"Está en nuestras manos, ¡no busques más!"
Björk nos interpela, como lo hizo otras veces, a una determinación radical: tomar nuestro destino en nuestras propias manos. Lo mismo que nos propone el Zen. Y la misma Björk, en otra canción, es capaz de hacer una aclaración en forma de una sentencia aparentemente antinómica, vitalmente paradójica: "no depende de vos". Es que el hacerse cargo de nuestra propia condición, de nuestro propio presente y de nuestro propio destino, un hacerse cargo sin vueltas, franco, comprometido, no puede ir disociado, por su propia actitud de aceptación, de una confianza en lo que se nos presenta como incierto. Otro músico, Spinetta, dice en una canción: "no habrá un destino incierto". ¿Cómo, si no por la apaciguación a la que lleva este tipo de confianza (diferente, a todas luces, de la "seguridad" que a veces buscamos), podría no haber un destino que casi por definición es incierto?
La determinación, entonces, de tomar el destino en las propias manos como algo que, a la vez, no depende de mí (hacerse cargo de lo dado, partir de esa aceptación).
"Está en nuestras manos", como si en el hueco del gesto o mudra de nuestras manos estuviera contenido eso que somos.
El principio zen de no-provecho (mushotoku), mediante la práctica de shikantaza (sentarse sin propósito), descubre día a día que lo que está más allá de uno ("it's not up to you") llega al alcance de la mano ("it's in our hands") sólo a condición de dar, a la vez, gratuitamente, desinteresadamente, lo que uno posea, lo que las manos vacías quieran retener.
El principio zen de no-provecho (mushotoku), mediante la práctica de shikantaza (sentarse sin propósito), descubre día a día que lo que está más allá de uno ("it's not up to you") llega al alcance de la mano ("it's in our hands") sólo a condición de dar, a la vez, gratuitamente, desinteresadamente, lo que uno posea, lo que las manos vacías quieran retener.