(Göreme 2008)
Mesopotamia (Franco Battiato)
Sabés que cuanto más se envejece
más afloran recuerdos lejanísimos
como si fuera ayer
me veo a veces en brazos de mi madre
y escucho aún los tiernos comentarios de mi padre
los almuerzos, los domingos en lo de los abuelos
las ganas y las explosiones irracionales
los primeros pasos
alegría y disgustos.
La primera gota blanca, qué susto
y qué placer extraño
y un enamoramiento sin sentido
por ley natural a esa edad
los primeros acordes en un órgano de iglesia en la sacristía
y un dogmático respeto por las instituciones.
Qué quedará de mí, del tránsito terrestre
de todas las impresiones que he tenido en esta vida?
Me gustan las elecciones radicales
la muerte consciente que se autoimpuso Sócrates
y la desaparición misteriosa y única de Majorana
la vida cínica e interesante de Landolfi
opuesto pero cercano a un monje birmano
o la misantropía celeste en Benedetti Michelangeli.
También yo, mirándome bien, vivo hace milenios
y vengo derecho desde la civilización más alta de los sumerios
del arte cuneiforme de los escribas
y duermo a menudo en una bolsa de dormir
porque no quiero perder los contactos con la tierra
El valle entre dos ríos de la Mesopotamia
que vio en sus riveras Isaac de Nínive.
Qué quedará de mí, del tránsito terrestre,
de todas las impresiones que tenemos en esta vida?
Recordad a Dios para que, sin cesar, él os recuerde, pues recordándoos os salvará y recibiréis todos sus bienes. No lo olvidéis en vanas distracciones si no queréis que él os olvide en el momento de vuestras tentaciones.
En la prosperidad, permaneced cerca de él en obediencia; tendréis así seguridad de palabra ante él cuando os encontréis apenados, por el hecho de que vuestra oración os impulsa sin cesar hacia él en vuestro corazón. Manteneos sin cesar ante su faz, pensando en él, conservando su recuerdo en vuestro corazón; de lo contrario os arriesgáis, viéndolo sólo de tanto en tanto, a carecer de seguridad con él, por culpa de vuestra timidez. La frecuentación continua, entre los hombres, se ejerce por la presencia corporal; la frecuentación continua de Dios es una meditación del alma y una ofrenda en la oración.
Cuando la virtud del vino penetra en las venas, el intelecto olvida el detalle y la diferenciación de las cosas; cuando el recuerdo de Dios se apodera del alma, el recuerdo de las cosas visibles se desvanece del corazón.
Cuando alguien inspecciona su alma a cada instante, su corazón disfruta revelaciones. Aquel que conduce su contemplación hacia su interior contempla el resplandor del Espíritu; aquel que despreció la disipación contempla a su Señor en el interior de su corazón. Aquel que quiere ver al Señor se aplica a purificar su corazón por un recuerdo ininterrumpido de Dios, de ese modo verá al Señor en todo momento en el resplandor de su intelecto. Como el pez fuera del agua, él se aparta del intelecto que abandona el recuerdo de Dios dejándose dominar por el recuerdo del mundo.
Isaac de Nínive (Filocalia)