso y que a cada paso le renueva el don de la vida. Vivir para crecer: morir para vivir.


Alberto Silva, El libro del haiku





martes, 30 de noviembre de 2010

SIKI SOKU ZE KŪ







Los fenómenos son el vacío (o Todo lo visible es vacío, como está traducido al inglés), ese es el nombre (extraído de un sutra budista) de uno de los cortos de Toshio Matsumoto que subo hoy.
















miércoles, 24 de noviembre de 2010

LA LUZ




Aunque nos sentemos siempre a la misma hora nunca son iguales las condiciones de luz. Como en el zazen los ojos permanecen semi cerrados (o semi abiertos), de una manera u otra nos afecta la cantidad de luz que entra por las rendijas en las que se transforman los ojos. Tal vez los ojos de los japoneses tengan una mayor tendencia natural hacia la rendija, pero el caso es que para nosotros, occidentales, esa disposición de los ojos resulta no habitual. Los párpados pesan, caen como una persiana desenrollada, pero no llegan a tapar por completo el ángulo de visión. La mirada, dirigida hacia abajo, se encuentra a su vez con el alféizar de la ventana ocular constituido por los párpados inferiores y la zona de la nariz. Entre esas dos oscuridades hay espacio para la luz. No sé cómo será la experiencia de la luz en el zazen monástico, siempre en el mismo lugar y tal vez bajo similares condiciones de luminosidad si usan velas o luz artificial. Tiendo a pensar que también en el caso de los monjes zen hay variaciones en la cantidad y en la calidad de la luz que entra a través de las rendijas de sus ojos. Pero en nuestro caso la luz del exterior siempre tiene incidencia (sobre todo de día), y por lo tanto nos afectan las condiciones climáticas. Decir que nos afectan tal vez sea ir demasiado lejos, pero no cabe duda de que inciden en nuestra retina ocular por lo menos. Luminísticamente, las estaciones dejan ver sus diferencias. Sobre todo si nos sentamos siempre a la misma hora vamos a darnos cuenta de que nuestra puntualidad contrasta con los tiempos de la luz: premurosa en verano o demorada, según sea la sentada matinal o vespertina, reticente en otoño. También nuestra ubicación en el dojo trae consigo las variaciones de la luz.
A veces una luz más o menos intensa dibuja con más opacidad el contorno de la nariz. Según la luz venga de un costado o de otro también va a variar el perfil dominante, tanto que a veces al sentarnos puede parecer por la sola dirección de la luz que nuestro cuerpo está mal alineado. Una luz tenue desdibuja los bordes. En lo personal, prefiero este tipo de luz en la que se confunden los límites de la nariz, los párpados, la pared.
Ciertamente, las condiciones de luz son determinantes durante los primeros minutos del zazen. Después la mirada (se) amolda (a) la luz.
Me gusta la razón que suele darse para no meditar con los ojos cerrados: ¡es para no quedarse dormido!





lunes, 22 de noviembre de 2010

QUÉ QUEDARÁ DE MÍ



(Göreme 2008)


Mesopotamia (Franco Battiato)

Sabés que cuanto más se envejece
más afloran recuerdos lejanísimos
como si fuera ayer
me veo a veces en brazos de mi madre
y escucho aún los tiernos comentarios de mi padre
los almuerzos, los domingos en lo de los abuelos
las ganas y las explosiones irracionales
los primeros pasos
alegría y disgustos.

La primera gota blanca, qué susto
y qué placer extraño
y un enamoramiento sin sentido
por ley natural a esa edad
los primeros acordes en un órgano de iglesia en la sacristía
y un dogmático respeto por las instituciones.

Qué quedará de mí, del tránsito terrestre
de todas las impresiones que he tenido en esta vida?

Me gustan las elecciones radicales
la muerte consciente que se autoimpuso Sócrates
y la desaparición misteriosa y única de Majorana
la vida cínica e interesante de Landolfi
opuesto pero cercano a un monje birmano
o la misantropía celeste en Benedetti Michelangeli.

También yo, mirándome bien, vivo hace milenios
y vengo derecho desde la civilización más alta de los sumerios
del arte cuneiforme de los escribas
y duermo a menudo en una bolsa de dormir
porque no quiero perder los contactos con la tierra

El valle entre dos ríos de la Mesopotamia
que vio en sus riveras Isaac de Nínive.

Qué quedará de mí, del tránsito terrestre,
de todas las impresiones que tenemos en esta vida?







Recordad a Dios para que, sin cesar, él os recuerde, pues recordándoos os salvará y recibiréis todos sus bienes. No lo olvidéis en vanas distracciones si no queréis que él os olvide en el momento de vuestras tentaciones.
En la prosperidad, permaneced cerca de él en obediencia; tendréis así seguridad de palabra ante él cuando os encontréis apenados, por el hecho de que vuestra oración os impulsa sin cesar hacia él en vuestro corazón. Manteneos sin cesar ante su faz, pensando en él, conservando su recuerdo en vuestro corazón; de lo contrario os arriesgáis, viéndolo sólo de tanto en tanto, a carecer de seguridad con él, por culpa de vuestra timidez. La frecuentación continua, entre los hombres, se ejerce por la presencia corporal; la frecuentación continua de Dios es una meditación del alma y una ofrenda en la oración.
Cuando la virtud del vino penetra en las venas, el intelecto olvida el detalle y la diferenciación de las cosas; cuando el recuerdo de Dios se apodera del alma, el recuerdo de las cosas visibles se desvanece del corazón.
Cuando alguien inspecciona su alma a cada instante, su corazón disfruta revelaciones. Aquel que conduce su contemplación hacia su interior contempla el resplandor del Espíritu; aquel que despreció la disipación contempla a su Señor en el interior de su corazón. Aquel que quiere ver al Señor se aplica a purificar su corazón por un recuerdo ininterrumpido de Dios, de ese modo verá al Señor en todo momento en el resplandor de su intelecto. Como el pez fuera del agua, él se aparta del intelecto que abandona el recuerdo de Dios dejándose dominar por el recuerdo del mundo.

Isaac de Nínive (Filocalia)

lunes, 15 de noviembre de 2010

MI MUNDO ES HOY






Dando vida una vez más a la postura que Matsuo Bashō, el gran poeta del haiku, adoptaba cuando decía: "No busco el camino de los antiguos. Busco lo que ellos buscaron", Abbas Kiarostami, en las cinco tomas largas que componen su película Five -dedicated to Yasujiro Ozu, hace otro tanto con el no tan antiguo, pero sí clásico, autor de cine japonés. Esa postura en relación a la herencia podría ser bien complementada, me parece, con una frase que oí decir al músico brasileño Paulinho da Viola con respecto a su propia tradición sambista: "Mi tiempo es hoy. Yo no vivo en el pasado, el pasado vive en mí". 
En zazen, el cuerpo sedente toma esa misma postura. Cuando el maestro Dogen dice que aprender el Zen es descubrir nuestra naturaleza original de Buda no está diciendo que tenemos que volvernos budistas sino que tenemos que volvernos Buda, despertar como él lo hizo. Esa postura, hecha carne en nuestro cuerpo presente, da vida al mismo tiempo a toda una tradición de cuerpos sentados que se actualiza en nuestra meditación. Aquí y hora también quiere decir todo esto.





Meu mundo é hoje. Paulinho da Viola





Five. Abbas Kiarostami






Tokio monogatari. Yasujiro Ozu.

jueves, 11 de noviembre de 2010

LA CABEZA (TADA)




Michitaro Tada, en su libro-cuerpo Karada (Cuerpo), que lleva por subtítulo El cuerpo en la cultura japonesa, dedica una sección de su reflexión a cada segmento corporal (de arriba abajo). Lo que acá dejo son fragmentos de la primera parte del libro, Atama / La cabeza. En otra ocasión subiré algo de las partes más bajas (por ejemplo es especialmente interesante la sección dedicada a Hara / El viente). Es curioso que en la parte que dedica a la cabeza se la pase hablando del dormir. ¿Por qué motivo asociará Tada la cabeza con el dormir en una cultura donde, por cierto, ocupa un lugar tan importante la figura de Buda, que literalmente quiere decir 'el despierto'? No lo sé.





Nezo mo kosei no hyogen
La postura que adoptamos al dormir es una expresión del individuo
(...)
Las posturas en el sueño son un asunto individual. Tenemos una expresión -makura o takaku shite neru (dormir sobre una almohada alta)- pero la altura de la almohada depende mucho del gusto de cada uno. Hay quienes se mueven con tanta violencia durante la noche que no pueden usar una almohada de ningún tipo. Según Desmond Morris, un ser humano cambia de postura mientras duerme entre cuarenta y setenta veces por noche. Y como las posiciones que asume el cuerpo son expresiones individuales, otro investigador, Samuel Dunkell, ha llevado su indagación en este tema al punto de iniciar un programa de investigación para interpretar el lenguaje de la gestualidad nocturna.
Comer, por cierto, es también un asunto individual. Aunque dos personas tomaran del mismo vaso, por lo general querrán dos sorbetes. Lo mismo sucede con el dormir. Los ronquidos y el rechinar de dientes del otro resultan intolerables. Pero uno no siente la más mínima molestia con el propio roncar. El buen apetito y el buen descanso son elementales para la buena salud, pero cada individuo tiene sus propios hábitos para comer y dormir, y cada hábito es personal y puede entrar en conflicto con los hábitos del otro. Por lo tanto, un sistema muy estricto de buenos modales para las comidas fue desarrollado por nuestros ancestros, y tales sistemas han sido un mecanismo humano para cultivar el sentimiento social.¿Pero qué sucede con el tema de dormir? (...)
Últimamente, cuando dormía con nuestro pequeño perro, observaba lo siguiente: el perro apoyaba su mentón sobre mi brazo y dormía con la mayor felicidad. Mi brazo se convertía no sólo en un objeto de utilidad para sostener el peso de su cabeza, sino también en una garantía y un símbolo de amor. Un antiguo tanka dice:

Haru no yo no
     Mi brazo como almohada
yumebakari naru
     apoya tan solo
tamakura ni
     mi sueño de una noche de primavera;
kai naku tatamu
     tristemente, si conocieran mi nombre,
na koso oshikere
     me avergonzaría.

Los aristócratas -quienes desde mucho tiempo atrás podían llevar vidas individuales, es decir con un espacio propio para cada individuo- pueden haber usado almohadas de cerámica, pero la gente común siempre ha tenido el amor y la seguridad garantizados por la proximidad del otro y el uso del brazo suyo como almohada. En tal caso, tal vez deba buscar el origen de la almohada en la ese nocturna del soltero mientras duerme, o sea del hombre que sufre la soledad y duerme aferrado a un almohadón. En conexión con este tópico, vale notar que el origen de la almohada, en todas partes del mundo, es anterior a la invención de la ropa y de un mueble que serviría para el descanso como la cama. El futon, por ejemplo, que nosotros los japoneses usamos para dormir, tuvo su origen en Osaka recién en el período Genroku.





Temakura hakanai (Jikansei)
La atemporalidad de todo

Al evocar el tanka citado anteriormente, me viene a la mente una expresión idiomática muy grata que dice que "los amantes intercambian almohadas". Estas almohadas, desde luego, deben ser los brazos de cada uno de los amantes. Pensando en la famosa recopilación antigua Hyakkunin-Isshu (Cien poemas escritos por cien personas), me puse a feflexionar sobre los orígenes históricos y culturales de la palabra japonesa makura (almohada). Por si acaso, aclaro que no se trata de una formulación académica sino de algo que de pronto se me ocurrió y que tal vez sea una buena idea. ¿No podría la almohada ser simplemente un sustituto del brazo? ¿Acaso no es correcto decir que la almohada funciona como un brazo o una mano para sostener algo? Tal ha sido mi pensamiento impulsivo.
(...)
En mi casa teníamos un pequeño perro. Casi completo lo anterior con "callejero y mestizo" pero en realidad se trataba de un perro de raza: era un Yorkshire Terrier. Mi esposa y mi hija lo recogieron en el centro de la ciudad. Lo habían encontrado cerca de la vía del tren y el animal las siguió hasta nuestra casa, por lo que nos sentimos obligados a alojarlo. El dueño del perro nunca apareció.
Su nombre era Chibi (Pequeñito) y aún de adulto tenía un tamaño modesto. A la noche el perro visitaba alternativamente el futon de mi esposa y el mío. Iba y venía una y otra vez entre ambos lugares hasta cerrar la ceremonia al apoyar la cabeza sobre mi brazo y adularme así de manera realmente gratificante. Nunca apoyaba el cuello sobre mi brazo como un ser humano hubiera hecho, sino que colocaba ya el mentón y dormía lo más cómodamente con mi brazo como su makura o almohada.
Ya que no se trataba de una relación con una dimensión erótica, nuestro perro debía buscar establecer un vínculo de amor. A decir verdad, sólo me tenía convencido de esto, pero el perro ya no está aquí como para poder comprobar esta teoría. Mi hija, que lo había encontrado, también ha fallecido. Sólo mi pobre teoría -esta hipótesis que tengo acerca de lo que simboliza la almohada- sigue con vida y ánimo, latiendo como un corazón. (...)
La almohada es el símbolo del jikansei, aquella atemporalidad consistente aunque también etérea que posee la naturaleza. Se trata de eso, y no de la cualidad de la mono (la sustancia o la cosa concreta). Entre despertar y dormir hay un tiempo íntimo que denominamos makura. Chibi no podía ni inventar ni descubrir aquello llamado makura, pero me ha dejado el recuerdo de aquel tipo de tiempo profundo.
La historia de cómo los seres humanos inventaron la makura se debe remontar a la remota antigüedad. Me sorprendí al encontrar una explicación, escrita en el siglo III a.C., y otra más impresa sobre un apoyacabezas chino del siglo VIII. Estos maravillosos objetos de arte son, sin embargo, las obras de una civilización que lucha por formalizar la postura humana durante el sueño. Tal es el karma de todo este asunto. Un ser humano está ligado a la almohada, forzado a dormir en una posición que se aproxima a la que tendrá en la muerte, ¿no es así?




(las fotos son de Hiroyo Kaneko)
(en la transcripción fragmentaria del texto evité las notas al pie para adaptar el texto al formato del blog, el que esté interesado me escribe y le envío el texto entero)

domingo, 7 de noviembre de 2010

UN SAUCE ME LO CONTÓ



Andan dando vueltas estos días por la red (y pescamos con ánimo de gurí), a modo de adelanto del disco inminente del fino autor uruguayo Fernando Cabrera, Canciones propias, hecho de dieciséis canciones cuidadosamente elegidas del repertorio uruguayo, tres temas de los cuales hoy quiero colgar dos, El tero tero, de Marcos Velásquez, y Gurí Pescador, de Osiris Rodríguez Castillos.








El tero tero (Marcos Velasquez)


Compañeros tero tero
Tero somos del bañao
Y los del bañao entero
Tero nos hemos juntao.

Es cosa importante tero
Tero mantenerse unidos
Gritar tero en una parte
Y tener en otra el nido.

Tero tero tero tero
-¡Muy bien por el compañero!

Los que gritan cerca'el nido
Tero es porque los protegen
Tero y no corren peligro
De que sin nido los dejen.

¿Pero al tero'e que le sirve
Gritar tero tero tero
Si cualquier pillo en la boina
Se les lleva el nido entero?

Tero tero tero tero
-¡Muy bien por el compañero!

Cuantos teros han quedado
Tero sin nido ni nada
Tero tero en un jardín
Con las alas recortadas.

Compañeros tero tero
Patoteros hay pa' rato
Pero el pato no es un tero
Ni los teros somos patos!

Tero tero tero tero
-¡Muy bien por el compañero!








Gurí pescador (Osiris R Castillos)

Hay un reino bajo el agua
un sauce me lo contó
donde el pejerrey escucha
y canta el bagre cantor.
En la taipa de un asube
yo vi un gurí pescador
que confundiendo a las piavas
les cantaba esta canción.

Tararira,
qué arisca y sabia que estás,
anzuelo que cae al agua,
mojarra que te llevás,
pica pica, Tararira,
plata viva del juncal,
mientras no se corte el hilo
junto al agua me hallarás.

Y yo que crecí en silencio
bajo los sauces del Yí
cobrizo de soles largos
comprendo bien al gurí,
siempre la suerte fue esquiva
con los peces para mí
pero él me enseñó estas coplas
que alumbran como un candil:


Tararira, 
qué arisca y sabia que estás,
anzuelo que cae al agua, 
mojarra que te llevás, 
pica pica, Tararira, 
plata viva del juncal, 
mientras no se corte el hilo
junto al agua me hallarás.




domingo, 31 de octubre de 2010

TRES IMPROVISADORES JAPONESES

1. Ami Toshida










2. Yumiko Tanaka








3. Atsuhio Ito



viernes, 22 de octubre de 2010

VELOCIDAD SILENCIOSA





Una bici no se ama,
se lubrifica,
se modifica.
Una bici se declama
como una poesía
para salir volando.

Paolo Conte

















El silencio como forma de la velocidad

No sería tan difícil de aceptar la proposición que nos hace la música al invitarnos a transcurrir en ella si nosotros, mientras tanto, no nos dispusiéramos a recibirla en nuestro propio transcurrir. Pero es justamente la salida imposible de esa cita doble la que hace posible la experiencia musical. 



La velocidad como forma del silencio


Me gusta mucho andar en bici, sobre todo de noche, en la ciudad vaciada. La velocidad de la bici se ubica entre la pesadez del paso y la frivolidad del motor. Y sucede, creo, en esa velocidad, un acuerdo silencioso entre todas las cosas. Impresiones fugaces en un montaje personal que se ajusta a cada instante. Hay una fluidez china en un paseo en bicicleta, una templanza griega. Andando sin andar, en equilibrio, en el transcurso de la ciudad. Silencioso riesgo.



Pedaleante movilidad


En espacios vacantes pasan autos, evitamos su contacto.
Y cada tanto nos cruzamos con otro ciclista que garantiza la continuación de esa velocidad.
El horror: nosotros somos la garantía del otro ciclista.

sábado, 16 de octubre de 2010

DIALOGAR EN LO INDETERMINABLE





La reflexión sobre el diálogo y el diálogo per se ocupan un lugar importante en el blog. En esta ocasión, Raimon Panikkar piensa cómo, en relación al diálogo intercultural, la confianza puede ocupar el lugar de la certeza. Y a continuación, un diálogo fecundo entre un Japonés (Tezuka) y un Inquiridor (Heidegger) que prefieren la confianza y, llegado el caso, la sospecha, siempre antes que cualquier tipo de certeza.








La búsqueda de la certeza tiene sus orígenes en el miedo a la vida y a la muerte (que son siempre inciertas respecto al tiempo) y en la idolatría de un tipo de razón que nos proporcionaría tal certeza, aunque podamos tener necesidad de la fe en un Dios que nos la garantice -como ha ilustrado paradigmáticamente el pensamiento de René Descartes. (...) La certeza es la confianza de la razón en sí misma que ella misma avala.
La confianza surge cuando nos damos cuenta de que nuestra propia naturaleza nos empuja a confiar en algo que, aún no siendo nosotros mismos, está en nosotros, de que no estamos solos sino ligados al todo, cosa que lleva a la confianza cósmica, que parece ser el impulso más profundo de lo creado y nuestra tendencia más natural.
(...)
Nos fiamos porque creemos, es decir, porque el corazón nos empuja a hacerlo y la razón no pone un veto: una vez más no es posible la separación entre conocimiento y amor sin que ambos degeneren. (...)
La interculturalidad nos quita la confianza absoluta, pero nos refuerza en la confianza en los demás y por lo tanto en nosotros mismos. (...) La desconfianza en el otro (lupus) siempre ha conducido a la pérdida de la confianza en nosotros mismos. (...)
Para tratar con el aliud necesitamos certeza. Para tratar con el alter nos basta la confianza. La seguridad se halla en la fuerza (política, física, económica, militar...), la certeza en una necesidad epistemológica, la confianza en la naturaleza humana. La búsqueda de la primera está motivada por nuestros miedos. La de la segunda por nuestras dudas, y la de la tercera por nuestra fe. (...)
La tentación de la pars pro toto, de tomar una parte (nosotros los liberales, los católicos, los pobres...) por el todo (la humanidad en este caso) ha de ser superada con la experiencia del totum in parte, el descubrimiento del todo en nuestras respectivas partes. Fue ésta la intuición del hombre como mikrokosmos en Grecia, como atman en la India, el descubrir el alter en el alius.

Raimon Panikkar, Paz e interculturalidad (10.Confianza en vez de certeza)















Fragmentos de De un diálogo del habla (Entre un Japonés y un inquiridor):


J: Después de su regreso de Europa, el conde Kuki dictó cursos sobre la estética del arte y de la poesía japonesa. Estos cursos se publicaron como libro. En este texto intenta dilucidar, con ayuda de la estética europea, lo que es el arte japonés.

I: Pero, ¿es lícito recurrir a la estética para semejante propósito?

J: ¿Por qué no?

I: Tanto el nombre como lo que nombra derivan del pensamiento europeo; de la filosofía. Por ello la reflexión estética debe en el fondo permanecer extraña al pensamiento del extremo oriente.

J: Sin duda tiene usted razón. Con todo, los japoneses estamos obligados a recurrir a la ayuda de la estética.

I: ¿Con qué fin?

J: Nos proporciona los conceptos necesarios para poder asir lo que viene a nuestro encuentro como arte y poesía.

I: ¿Acaso necesitan ustedes conceptos?

J: Así parece. Porque desde el encuentro con el pensamiento europeo se ha evidenciado una incapacidad del habla nuestra.

I: ¿Cómo así?

J: Le falta la fuerza delimitadora con la que los objetos pueden ser representados los unos respecto a los demás en orden claro, es decir, en relaciones mutuas de jerarquía y subordinación.

I: ¿Considera usted seriamente esta incapacidad como un defecto empobrecedor de su habla?

J: Su pregunta merece ciertamente una reflexión a fondo desde el momento en que el encuentro entre el mundo extremo-oriental y el europeo se ha hecho inevitable.

(...)



I: El peligro de nuestros diálogos se ocultaba en la propia habla, no en qué dialogábamos ni tampoco en la manera en como lo intentábamos.

J: Pero el conde Kuki dominaba excepcionalmente bien el alemán, tanto como el francés y el inglés.

I: Es cierto. Él podía decir en lenguas europeas lo que se cuestionara. Nosotros intentábamos dilucidar la cuestión del Iki; pero con ello me permanecía cerrado a  el espíritu del habla japonés, y me lo sigue estando hoy.

J: Las lenguas del diálogo lo forzaban todo a un ámbito europeo.

I: Lo que intentaba el diálogo era decir lo esencial del arte y la poesía del extremo-oriente.

J: Ahora creo comprender mejor dónde vislumbra usted el peligro. La lengua del diálogo destruía incesantemente la posibilidad de decir lo que estaba en cuestión.

I: Hace algún tiempo nombré -con poca fortuna- el habla como la casa del ser. Si el hombre vive, por su habla, en el requerimiento del ser, entonces los europeos vivimos presumiblemente en una casa muy distinta a la del hombre del extremo-oriente.

J: En el supuesto de que, aquí y allá, las lenguas no sean meramente distintas, sino que desde su fundamento mismo sean de esencia diferente.

(...)





I: La noción de "hermenéutica" me era familiar desde mis estudios de teología. En aquella época estaba particularmente involucrado en la cuestión de la relación entre la palabra de la Escritura Sagrada y el pensamiento especulativo de la teología. Era, si usted quiere, la misma relación, o sea, entre habla y ser, sólo que velada e inaccesible para mí, tanto que en vano busqué por muchos desvíos y extravíos un hilo conductor.
(....)
Sin esa procedencia teológica no hubiera llegado nunca al camino del pensamiento. Pero procedencia también es siempre porvenir.

J: Si ambos se llaman mutuamente y si la meditación se familiariza en semejante llamar...

I: ...deviene verdadero presente.
(...)
En las obras póstumas de Schleiermacher se publió una sección titulada: "Hermenéutica y crítica, consideradas particularmente con referencia al Nuevo Testamento" (1838). Tengo esta referencia a mano y le leo las primeras dos frases de la "Introducción general":
"Hermenéutica y crítica, ambas disciplinas filológicas y doctrinas del arte, pertenecen juntas porque el ejercicio de una presupone la otra. En general, la primera es el arte de bien comprender el discurso de otro, principalmente el discurso escrito: la segunda es el arte de juzgar correctamente la autenticidad de textos y extractos de textos y de verificarlos a partir de testimonios e indicaciones suficientes."

J: Así la hermenéutica, convenientemente ampliada, puede designar la teoría y metodología de cualquier género de interpretación por ejemplo las artes plásticas.
(...)
¿Emplea usted el nombre de "hermenéutica" en este amplio sentido?

I: Si permanezco dentro del estilo de su pregunta debo contestar: la denominación "hermenéutica" es empleada en Ser y Tiempo en un sentido todavía más amplio; pero más amplio no significa pura y simple ampliación de la misma significación a un ámbito de validez aún mayor. "Más amplio" significa: procedente de aquella amplitud que brota de la esencia originaria. En Ser y Tiempo hermenéutica no significa ni la doctrina del arte de la interpretación, ni la interpretación misma, sino más bien la tentativa de determinar, ante todo, lo que es la interpretación a partir de lo que es hermenéutico.

J: Pero entonces, ¿qué significa "lo que es hermenéutico"? No me atrevo -por grande que sea la tentación- a sospechar que usted emplea ahora "hermenéutico" de modo arbitrario. (...)

I: Con mucho gusto responderé a su ruego. Sólo que no debe usted esperar demasiado. Porque la cuestión es enigmática y tal vez ni siquiera se trate de una cosa.

J: ¿Quizá de un proceso?

I: O de un estado en cuestión (Sach-Verhalt). Pero con tales denominaciones desembocamos pronto en la insuficiencia.

J: Pero esto solamente cuando ya tenemos, de algún modo, en vista aquello que nuestro decir quisiera alcanzar.



I: No se le habrá escapado que en mis escritos ulteriores no empleo ya la denominación "hemenéutica".

J: Se dice que usted ha cambiado de posición.

I: Abandoné una posición anterior, no para cambiarla por otra, sino porque también la anterior era sólo un alto en un caminar. Lo permanente de un pensamiento es el camino. Y los caminos del pensamiento cobijan en sí esto misterioso: podemos, en ellos, caminar hacia adelante y hacia atrás, incluso de modo que sólo el caminar atrás nos conduce adelante.

J: "Adelante" (vorwärts) dice usted, pero no en el sentido de progreso sino... cómo decir, tengo dificultad en encontrar la palabra adecuada.

I: "Ante" (vor) -esta proximidad más próxima que traspasamos continuamente, pero que cada vez nos sobresalta con una nueva extrañez cuando la percibimos.

J: Y que por esto dejamos escapar de la mirada para atenernos a lo que es corriente y útil.

I: Cuando lo próximo -tan prontamente traspasado- tiene más bien tendencia a hacernos volver atrás.

J: Atrás, bien, pero ¿a dónde?

I: A lo que deviene inicio (in das Anfangende).

J: Me resulta difícil comprender esto si debo pensarlo a partir de lo que usted ha dicho sobre ello hasta ahora en sus escritos.

I: Mas a esto que usted ha señalado al nombrar el presente que brota desde la llamada mutua de procedencia y porvenir.

J: Lo que usted supone lo veo, de pronto, quizás más claramente cuando lo pienso a partir de nuestra experiencia japonesa. De todos modos, no estoy seguro si usted tiene en vista lo mismo.

I: Esto podría verificarse en nuestro diálogo.

J: A nosotros, los japoneses, no nos extraña dejar en lo indeterminado lo que uno tiene propiamente por propósito; más aún, el volver a cobijarlo en lo indeterminable.

I: Esto, en mi opinión, es parte constitutiva de todo diálogo acertado entre gente que piensa. Un diálogo así conlleva el poder de cuidar no sólo que lo indeterminable no se escape sino que despliegue su fuerza reuniente de modo aún más luminoso en el transcurso del diálogo.
(...)
El querer saber y la avidez de explicaciones no conducen jamás a un pensamiento inquiridor. (Querer saber es siempre la pretensión enmascarada de una autoconciencia (Selbstbewusstein) que remite a una razón inventada por sí misma y de la racionalidad de esta razón. Querer saber no quiere precisamente detenerse en lo que es digno de pensar.

Martin Heidegger, De camino al habla