viernes, 21 de mayo de 2010

ESTÉTICA DEL MATRIMONIO





Ya hemos visto cómo la pasión pasa al matrimonio sin sufrir, con ello, alteración alguna. Si es así, y puesto que el matrimonio contiene a la pasión, el mismo elemento estético que la pasión implica, debe reaparecer en el matrimonio. Pero lo estético reside en lo infinito de la pasión, en su carácter apriorístico, como hemos visto; y además, en esa síntesis de los contrarios que es el amor, sensible y sin embargo espiritual, libertad y necesidad a la vez, dado en el momento, y eminentemente presente, pero en tal forma que comporta una eternidad. También el matrimonio posee todos esos elementos. Es de orden sensible, pero a la vez espiritual; y más aún porque la palabra "espiritual" aplicada a la pasión significa, ante todo, que ese amor es cosa del alma, que es lo sensible impregnado de espíritu. El matrimonio es libertad y necesidad; y más aún, porque la libertad aplicada a la pasión es propiamente libertad del alma. Cierto que, aun siendo libre, la individualidad no se ha liberado aún de la necesidad natural; pero la entrega de sí misma acrece a medida que la libertad sube de grado: sólo puede prodigar su yo aquel que lo posee. Es en la esfera de lo religioso donde los individuos alcanzan a ser libres: él de un falso orgullo, ella de una falsa humildad. Y si lo religioso aparece entre los enamorados, que se abrazan tan estrechamente, no es para separarlos, sino para permitirles a ella brindarse con una riqueza de sentimientos que no sospechaba hasta entonces, y a él no sólo recibir, sino también brindarse y ser recibido por ella.




El matrimonio comporta lo infinito, más aún que la pasión, porque su infinitud intrínseca es una vida eterna. El matrimonio es la síntesis de los contrarios, más aún que la pasión, porque tiene una antítesis más, lo espiritual y lo sensible, en una oposición aún más radical. Pero lo sensible cobra una importancia estética tanto mayor cuanto más nos alejamos de él: de otro modo, el instinto de los animales constituiría el grado más alto de lo estético. El elemento espiritual del matrimonio es superior al de la pasión. El matrimonio tiene excelencias, una belleza, una estética tanto mayores, cuanto más se eleva el firmamento por encima del dosel nupcial; y el cielo del matrimonio no es el de la tierra, sino el del espíritu.



Cierto que también el matrimonio pertenece al instante, porque es sano y vigoroso, y tiende a perfeccionarse; pero en un sentido más profundo que la pasión, cuyo defecto es su carácter abstracto, mientras que la resolución inherente al matrimonio implica la ley del movimiento, la posibilidad de una historia interna. ¿Qué resolución es ésa? Pues, la resignación, pero en su forma más rica: la que piensa no en lo que se pierde sino en lo que con ella se gana. Hay en ella otra cosa con la que al amor se relaciona, pero no en un sentido exterior.




Porque la resolución no es aquí el fruto madurado por la duda: es la abundancia de la promesa. Tal es la belleza del matrimonio, en el que lo religioso, lejos de negar lo sensible, lo ennoblece.


Søren Aabye Kierkegaard, ESTÉTICA DEL MATRIMONIO


Imágenes de Vilhelm Hammershøi (Copenhague, 1864-1916)