jueves, 8 de agosto de 2013

ALTA FIDELIDAD

Algunos fragmentos del tratado "Desencantar" de Pascal Quignard incluido en su libro "El odio a la música":


El rey Luis XIV sólo escuchaba una vez las obras que Couperin o Charpentier proponían a su atención en la capilla o en la cámara real. Al día siguiente, otras obras estaban listas para sonar por primera y última vez.
Como este rey apreciaba la música escrita, ocurría cada tanto que pidiese escuchar dos veces una obra particularmente apreciada. La corte se asombraba de su petición y la comentaba. Los memorialistas lo mencionaban en sus libros como una singularidad.




Durante milenios, la ocasión de la música fue tan singular, intransferible, excepcional, solemne, ritualizada como podía serlo una asamblea de máscaras, una gruta subterránea, un santuario, un palacio principesco o real, los funerales, un casamiento.





La alta-fidelidad se ha convertido en el final de la música culta escrita. Se escucha la fidelidad material de la reproducción, y ya no el repiqueteo asombroso del mundo de la muerte. Una simulación excesiva de lo real suplantó al sonido real que se desarrolla y sumerge en el aire real. Las condiciones del concierto y de lo directo contrarían cada vez más al oyente cuya erudición se ha vuelto tan tecnológica como maníaca.
Es la audición de la acústica. Es la audición de aquello que se domina, cuyo volumen puede ser aumentado o disminuido, que se puede interrumpir, o cuya máxima potencia puede ser desencadenada con el dedo y el ojo.




El mercader Vimalakirti decía:
"El término oyente es una afirmación gratuita. ¿Dónde ves un oyente?
No hay lenguaje que nos hable. No hay silencio que lo acalle."