miércoles, 23 de diciembre de 2009

EL DESARROLLO HISTÓRICO DEL ZEN (1)





El Zen floreció en China a lo largo de las dinastías T'ang (616-905), Sung (960-1278) y Yüan (1206-1314) y comenzó a declinar en la dinastía Ming (1368-1628). Los hechos y logros del Zen durante este largo período de tiempo pueden resumirse así:

( I ) Los seguidores del Zen adaptaron el budismo al carácter y pensamiento chinos, lo que significa que este dejó de conisderarse como un fenómeno importado desde otra cultura. En vez de recurrir a los arduos conceptos abstractos tan característicos del pensamiento indio, el Zen comenzó a dirigirse a la gente de un modo directo, en su propio lenguaje. Es en la literatura Zen donde mejor se han preservado los dialectos y giros idiomáticos de la dinastía T'ang. Hasta la llegada del sexto Patriarca, el budismo chino aún retenía un gran número de términos filosóficos indios que, para una inmensa mayoría, no resultaban en absoluto fáciles de comprender ni de llevar a la práctica en la vida cotidiana.





( II ) El Zen llevó a la abstracción a poner los pies en la tierra. El Buda no era visto ya solamente como un individuo iluminado y en posesión de todos los rasgos de la más alta excelencia; ahora, el Buda era también una simple hoja de hierba hecha jirones por el viento; el Buda era aquel viejo "puente de piedra" que hay sobre el arroyo de montaña frente al monasterio de Chao-chou (puente que es pisoteado sin contemplaciones por todos los que lo cruzan, caballos y burros incluidos) (1).





( III ) Empezaron a producirse demostraciones de enseñanzas Zen allá donde hubiese monjes, ya estuviesen estos leyendo sutras o visitando a una familia en duelo o recogiendo hojas secas en el jardín. El laico Pang Chü-shin, célebre hombre-Zen de la dinastía T'ang, solía cantar:

¡Qué maravilla, qué milagro!
¡Saco agua, acarreo leña!

En cierta ocasión, un maestro Zen iba caminando con su discípulo por un páramo desierto. El discípulo preguntó: "¿Podría uno encontrar el Buddha-dharma en este paraje desolado?". El maestro contestó: "¡Qué grande esa roca! ¡Y qué pequeña aquella piedra!".
La hija del laico Pang mostraba, al igual que su padre, grandes dotes para el Zen. Una tarde, mientras ella se encontraba recogiendo hierbas medicinales, apareció el maestro Tan-hsia, un buen amigo de la familia, quien le preguntó: "¿Dónde está tu padre?". La joven dejó en el suelo la cesta que llevaba y se quedó inmóvil, de pie, con las manos cruzadas sobre el pecho. Tan-hsia, haciendo como si no la hubiera visto, repitió la pregunta: "¿Dónde está tu padre?". Ella volvió a coger la cesta y se alejó de allí caminando.





( IV ) PAi-chang (fallecido en 814) fundó en China un nuevo tipo de monasterio budista, pues se había dado cuenta de que la vida Zen entraba en contradicción con el antiguo sistema tradicional. Así, la orden budista Zen se transformó en un organismo con capacidad para gobernarse a sí mismo con total autonomía. Los monasterios fueron divididos en varios departamentos, cada uno encargado de una tarea: llevar las cuentas, oficiar las ceremonias, preparar las comidas, abastecerse de provisiones, cultivar los huertos, etc. Cada departamento tenía su oficina, dirigida por un venerable monje veterano que era a su vez asistido por otros monjes más jóvenes. Si la comunidad entera se hallaba trabajando en el campo, el maestro salía a trabajar con ellos, como uno más. Mientras trabajaban juntos, maestro y discípulos, a menudo se producían demostraciones de la enseñanza Zen. La lectura de libros y el estudio de los textos clásicos no eran los únicos medios de adquirir el conocimiento-búdico; tampoco el sentarse en la postura de loto en la Sala de Meditación era la mejor manera de alcanzar el Despertar. El Zen se hallaba en el monje moviendo sus miembros y articulaciones, llevándose la comida a la boca, respondiendo a las imperiosas llamadas de la naturaleza, atendiendo con diligencia los encargos de sus superiores, etc. El Zen no estaba más allá de la vida cotidiana; se encontraba presente tanto en los grandes momentos como en los hechos más triviales y ordinarios. Los monjes no despreciaban ni la más ínfima de las tareas; nada se hallaba por debajo de ser cosiderado digno, pues el Zen, en sí, no es sino la vida misma.





( V ) Existía la costumbre entre los monjes Zen de todo el país de efectuar lo que podríamos denominar "peregrinaciones religiosas". En la medida en que el Zen se fue extendiendo por toda China, se construyeron numerosos monasterios en las regiones montañosas; los mayores albergaban a comunidades de más de mil monjes. En determinada época del año, los monjes peregrinaban de un monasterio a otro. La idea era encontrar al maestro que mejor pudiese conducirle a uno a experimentar el Despertar. Cada maestro poseía su propio método pedagógico que funcionaba mejor con unos y peor con otros. La personalidad y el carácter del maestro influyen con frecuencia en el desarrollo espiritual de sus discípulos; esto es psicológicamente inevitable. Los mismos maestros se daban cuenta de esto y a menudo animaban a sus pupilos a ir a estudiar a otro lugar, encaminándoles allí donde consideraban más adecuado según las características particulares de cada uno. La peregrinación, que tenía lugar a través de grandes áreas habitadas tanto por gente de campo como de ciudad, brindaba además a los monjes una oportunidad única para conocer a toda clase y categoría de personas. Esto debe de haber contribuido a la educación de estos monjes en gran variedad de sentidos. Así, equipados con una rica experiencia, no solo en el estudio del Zen sino tambien en los manejos y las relaciones humanas, los monjes completaban la formación de su carácter y se hacían merecedores, de un modo natural, del respeto y la confianza de la gente (aunque hay que decir que aquellos monjes no mostraban demasiado interés por los halagos y consideraciones sociales). En aquellas épocas, en pleno auge de las dinastías T'ang y Sung, cuando el Zen se hallaba en su mejor momento, los monasterios fueron el refugio de las personalidades de mayor grandeza moral e intelectual de la época.






( VI ) El florecimiento de lo que se conoce como neo-confucianismo durante la dinastía Sung debe mucho a la influencia del pensamiento Zen. Puede ser que el Zen en sí mismo no tenga mucho que ver con aquello que denominamos pensamiento, pero resulta natural e inevitable que algunos maestros Zen, especialmente aquellos con mayor inclinación filosófica, terminasen por dar nacimiento a una nueva corriente de pensamiento, fundamentada en las experiencias que habían ido acumulando durante largos años dedicados al estudio del Zen como vía hacia el Despertar. En parte, este fenómeno se vio propiciado por la asociación del Zen con la escuela filosófica Hua-yen (Avatamsaka en sánscrito, Kegon en japonés). La escuela Hua-yen marca el punto más alto en la sistematización del pensamiento budista en China durante las dinastías Sui y T'ang; fue encabezada por gigantes intelectuales de la talla de Tu-shun, Chih-yen y Fa-tsang. Incluso los confucianos, que por lo general desechaban toda corriente foránea de pensamiento como algo inadecuado para el modo de vida chino, no pudieron dejar de acudir a los monasterios Zen para estudiar lo que allí se estaba produciendo. La filosofía budista era enormemente seductora y ejerció una poderosa atracción sobre los confucianos, que finalmente no pudieron resistirse a entrar en contacto con ella, quedando así prendados y hondamente influenciados.





(1) El maestro Chao-chou (jap. Jöshû) impartía sus enseñanzas en un monasterio de montaña que era célebre por su puente natural de piedra, que hacía las veces de entrada. En cierta conferencia, D. T. Suzuki realizó el siguiente comentario al respecto: "Un día, un monje fue a visitar a Jöshû, y le dijo: 'Este monasterio es muy conocido por su puente de piedra, pero yo aquí sólo veo un viejo tablón, un trozo de madera podrida. Dime, maestro, ¿dónde está el puente de piedra?'. Jöshû contestó: '¿Así que no ves el puente de piedra? Los caballos pasan sobre él, hombres y mujeres, ricos y pobres, niños y viejos, humildes y nobles' (y así, hasta una relación de opuestos interminable), 'ingleses, tal vez japoneses, musulmanes, cristianos, lo espiritual y lo material, lo ideal y lo concreto, lo supremo y lo más bajo y vulgar, todo, sin excepción, pasa sobre él; incluso tú, monje, que dices no verlo, estás caminando sobre él todo el tiempo, y lo peor es que ni siquiera dices 'gracias'. ¿Dónde está el puente de piedra, preguntas? El puente de piedra yace, en silencio, aquí, bajo nuestros pies, desde el pasado sin principio hasta, seguramente, el futuro sin final'".


Extraído de Zen (1958), como aparece en SUZUKI, D. T.,
¿Qué es el Zen?, Ed. Losada, 2006


Imágenes de la serie Etchings to Rexroth (1986) del pintor norteamericano Brice Marden.