miércoles, 24 de noviembre de 2010

LA LUZ




Aunque nos sentemos siempre a la misma hora nunca son iguales las condiciones de luz. Como en el zazen los ojos permanecen semi cerrados (o semi abiertos), de una manera u otra nos afecta la cantidad de luz que entra por las rendijas en las que se transforman los ojos. Tal vez los ojos de los japoneses tengan una mayor tendencia natural hacia la rendija, pero el caso es que para nosotros, occidentales, esa disposición de los ojos resulta no habitual. Los párpados pesan, caen como una persiana desenrollada, pero no llegan a tapar por completo el ángulo de visión. La mirada, dirigida hacia abajo, se encuentra a su vez con el alféizar de la ventana ocular constituido por los párpados inferiores y la zona de la nariz. Entre esas dos oscuridades hay espacio para la luz. No sé cómo será la experiencia de la luz en el zazen monástico, siempre en el mismo lugar y tal vez bajo similares condiciones de luminosidad si usan velas o luz artificial. Tiendo a pensar que también en el caso de los monjes zen hay variaciones en la cantidad y en la calidad de la luz que entra a través de las rendijas de sus ojos. Pero en nuestro caso la luz del exterior siempre tiene incidencia (sobre todo de día), y por lo tanto nos afectan las condiciones climáticas. Decir que nos afectan tal vez sea ir demasiado lejos, pero no cabe duda de que inciden en nuestra retina ocular por lo menos. Luminísticamente, las estaciones dejan ver sus diferencias. Sobre todo si nos sentamos siempre a la misma hora vamos a darnos cuenta de que nuestra puntualidad contrasta con los tiempos de la luz: premurosa en verano o demorada, según sea la sentada matinal o vespertina, reticente en otoño. También nuestra ubicación en el dojo trae consigo las variaciones de la luz.
A veces una luz más o menos intensa dibuja con más opacidad el contorno de la nariz. Según la luz venga de un costado o de otro también va a variar el perfil dominante, tanto que a veces al sentarnos puede parecer por la sola dirección de la luz que nuestro cuerpo está mal alineado. Una luz tenue desdibuja los bordes. En lo personal, prefiero este tipo de luz en la que se confunden los límites de la nariz, los párpados, la pared.
Ciertamente, las condiciones de luz son determinantes durante los primeros minutos del zazen. Después la mirada (se) amolda (a) la luz.
Me gusta la razón que suele darse para no meditar con los ojos cerrados: ¡es para no quedarse dormido!