jueves, 8 de abril de 2010

NOTAS SOBRE YOGA





La traducción del yoga (en tanto sistema exótico a nuestra cultura) comporta, por lo menos, dos instancias. En la primera nos apropiamos de un corpus de enseñanzas (mediante los textos y mediante la presencia efectiva de un maestro) y elaboramos, de manera inacabada, una primera lectura. Si alguien nos pregunta de qué se trata el yoga podemos exponer esta interpretación, siempre sesgada, que nos hace formar parte de una tradición.
En una segunda instancia traducimos esas enseñanzas a nuestra experiencia, primero en el cuerpo, después más allá del cuerpo.
Como hay una multiplicidad inabarcable de concepciones sobre el yoga y como, además, las experiencias personales al interior de cada una de ellas no hace sino seguir multiplicando esa diversidad, decidí exponer, en un apunte fundamentalmente incompleto, algunas impresiones que voy teniendo sobre el yoga a la luz de mi práctica (sadhana).
Mis ideas acerca de qué es el yoga varían a cada momento a medida que mi práctica se desarrolla, de manera imprevisible. Así que me voy a limitar a anotar los rasgos que, en este momento, creo que caracterizan el yoga.

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En tanto técnica soteriológica, tenemos que distinguir dos instancias al interior del yoga: el método y su culminación en la liberación (moksha). Sobre el método, encuentro dos palabras clave: control y percepción. Basta revisar los primeros siete de los ocho pasos del “yoga clásico” de Patanjali para que estas palabras empiecen a reclamar protagonismo en la comprensión del sistema. En segundo lugar, para aludir a la liberación, que completa los ocho pasos (ashtanga) del yoga creo que, de acuerdo a su significación original, la palabra más explicativa sería unión. Con este vocabulario, voy a revisar las ocho instancias del yoga.

Yamas y Niyamas, es decir, control de nuestra conducta ética y moral para con el mundo y para con nosotros mismos como propedéutica de una percepción adecuada.
Asanas: ejercicios de control del cuerpo físico (a nivel muscular, articular, óseo) que contribuyen a la percepción de la dimensión física del cuerpo (en sánscrito, Kosha Annamayi). Los estudiantes (sadhakas) más avanzados realizan estos ejercicios mediante las posturas (asanas) que esquematizó en figuras simbólicas la tradición india; pero un estudiante menos avanzado entrena la misma percepción mediante el control del cuerpo con ejercicios y posturas previas que se realizan para tomar conciencia de las leyes de la materia que, en el cuerpo físico, se llaman leyes biomecánicas.
Pranayamas: ejercicios de control de la respiración que contribuyen a la percepción de una dimensión más sutil del cuerpo (Kosha Pranamayi) a nivel de las energías prana y apana.
Prathyahara: ejercicio de control de los sentidos para garantizar un sustento firme al nivel de percepción adquirido sobre el cual se asienta el nivel siguiente;
Dharana: control de la mente, concentración, percepción agudizada a nivel del cuerpo mental (Kosha Manomayi).
El séptimo nivel del yoga se llama Dhyana, y es un estado que se adquiere al controlar (ya podemos decir sujetar o subyugar, de acuerdo a cómo lo indica la etimología de la palabra yoga con la raíz sánscrita yuj-) los niveles inferiores del ser para percibir a la divinidad.
Por último, el Samadhi, sobre el cual, evidentemente, sólo puedo conjeturar, sería ya no una forma de percepción sino más bien de recepción y, por lo tanto, de unión (y acá se puede aludir a la segunda acepción etimológica de la palabra yoga) del ser múltiple en el Ser no dual. Así es cómo el método, aunque basado en el control, conduce al final a la liberación.




Espero que estas impresiones personales sobre el yoga (que iré acumulando en el blog a medida que las nuevas experiencias en mi práctica soliciten una interpretación) puedan ser útiles, de la manera que fuere, a otros estudiantes que estén inquiriendo en su práctica.