En lo que atañe a la conciencia individual asociada al cuerpo individual, ésta se ve totalmente interrumpida cada día por el sueño. El sueño profundo no se distingue de la muerte (hacia la que a menudo supone un mero tránsito, como por ejemplo cuando uno se congela) por el presente de su duración, sino por el futuro, o sea, por el despertar. La muerte es un sueño en el cual queda olvidada la individualidad: todo lo demás despierta de nuevo, o más bien sigue despierto.
A. Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación