jueves, 14 de abril de 2011

ESTRÉS



Una noción nueva parece haber absorbido en ella, ahora, toda la presión que nos llega del mundo y de nosotros mismos y que, al oprimirnos, se traduce en tensión interna. "Estrés", bajo su silbido intenso, que tanto demora en extinguirse, nos conduce al sentido rugoso del latín: stringere -apretar, comprimir, ahogar-; expresa cuánto se introduce en nosotros lo que nos "presiona". En la unión de diversos campos que nuestros saberes han procurado tanto separar (psicología, fisiología, neuroquímica, sociología, etc.) e intercalándose tentacularmente entre ellos hasta hacer caer, sin mayor ruido, tanto sus justificaciones como sus cierres, la noción crece desmesuradamente, desde hace algunos decenios, para expresar lo que, bajo el exceso de la excitación, se altera y desorganiza, hasta paralizar nuestra vitalidad (...). "Lo que": el saber clásico está decepcionado -¿vencido?- ya que, por una vez, no podrá localizar precisamente ese "eso"; por ello, esa noción, transmitida o más bien impuesta por el uso, introduce una ruptura decisiva con respecto a nuestra ambición teórica. No sólo porque abre los ámbitos constituidos y deja ver, más de lo que antes se pensaba, hasta qué punto ya no es sostenible toda separación de lo psíquico y lo somático. Sino sobre todo porque saber, por sí mismo, es especificante, y esa noción obliga, inversamente, a desespecificar: a contrapelo de toda una ciencia médica que no había dejado de avanzar estudiando cada vez más de cerca la reacción sui generis del organismo ante la enfermedad, obliga a reconocer un estatus generalizado del síndrome, que escapa por principio a toda fragmentación y clasificación. Tras una larga historia cultural, europea, que no sólo nos ha enseñado a distinguir cada vez más cuidadosamente nuestros objetos de pensamiento, sino que también ha fraccionado la experiencia humana en planos separados, y sobre todo entre lo médico / lo moral / lo espiritual, "estrés" hace surgir permanentemente, todo el día, como contraseña, o como expresión de un impasse, lo que rechaza. "Estoy estresado" es el antónimo, hoy muy generalizado, del "estoy bien" discreto. Término técnico, por lo menos en sus orígenes (la metalurgia), pero del que se ha apoderado con autoridad y reactivamente el pensamiento común, ya que se oye sintomáticamente en la lengua corriente, en todos lados, como una incitación al orden: el de tener que volver a tomar en cuenta, no tanto la "unidad" o la globalidad, nociones clásicas, como la inseparabilidad de lo vivo. En ese sentido, se une y se recupera, pero a la inversa esta vez, el reto de nutrir la propia vida.

François Jullien, Nutrir la vida (Más allá de la felicidad), p. 205-207





Otra vida (Battiato, versión de Inneres Auge, 2009)


Ciertas noches para dormir me pongo a leer
y en cambio necesitaría momentos de silencio.
Ciertas veces, incluso con vos, y sabés que te quiero,
me enojo inútilmente sin una verdadera razón.

En las calles a la mañana tanto tránsito me agota,
me ponen nervioso los semáforos y los “pare”,
y a la noche vuelvo con malestares especiales,
no sirven tranquilizantes o terapias,
hace falta otra vida.

En los divanes, con el control remoto en mano,
historias de bajos fondos, Dallas y Los ricos también lloran.

En las calles la tercera línea del metro que avanza,
y autos estacionados en triple fila,
y a la noche vuelvo con el fastidio y el cansancio,
ya no sirven excitantes o ideologías,
hace falta otra vida.