viernes, 7 de mayo de 2010

LIBRO DE LAS MARIPOSAS

Berni Searle, A fine balance (2008)



No me dejes sin mi silencio, te pedí, no te lo lleves todo, que no me quede con el tuyo todo, solo.

Que cuando no me acabe de haber ido me posea mi silencio mudo.

Porque puedas oírme cuando no me acabe de haber ido.



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¿La mañana? Habíamos quedado en que saldría de tu mano derecha pero tu mano derecha se ha dormido, se ha dormido.

¿La mañana?, dijimos: dentro de poco, descansa un momento y tus párpados.

No sé, veo la rosa que se incendia, rosa incendiándose, fábula de la corona que se yergue.


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He dado en esta piedra y el agua anda cerca. Camino con los últimos colores de la mano. Vecina y vecino. Agua cercana de fuego, azul fuego grande, piedra que viene rodando despacio, despacito, mientras caen los brazos y cae la cabeza y ruedan hacia ti (¿hacia mí dormido?) estas palabras en lo solo.


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Me extraviaste como a su madre el ladrón, se cayó, se fue de boca entre las piedas, herido, acaso muerto.

Ladrón que no salva ni se salva, sin encontrar acomodo en el leño, incómodo en su muerte.


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El rocío sobre esos rosales hasta bien entrada la mañana, terminarse fácil que tiene el sendero.

Todo lo que es línea. El sol en un trono. Tienes a los pájaros, el lugar de donde se volaron, el más breve incendio. De allí vuelvo, lugar vacío donde mis manos invitaron, dieron sombra.

!Qué dormirse fácil tiene el verde, la rueda!

En algunas partes ya era no.


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Se dieron vuelta las mujeres, "ésta trae trigo cosechado", dijeron, "ésta llega en diciembre". Te sentaron sobre una colina.

Tiempo destiempo.

Te entraron deseos de contarles porque viste esa lomada en lo azul: tu madre.


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¿Y te están pidiendo que les pongas nombres, nombres de cada una, nombre damasco, nombre candeal, sobrenombres como de hacerse anillos con los yuyos olorosos?

Las buenas mujeres.

¿Les estarás contando?, ¿por cuál verso?, ¿por cuál entonación habrán bajado los ojos?, ¿en qué llegar de forastero extraviado?, ¿de qué población extinta, lluvia, lámparas, taperas?


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En los parques que somos, yo, el de más aquí de los dos, te saco a pasear, te muestro tu silencio mudo.

Esta mañana el otoño estaba loco por quemarse, entonces ha llegado un niño, despaciosamente incendió las hojas y las hojas.

Dos ancianas cuchichean que el frío ya entró en otros parques.


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Gorrión de las afueras, ¿quién te ha estado llamando en lo oscuro?, tan quedo te han llamado que ahora sabes ir por la luz renegrida de ese grito.

Gorrión de las afueras, reunido contigo, renegrido, helando.


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Entro en la desmesura de sus casas, en su comida enfriada, en fogones de ceniza. Enciendo fuego, abro las ventanas por que acampen las estrellas.

Les grito que no caminen con botas por la sementera, que se descalcen para llegar a las margaritas silvestres.



Arnaldo Calveyra, fragmento de Libro de las mariposas (2001)