viernes, 2 de noviembre de 2012

¡ÁBRETE, SÉSAMO!




Apriti Sesamo (Battiato, 2012)

Ábrete, Sésamo
ábrete, Sésamo,
ábrete, Sésamo.

Sonreía Sherezade y sus dientes, como hilos de perlas,
como piedras de granizo, como flores,
centelleaban al sol por la grandeza de Alá.
De su boca, las más bellas historias cobraban vida para el Rey.
Comenzó así la bella a contar sobre Alí Babá y los cuarenta ladrones.

Ábrete, Sésamo,
ábrete, Sésamo,
ábrete, Sésamo.

Alí había seguido, escondido como una sombra, una banda de ladrones.
Caminaban por el bosque en fila india.
Llegaron delante de una gran gruta escondida por matorrales. 
Su jefe, imperioso, ordenó: ¡Sésamo, ábrete!
La roca giró sobre sí misma y, como una puerta, se abrió de par en par: 
monedas de oro, piedras preciosas, sables centelleantes y alfombras de Bukara.

Tinajas de vino preciado, vasijas llenas de luz lunar que iluminaban a su alrededor para el placer de los ojos.

Cuando los ladrones se alejaron al galope y estaban ya lejos
Alí Babá se armó de coraje
(y palpitaba su corazón como mil caballos),
asustado y temblando repitió la fórmula mágica: ¡Sésamo, ábrete!
La roca giró sobre sí misma y como una puerta se abrió de par en par
En ese punto, alzándose el día, Sherezade se detuvo y la historia terminó.