viernes, 26 de marzo de 2010

FISIOGNÓMICA



Jan Van Eyck, Prolíptico del Cordero Místico (Detalle)


I.


1. Si mi alma silencia a la carne por un acto de violencia, la carne se vengará del alma infeccionándola secretamente del espíritu de venganza. La amargura y el mal humor son las flores de un ascetismo que solamente ha castigado el cuerpo. Porque el espíritu está por encima de la carne, pero no completamente independiente de la carne: cosecha en sí aquello que siembra en la carne. Si el espíritu es débil con la carne, encontrará en la carne la imagen y la acusación de su debilidad. Pero si el espíritu es violento con la carne, sufrirá por la repercusión de la carne contra la violencia. (...)

2. Sólo existe un ascetismo verdadero: el que es guiado por el Espíritu de Dios y no por el espíritu de uno mismo. El espíritu del hombre primero debe sujetarse a la gracia y entonces podrá traer a la carne a la sujeción de la gracia y de sí mismo. "Si por el Espíritu mortificáis los hechos de la carne, viviréis" (Romanos 6.13)
La gracia es caritativa, misericordiosa, amable, no buscadora de su interés. La gracia inspira en nosotros únicamente el deseo de la voluntad de Dios, sea ésta la que sea, sin importar si es agradable o desagradable a la naturaleza. (...)

3. La vida espiritual no es sólo una negación de la materia. Cuando el Nuevo Testamento habla de "la carne" como enemigo nuestro, toma la carne en un sentido especial. Cuando Cristo dijo: "La carne nada aprovecha" (Juan 6.64), hablaba de la carne sin espíritu, de la carne viviendo para sus propios fines no solamente en las cosas sensuales, sino aun en las espirituales.
Una cosa es vivir en la carne, y otra muy distinta vivir según la carne. En este último caso se adquiere "la prudencia de la carne, que es contraria a Dios", porque se hace de la carne un fin en sí, siendo así que cuando estamos en este mundo nuestra vocación exige que vivamos espiritualmente aun cuando estemos todavía "en la carne".
Todo nuestro ser -cuerpo y alma- debe espiritualizarse y elevarse por medio de la gracia. El Verbo que se hizo carne y habitó entre nosotros, que nos dio Su carne como alimento espiritual, que está sentado a la diestra de Dios en cuerpo divinamente glorificado, y que un día resucitará nuestros cuerpos de entre los muertos, no quiere que despreciemos el cuerpo o que lo tomemos a la ligera cuando nos dijo que nos neguemos a nosotros mismos. Hemos, ciertamente, de controlar la carne, hemos de "castigarla y someterla", pero ese castigo es para beneficio del alma y del cuerpo. Porque el bien del cuerpo no se encuentra sólo en el cuerpo, sino en el bien de la persona entera.


Thomas Merton, Los hombres no son islas, VI. Ascetismo y sacrificio.





II.





Fisiognómica (Franco Battiato, Fisiognomica, 1988)

Leo dentro de tus ojos
cuántas veces viviste,
en la línea de la boca
si estás dispuesto al odio o a la indulgencia,
en los rasgos de tu nariz
si sos orgulloso, altivo o acaso vil,
los dramas de tu corazón
los leo en tus manos,
en sus falanges,
dispendio o avaricia.
Por cómo reís y te sentás
sé cómo hacés el amor.
Cuando te enojás
si sos propenso al rencor o a la honestidad.
Por cosas que no sabés y no entendés
si sos presuntuoso o humilde,
de los arcos de las uñas
si sos un puro, un ávido o un mezquino.

Pero si te sentís mal
volvete al Señor
Creeme, no somos nada,
míseros arroyos sin Fuente.

Veo cuando caminás
si sos jactancioso, frágil o indefenso,
por cómo hablás y escuchás
el grado de conciencia,
en los músculos del cuello y en las orejas
el tipo de tensiones y de encierros.
En el sexo y en la pelvis
si sos más hombre o mujer,
vivir veinte o cuarenta años más es igual,
difícil es entender lo que es justo
y que el Eterno no ha tenido inicio
porque nuestra mente es temporal
y el cuerpo vive justamente sólo esta vida.

Pero si te sentís mal
volvete al Señor...