martes, 10 de agosto de 2010

LA ESTRATEGIA DE LA SUMISIÓN


Mientras reviso las bases de mi práctica de yoga trato de renovar el sentido de la disciplina. Para eso me ayuda, entre otras cosas, la lectura de los maestros de distintas tradiciones espirituales. En este caso copio un fragmento del célebre Las bases del yoga (1936) de Aurobindo, que revisa conceptos como el de sumisión, aspiración, fe y voluntad. Antes del texto, un fragmento de la película Niente è come sembra de Franco Battiato en el que un personaje responde al discurso materialista de otro personaje acerca de la sumisión y la libertad.





Me permito explicarte dos cosas: la primera es que  la que vos llamás sumisión es una disciplina,
un extraordinario arte de la estrategia para  defenderse de las prisiones de las ataduras y  
sólo así alcanzar libertad de vastidades desmesuradas; la segunda es que la que 
vos llamás libertad es simplemente una total, inconsciente esclavitud.









Nuestro yoga exige una consagración total de la vida a la aspiración, al descubrimiento y a la incorporación de la Verdad divina, y a ninguna otra cosa más. Dividir tu vida entre el Divino y algún propósito y actividad exterior que no tenga ninguna relación con
la búsqueda de la Verdad, es algo inadmisible. La menor desviación de este género haría
imposible el éxito en el yoga.

Las teorías mentales no tienen una importancia fundamental, porque la mente elabora o acepta las teorías que apoyan la tendencia del ser. Lo que importa es esa tendencia y la llamada en tu interior.

El conocimiento de que hay una Existencia, una Consciencia y una Felicidad suprema, que no son meramente un Nirvana negativo, ni un Absoluto estático y amorfo, sino que son también dinámicas, la percepción de que esta Consciencia divina puede ser realizada no sólo en el más allá, sino aquí mismo, y la consiguiente aceptación de la vida divina como el objetivo de nuestro yoga, son cosas que no pertenecen a la mente.  Aunque este punto de vista puede ser sostenido intelectualmente tan bien como cualquier otro, o posiblemente mejor, no es una cuestión de teorías sino de experiencia y, antes de que la experiencia haya llegado, de fe: de la fe del alma determinando la adhesión de la mente y de la vida. Quien esté en contacto con la Luz superior y tenga esta experiencia, podrá seguir este sendero, por arduo que sea para las partes inferiores de su ser. Quien haya sido tocado por la Luz, y no tenga aún esta experiencia, podrá seguirlo si percibe la llamada, si tiene la convicción y el impulso que proceden de la adhesión del alma.


Las sendas del Divino no son como las de la mente humana, ni están concebidas con arreglo a nuestras pautas y, por consiguiente, es imposible juzgarlas o decidir por Él lo que debe o no debe hacer, puesto que el Divino lo sabe mejor que nosotros. Por poco que admitamos la existencia del Divino, me parece a mí que la verdadera razón se une a la bhakti para exigir una fe y una sumisión completas.

La verdadera actitud de sadhana no consiste en imponer la mente y la voluntad vital propias al Divino, sino en aceptar la voluntad Divina y seguirla. No consiste en decir: “Tengo derecho a esto, me hace falta, lo reclamo, lo exijo; ¿por qué no lo consigo?”, sino en darse, en rendirse sin condiciones y recibir con alegría, sin afligirse ni rebelarse, todo lo que el Divino otorgue. Entonces, lo que recibirás será justamente aquello que te hace falta.

La fe, la confianza en Dios, la sumisión y auto-entrega al Poder Divino, son necesarias e indispensables. Pero la confianza en Dios no tiene que ser una excusa para abandonarse a la indolencia, a la debilidad y a los impulsos de la naturaleza inferior; debe ir acompañada de una aspiración incansable y de una repulsa constante de todo lo que sea un obstáculo para la Verdad divina. La sumisión al Divino no debe constituir una excusa, un pretexto o una ocasión, para someterse a los deseos propios y a los movimientos inferiores, al ego o a alguna fuerza de la ignorancia o de la oscuridad que adopte falazmente la apariencia del Divino.

(…)

En nuestro yoga todo depende de la capacidad de abrirse a la Influencia. Si la aspiración es sincera y hay una paciente voluntad de llegar a la consciencia superior, a pesar de todos los obstáculos, la apertura, de una manera o de otra, no dejará de producirse. Pero puede tardar más o menos según el estado de la mente, del corazón y del cuerpo, y de su grado de preparación, y si no se tiene la paciencia necesaria, las dificultades del comienzo pueden hacer abandonar el intento. 

En este yoga no hay otro método que el de concentrarse –preferentemente en el corazón- invocando la presencia y el poder de la Madre para que tome posesión del ser y transforme la consciencia con la acción de su fuerza. Cabe también concentrarse en la cabeza o en el entrecejo; pero para muchos esta apertura es demasiado difícil. Si la mente se aquieta y la concentración se torna fuerte y la aspiración es intensa, es que tiene lugar el comienzo de la experiencia. Cuanto más grande sea la fe, más probabilidades hay de obtener un resultado rápido. El resto no depende sólo del propio esfuerzo: hay que lograr establecer contacto con el Divino y ser receptivo al Poder y a la Presencia de la Madre.






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Casi nadie tiene suficiente fortaleza para dominar sin ayuda, por medio de su aspiración y de su voluntad, las fuerzas de la naturaleza inferior; incluso aquellos que logran hacerlo no consiguen más que una cierta clase de control y no una soberanía completa.
La voluntad y la aspiración son necesarias para hacer descender la ayuda de la Fuerza divina y para mantener el ser de su parte mientras ésta actúa sobre los poderes inferiores. Sólo la Fuerza divina, ejecutando la voluntad espiritual y la aspiración psíquica del corazón, puede hacer efectiva esta conquista.

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Para transformar automáticamente toda acción en acto de adoración, el poder del pensamiento no es suficiente; tiene que haber en el corazón una fuerte aspiración que produzca una percepción o un sentimiento de la presencia de Aquel a quien se le ofrece la adoración. El bhakta no confía en su propio y exclusivo esfuerzo, sino en la gracia y en el poder del divino que adora.

Has tenido siempre demasiada confianza en la acción de tu propia mente y voluntad: ésta es la razón por la cual no puedes progresar. Si pudieras adquirir la costumbre de confiar silenciosamente en el poder de la Madre –no solamente de pedirle que sostenga tu propio esfuerzo-, el obstáculo disminuiría y finalmente desaparecería.

Toda aspiración sincera produce su efecto; si eres sincero crecerás en la vida divina. Ser completamente sincero significa querer solamente la Verdad divina, entregarse más y más a la Madre divina, rechazar toda exigencia personal y todo deseo que no sea esta única aspiración, ofrecer al Divino todas las acciones de la vida y hacerlas como el trabajo que te ha sido asignado, pero sin permitir al ego que intervenga. Tal es la base  de la vida divina.
No es posible llegar a ser enteramente así en el acto; pero si se aspira sin cesar y se pide en todo momento la ayuda de la divina shakti con un corazón sincero y una recta voluntad, se crece cada vez más hacia esta consciencia.

Una sumisión completa no es posible en tan poco tiempo, pues una sumisión completa significa que el nudo del ego está cortado en todas las partes del ser y que éste se ofrece, libre y entero, al divino. La mente, el vital, la consciencia física –e incluso cada una de sus partes en todos sus movimientos- tienen que someterse sucesivamente, abandonando su manera de ser y aceptando la del Divino. Pero lo que se puede hacer desde el comienzo es tomar una resolución central de consagración y cumplir esta resolución en todas las ocasiones que se presenten, aprovechando a cada paso todas las oportunidades para completar la autoentrega.
La sumisión en una dirección facilita las otras, las hace más inevitables; pero por si misma no corta ni afloja los otros nudos. Sobre todo aquéllos que están muy íntimamente vinculados a la presente personalidad y a sus formaciones más queridas presentan con frecuencia grandes dificultades, incluso después de haber sido fijada la voluntad central y puestos los primeros sellos de la practica sobre su resolución.






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No es posible prescindir inmediatamente de la insistencia en el esfuerzo personal; y no siempre es deseable, puesto que el esfuerzo personal es preferible a la inercia tamásica.
El esfuerzo personal tiene que ser progresivamente transformado en un movimiento de la Fuerza divina. Si eres consciente de la Fuerza divina, llámala más y más para que dirija tu esfuerzo, para que asuma su cargo y lo transforme en una cosa que no pertenezca más a ti, sino a la Madre. Se producirá de alguna manera una transferencia, una toma de posesión de las fuerzas que actúan en el adhar personal; una transferencia que no será inmediata, sino progresiva.
Pero es necesario el equilibro psíquico: hay que cultivar el discernimiento que ve con claridad lo que viene de la Fuerza divina, lo que procede del esfuerzo personal y lo que se insinúa como una mezcolanza de las fuerzas cósmicas interiores. Y hasta que la transferencia sea completa –lo que requiere necesariamente su tiempo-, tiene que haber siempre, como contribución personal, una aquiescencia constante a la Fuerza verdadera y una constante repulsa a toda mezcla inferior.
Por el momento no conviene que abandones el esfuerzo personal; lo que tienes que hacer en cambio es pedir cada vez más intensamente al Poder divino que gobierne y guíe este esfuerzo personal.

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Son únicamente las partes más mecánicas del ser las que pueden decir verdaderamente que son impotentes. La consciencia física material, especialmente, es inerte por naturaleza y es movida o por la mente y el vital o por las fuerzas superiores; pero uno tiene siempre la potestad de poner al servicio del divino la voluntad mental o el impulso vital. No es posible estar seguro del resultado inmediato porque la obstrucción de la naturaleza inferior o la presión de las fuerzas adversas pueden a menudo obstaculizar con éxito durante algún tiempo, e incluso durante mucho tiempo, el cambio necesario.

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Dices que eres consciente de tu ignorancia y de tu oscuridad. Si es solamente una consciencia general, no es suficiente. Pero si eres consciente de ello en los detalles, en su acción efectiva, es suficiente para empezar; tienes que rechazar firmemente los movimientos falsos que percibes y hacer de tu mente y de tu vital un campo claro y tranquilo para la acción de la Fuerza divina.

Los movimientos mecánicos son siempre los más difíciles de detener por la voluntad mental, porque no dependen lo más mínimo de la razón ni de ninguna justificación mental, sino que se basan en asociaciones, o simplemente en la memoria o el hábito mecánicos.
La práctica del rechazamiento prevalece al fin; pero con el esfuerzo personal solo, el proceso puede durar mucho tiempo. Si puedes llegar a sentir el Poder divino actuando en tu ser, todo resultará más fácil.
No tiene que haber nada de inerte o tamásico en la ofrenda de sí a esta guía, y ninguna parte del vital debe utilizarla como pretexto para no rechazar las incitaciones de los impulsos y de los deseos inferiores.

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Poco importa que sea por tapasya o por sumisión, lo único verdaderamente importante es dirigirse firmemente hacia el objetivo. Cuando se han dado ya los primeros pasos por el sendero, ¿quién podrá desviarse de éste para caer de nuevo en una consciencia inferior? Si te mantienes firme, las caídas no tienen importancia; se levanta uno y se sigue hacia delante. Si se tiene una firme resolución de alcanzar el objetivo, no puede haber ningún fracaso definitivo en el camino que conduce al Divino. Y si hay algo en ti que te empuja hacia delante –y seguramente lo hay-, los desfallecimientos, las caídas y las vacilaciones de la fe, no cuentan. Hay que perseverar hasta que el conflicto haya pasado y el camino, libre, recto y sin espinas, se abra ante ti. 

(…)

Practicar el yoga implica la voluntad de sobreponerse a todos los apegos y de dirigirse únicamente hacia el Divino. Lo esencial en el yoga es confiarse en todo momento a la Gracia divina, dirigir el pensamiento constantemente al Divino y ofrecerse, hasta que el ser se abra y se pueda sentir la fuerza de la Madre actuando en el Adhar.