Cada cultura cree en sus propios mitos, y cuando se olvida el carácter relativo
de las convicciones que están encerradas (y comprendidas) en el mito, se corre
el riesgo de convertir en absolutos las ideas y los valores de tal cultura.
Raimon Panikkar, Paz e interculturalidad
Siempre consideré con una cuota más o menos alta de incomprensión la declaración de Raimon Panikkar cuando, muy alegremente, dice que se considera a sí mismo 100% hindú y 100% cristiano. En mi vana preocupación por conciliar sistemas de creencias, primero entendí lo que decía Panikkar en términos de traducción y así practiqué mis creencias personales traduciendo, a veces con una libertad tan grande que ponía en duda toda posible constatación con el original, sistemas de creencias a una versión en mi propio idioma. Eso incluyó sistemas culturalmente muy disímiles, entre los cuales hacía malabares para encontrar correspondencias, homologías, parecidos. De este juego de traducciones se trata, creo, lo que llaman filosofía perenne.
La interpretación, desde esta perspectiva, sería la función por excelencia a aplicar sobre los archivos religiosos de la humanidad. La interpretación consistiría en sesgar, con la lectura, un texto, con un método de producción (de sentido) dado por nuestro paradigma. Pero tengo la convicción de que existe una forma de interpretación algo distinta a la que usaría esta filosofía perenne, y creo que es esta otra interpretación la que más conviene usar para leer tradiciones exóticas si no se quiere cometer una forma actualizada de Enciclopedia.
Esta otra interpretación lee el cristianismo y el hinduismo, por volver al caso, a) sin caer en una lectura reduccionista, que creería encontrar, en estas dos tradiciones, para todos sus signos una traducción posible a un paradigma que funciona como primum analogatum, reduciendo de esta manera lo otro a lo mismo, y b) superando una especie de metafísica de la objetividad, que llevaría a cabo la lectura con la expectativa de descubrir lo que en realidad está diciendo el texto, creyendo en el texto como guardián de un sentido único.
En nuestro caso, interpretaríamos el cristianismo y el hinduismo admitiendo la mínima medida irrenunciable de nuestro propio paradigma para tratar, a partir de su límite, de alejarnos de él en busca de la comprensión del paradigma propio del hinduismo, por un lado, y del cristianismo, por otro. Sin la expectativa de conocer una verdad que guardaría, para sí, el hinduismo, y sin la violencia del que cree encontrar esa verdad única en su propio sistema leyendo, a continuación, el hinduismo como una versión exótica de esa verdad, una interpretación más justa se dispondría a la lectura como quien estudia otro idioma. Quizás al principio haga falta traducir algunos términos pero, a medida que se avanza en la comprensión de ese idioma, se trata de pensarlo desde su propia lógica, desde su propia sintaxis, desde su propio vocabulario, que a menudo cuenta con acepciones específicas que son, naturalmente, intraducibles. Esta es la manera que encontré de practicar mis creencias y de entender, ya que Panikkar sigue siendo para mí una referencia ineludible en estas cuestiones, qué quiere decir ser 100% cristiano y 100% hindú. Se trata de escuchar qué es lo que dice el cristianismo y qué es lo que dice el hinduismo para poder comprenderlos, después, en experiencias auténticamente cristianas o auténticamente, llegado el caso, hindúes.