sábado, 25 de abril de 2009

YIN Y YANG



Hay gente que se niega a razonar. Tiene una fe irracional, y por lo general una especie de resentimiento hacia el pensamiento lógico, como si lo razonable incidiera sobre la experiencia robándole de manera ilegítima lo que ella conserva en su fuero íntimo, como si la afirmación de una implicara la negación de lo otro.



Los motivos serán psicológicos, culturales, ideológicos. En cualquiera de los casos, se me escapan.
Y por motivos igualmente imprecisos debe ser que yo encuentro otra disposición en la configuración de mis experiencias. En mi caso sucede (o así lo intento) que lo razonable de por sí se acomoda a los datos de la experiencia, y lo mismo la experiencia a su enunciación, de manera que se ponen de acuerdo, forman un acorde que se ajusta, en una de esas, a una ley de armonía que subyace.




Haya o no esa ley, la cuestión es que mi experiencia y mi pensamiento racional se ponen de acuerdo sin limitarse el uno al otro, más bien, por el contrario, potenciándose entre sí: el pensamiento racional arma un sistema de proposiciones acordes a la experiencia y, muy considerado, deja siempre un hueco para lo inefable, una zona abierta, tendida, una indicación sin objeto. Por su parte, la experiencia, sabiéndose libre, ofrece al pensamiento formas originales en las que lo razonable pueda vivir, obsequia al pensamiento un cuerpo bello para que él lo habite.




Y así es que me cuesta entender el divorcio que tanta gente vive entre experiencia y pensamiento, entre fe y razón, entre vida y lenguaje. Y los hay de los dos equipos, los que juegan con la camiseta de la razón y los que se ponen la camiseta de la fe, los dos divorciando el sentido del espacio en direcciones opuestas, para llevar la misma pelota hasta arcos contrarios, haciendo oídos sordos al koan zen que dice: puerta abierta hacia el norte, puerta abierta hacia el sur, puerta abierta hacia el este, puerta abierta hacia el oeste.




Además, entre paréntesis, no somos absolutamente humanos? Y no aprendemos de Cristo esa humanidad plena abrazada al misterio? Y no es el pensamiento el testigo ineludible de la vida?




Sin cometer los mismos errores de la escolástica, que por no divorciar la fe de la razón las ataba a ambas del cuello, ahogándolas, podemos descubrir la manera de que respiren libremente el mismo aire, en una convivencia similar, análogamente, a la convivencia que puede esperarse de dos culturas distintas, inconmensurables. Respirar, eso es lo importante. Que todo respire.