Parecería haber dos maneras de abordar la meditación, una a través de la concentración y la otra a través de una cierta disolución. En una especie de divergencia invertida, estos dos abordajes parten de lugares distintos para arribar al mismo puerto. Krishnamurti, en el fragmento que copio a continuación extraído de una conferencia que impartió en 1950, habla sobre el segundo tipo de estrategia, característico de la meditación zen o zazen. No es este el momento de hacerlo, pero sería interesante indagar en los supuestos que fundan estas dos maneras de emprender la meditación. Podríamos ver que el Yoga, por ejemplo, parte de los supuestos dualistas del Samkhya y que es a partir de ellos que, para evitar la identificación del 'veedor' con lo visto (en términos de Patanjali) necesita desarrollar técnicas de concentración. El Zen, bajo supuestos no-dualistas, iría a la meditación a través de la disolución de cualquier distinción de ese tipo. Dejemos hablar, mejor, a Krishnamurti acerca de cómo concibe y cómo practica él mismo la meditación.
PREGUNTA: Mis pensamientos se desvían de tal manera, que encuentro la meditación muy difícil. ¿La concentración no es necesaria para la meditación?
KRISHNAMURTI: (…) ¿Por qué los pensamientos vagan, se desvían? ¿Alguna vez han observado su mente en acción? Siempre va, siempre se distrae; eso, por lo menos, decimos que ocurre. ¿Se distrae de qué? Se distrae de un pensamiento central, de un pensamiento que han elegido y en el cual quieren detenerse. (…)
Cuando queremos concentrar nuestra atención en determinado pensamiento, la mente se desvía repetidas veces, y hay una lucha constante para mantenerla concentrada; y a ese deambular le llamamos distracción. (…) Mientras tengan un pensamiento central que eligen para detenerse en él, todo otro pensamiento es una distracción (…). El deseo mismo de mantenerse en él crea resistencia contra los otros pensamientos que acuden en masa; y así mantienen la batalla, el constante combate entre el pensamiento central y los otros pensamientos. Y si al final pueden sojuzgar todos los otros pensamientos y hacer de ellos uno solo, creen que saben meditar. Eso, por cierto, carece enteramente de madurez.
Es, pues, inútil decir: “Este es el verdadero pensamiento y todos los demás son distracciones”. Lo importante es averiguar por qué la mente es errabunda. ¿Por qué se desvía? Se desvía porque está interesada en todas las cosas que ocurren. Tiene algún interés creado en todo pensamiento que retorna, pues, de no ser así, él no retornaría. Todo pensamiento tiene alguna significación, algún valor, algún sentido oculto; y así, como las malas hierbas, ellos continúan surgiendo.
Ahora bien: si pueden entender cada pensamiento y no resistirse a él, no rechazarlo; si pueden considerar cada pensamiento a medida que surge y descubrir su significado, entonces verán que esos pensamientos ya no vuelven más: están terminados. Sólo los pensamientos que no son plenamente comprendidos son reiterativos. Lo importante, entonces, no es el control del pensamiento sino su comprensión. Cualquier persona puede aprender a controlar el pensamiento, pero eso no es comprensión. En el mero hecho de dominar el pensamiento no hay flexibilidad alguna: es sólo una forma de resistencia.
(…) Si examinan y comprender la significación de todo pensamiento, llegarán de un modo inevitable y natural a preguntarse si el pensador es distinto del pensamiento. Si el pensador es distinto del pensamiento, él puede obrar sobre el pensamiento, controlarlo, moldearlo. ¿Pero el pensador es distinto del pensamiento? ¿Acaso el pensador no surge a la existencia por causa de su pensamiento? Es evidente que no están separados; el pensador, el que experimenta, no es distinto de aquello que es experimentado
Ahora bien, en cuanto ven que no hay pensador aparte del pensamiento, que sólo hay pensamiento, toda opción queda suprimida, ¿no es así? Es decir, si sólo existe el pensamiento y no la traducción del pensamiento, entonces no hay entidad que diga: “Elegiré este pensamiento y rechazaré los otros”. (…) Verán entonces que no hay conflicto entre el pensador y el pensamiento, y que por lo tanto la mente ya no parlotea, ya no está presa de la palabra “distracción”. Entonces todo movimiento del pensamiento se vuelve significativo. Y si penetran aun más hondo, encontrarán que la mente llega a estar muy quieta (…), serena; sin contradicción alguna; y en esa serenidad advienen estados más amplios y más profundos. Pero si meramente persiguen lo más profundo, el resultado es imaginación, especulación. La imaginación y la especulación deben cesar para que la realidad se manifieste.
De modo, pues, que este proceso de comprenderse uno mismo es el comienzo de la meditación. (…) Mas para conocerse a ustedes mismos tiene que haber constante vigilancia –no con un garrote, ni con justificación o condenación- sino exactamente un darse cuenta, una vigilancia pasiva, en la que ven las cosas como son. Al ver las cosas como son, se comprenden a ustedes mismos, lo cual conduce a la perfecta tranquilidad de la mente; y sólo en esa tranquilidad, en esa serenidad del corazón y de la mente, puede manifestarse la realidad.
Agosto 13 de 1950. En “Sólo la verdad trae libertad”.
(imágenes de Hiroshi Sugimoto)