EXISTENCIA COMO DESVÍO EN EL EQUILIBRIO
Cuando uno se mantiene en la cima de una cresta afilada suspendida sobre el vacío vertical, basta con una sola incitación; por mínima que sea, ésta puede precipitar al abismo; hay que caminar derecho. Sentado en la cavidad del valle, por el contrario, cualquier fuerza que aparta de esta posición se invierte y la gravedad basta para restablecer a cualquiera en ese fondo. Los sabios llaman a estas dos posiciones: equilibrio inestable, en lo alto de un círculo, y estable, en su parte baja; se necesitan todas las fuerzas reunidas para conservar el primero, pero basta con la más pequeña para destruirlo; cualquiera restablece el segundo, que es indestructible. Del mismo modo, el silencio de los órganos exige el mutismo de todos, mientras que el menor malestar mezcla a la salud transparente una gota que la enturbia por entero; porque el dolor más local ocupa y recluta la totalidad del cuerpo, mientras que el placer, exclusivo, requiere su total colaboración, sin una sola piedrita que moleste en el talón. El bien y el mal se parecen a estas dos situaciones de equilibrio: para obtener la paz, es preciso que todos se conduzcan de igual manera; si uno solo, agresivo, envidia o habla mal, entonces precipita a todo el mundo a la guerra; nadie, por lo tanto, podrá zafar de ese infierno. En condición necesaria, el bien requiere una cooperación unánime; mientras que el mal, en condición suficiente, no exige más que el menor acto o incluso la intención de uno solo. Difícil hasta lo inaccesible, uno solicita un máximo rarísimo; el otro, un mínimo fácil. En el dolor y en el mal, uno solo, tiránico, hace la ley; el bien o el placer exigen la totalidad de los votos. En consecuencia, Dios se define por una omnitud y Satán como un individuo. Salud divina, dolor diabólico.
Ahora bien, misteriosamente, a menudo el cuerpo puede desbaratar esas leyes de estática. Jugando su parte fuera del equilibrio, enfrentando los límites... logra establecer otra base alta, en la inestabilidad. Pero si sabe construir ese nuevo estado fuera del antiguo equilibrio, puede pensar entonces que la misma vida se establece desde el comienzo por un primer desvío desde todo punto de vista semejante a ése. Esta posición varias veces expuesta, secreto envuelto de la vida en general y de las existencias singulares, lo hace salir del dominio real para entrar en el potencial. Sí, el cuerpo existe en potencia, en todos los sentidos imaginables. Sin esta nueva evidencia, ¿cómo comprender el progreso en el entrenamiento, el segundo aliento, el estado de forma, la explosión de vida, la adaptación, la comodidad más allá del dolor, la misma virtud?
MICHEL SERRES, Variaciones sobre el cuerpo