sábado, 11 de mayo de 2013

CONSECUENCIA Y CIRCUNSTANCIA




Atengámonos a las consecuencias. Pues tan sólo las consecuencias de un problema, sus repercusiones en el ámbito humano, pueden tener importancia para nuestro interés. No hay, evidentemente, problema que no responda a algún tipo de pregunta abstracta. Pero no hay pregunta abstracta que no responda, a su vez, a una necesidad de urgencia. La intuición que precede a un desarrollo abstractivo y sistemático es la misma antes y después del desarrollo, y es ella -la intuición- la que constituye nuestra propia problematicidad como intuición vital, como intuición consecuente. Así, atenerse a las consecuencias se reduce a ser consecuente consigo mismo. La consecuencia, lo que resulta de un problema, sus raíces hacia diversas latitudes prolongadas, es lo que nos importa, aquello que hace que seamos consecuentes con la pregunta que nos dirigimos, aquello que repercute profundamente en nuestro modo de vivir. Lo cual equivale a afirmar que los sistemas, en tanto instituciones abstractas de tipo general, no pueden interesarnos nunca y que solamente removerán nuestro interés cuando sean consecuentes con la intuición inicial que los produce. En otras palabras: un sistema filosófico solamente puede adquirir vivacidad propia si enraiza en las cuestiones fundamentales que cada hombre, en cierto momento de la historia, se dirige a sí mismo, aunque la intuición que adquiera de su situación permanezca vagamente definida.
Solamente se entiende la consecuencia por la circunstancia. De ahí que todo nuestro interés se dirija a la circunstancia para plantearla con claridad, de frente y sin rodeos, para descubrir lo consecuente o lo inconsecuente de su situación.

(fragmento de Sentido de la presencia, ensayos de Ramón Xirau, 1953)