domingo, 19 de diciembre de 2010

TOCAR

 Las imágenes son del libro Photothèque Imaginaire de Shuji Terayama, les Gens de la Famille Chien Dieu (1975), de Shūji Terayama.

El texto es de Michitaro Tada, de su Gestualidad japonesa.




Es universalmente aceptado que el uso de herramientas permitió el progreso de la humanidad. La observación más sencilla nos indica que las herramientas son extensiones del cuerpo; las tijeras son extensiones de los dedos de la mano; los martillos lo son de los brazos; los automóviles, de las piernas y los pies. De la misma manera, el teléfono y la televisión son, por supuesto, extensiones de los sentidos de la vista y del oído. 




Es la marca del "progreso" humano que la civilización sea cada vez más compleja y gigantesca, como también más eficiente, gracias a la invención de instrumentos que permiten que los sentidos funcionen a gran distancia. Pero los sentidos que no pueden ser potenciados de esa manera fueron despreciados, por considerárselos inadecuados para el progreso.




Una de las razones por las que los occidentales sienten aversión al rozar el brazo o el hombro de otra persona es que consideran de suma importancia aislar al individuo de los demás. Para decirlo en otras palabras, es importante para el individuo, como entidad independiente, mantener un espacio suficiente de separación de las otras personas. Pero hay también otra razón: tácitamente consideran despreciable el sentido del tacto.




El acto de tocar a alguien significa involucrarse con el otro, es decir, compartir una emoción profunda. Es por eso que tocar se comprende como una expresión del amor. Sin embargo, esta comprensión no se limita al amor en el sentido más estrecho, sino que se considera al cuerpo de un ser humano como la materialización de su corazón. Por ende, tocar el cuerpo de otra persona es también tocar su corazón. 




Cuando una persona se enoja, se le enrojece la cara; es algo visible. Pero cuando una persona se exalta o se tensiona, no se puede ver que la temperatura de su vientre está subiendo. Es en este sentido que tocarla será la manera más segura de tocar su corazón. En japonés, usamos la expresión kokoro ni fureru (tocar el corazón de alguien), pero entendemos que en su aspecto físico significa en realidad "tocar el cuerpo".




Tocar el cuerpo sugiere algo sucio o indecente. Es así porque tocar el corazón se ha reducido al amor, y el amor, a su vez, se ha reducido al sexo. Ese efecto de minimización es obra -o crimen- de la civilización. Como la liberación sexual es el gran tópico del momento, no podemos dejar de considerarla. Se ha dicho que hoy en día la liberación sexual consiste en dar más importancia "al clítoris que a la vagina". Sin embargo, esto sólo es un avance hacia la compartimentación del sexo, no hacia su liberación. Antes, se debe comprender que el cuerpo entero es relevante para el sexo y el amor; sólo entonces los sentidos podrán liberarse. De otra forma, nuestra liberación no será la de un ser humano pleno. Es necesario elaborar un concepto de civilización diferente del que apremia para compartimentar los sentidos o industrializar el trabajo humano.





En el mundo contemporáneo sólo se otorga un alto valor cultural a las cosas que ocurren en el plano consciente y se pueden controlar. Es por eso que han florecido diversas artes a partir de los sentidos de la vista y del oído. Aunque sean valiosas, y lo son, es de todos modos necesario que reconsideremos lo que fue suprimido. El hecho de que nuestra cultura jamás haya creado un tabú respecto del tocar alude a esta área ignorada.